Quito. 26 jul 2001. (Editorial) Cuando en la década de los cincuenta,
miembros de la familia Isaías, distinguidos comerciantes del Puerto
Principal, adquirieron el Banco La Filantrópica, lo hicieron con el
propósito de dotar a Guayaquil de una nueva institución bancaria que
mirara, sobre todo, la expansión del sector comercial y agrícola de la
Costa.

Aquellos propietarios y administradores tenían en su mente esa frase que
mucho repetía don Alberto Acosta Soberón: " ...El banquero debe ser sólo
banquero".

La Filantrópica, en sus primeros años, fue el gran soporte para el
desarrollo de la pequeña industria, el comercio, la agricultura.

Cuando comenzó la era petrolera, ingresaron también al Banco nuevas
generaciones de accionistas. Con el nombre de acción filantrópica, se
transformó en el dinámico Filanbanco. Los jóvenes ejecutivos miraban las
distintas posibilidades para expandir sus dominios. A fines de los
sesenta, habían logrado incursionar en un canal de televisión de
Guayaquil, cuyo ex dueño, de profundas raíces periodísticas, no pudo
cumplir con las obligaciones que había contratado. Ese fue el inicio de
la conquista del mundo de las telecomunicaciones. Con los años,
consiguieron nuevas frecuencias de radio y TV, sistemas de cable, fibra
óptica, microondas, servicios telefónicos. El uso personal de Filanbanco
fue la plataforma para que se formara el mayor complejo de
telecomunicaciones del país, más grande aún que el sistema del Estado y
que, hasta la fecha, continúa en manos de los ex banqueros que residen en
Miami.

Había una necesidad obsesiva de incursionar en todos los negocios. Se
utilizó, una vez más, a Filanbanco para entrar también en la
agroindustria: empresas lecheras, ganaderas y fabricantes de jugos. Se
necesitaba consolidar este campo con el negocio del azúcar. Adquirieron
del Gobierno el ingenio La Troncal, en apenas $100 mil; 60 veces más
barato que su propia maquinaria, según el ex superintendente Juan
Falconí.

Uno de los miembros de la familia entraba al mundo del banano. Numerosas
hectáreas, compradas en Esmeraldas, fueron la base para un negocio que se
convirtió en el primer fracaso cuando llegó la crisis causada por El
Niño.

El sueño del banano empezó a cobrar sus cuentas. Varios de los mayores
créditos vinculados, restructurados a interés 0, corresponden justamente
a esa aventura que, incluso, obligó a deshacerse de otra de sus
orgullosas adquisiciones para compensar las grandes pérdidas que
producían las plantaciones: el Republic Bank de Miami.

La fiebre de crecimiento no paraba. Incursionaron en la industria textil,
base de sus mayores, las colocadoras de seguros y de pensiones,
financieras especializadas, empresas constructoras, inmobiliarias,
importadoras, clubes deportivos, fábricas de envases, imprentas,
publicación de guías telefónicas, productoras de cerveza, explotación
minera y petrolera.

Cuando un pequeño banco de Quito cayó, entre acusaciones de lavado de
dinero y manejo de créditos vinculados, Filanbanco fue en su "apoyo". Lo
adquirió.

No importaba cuán rentables fueran sus negocios, sino cuánto poder
permitían acumular. De la compra de un pequeño diario en Guayaquil, con
el mismo sistema de TC, la estrategia derivó a invertir en muchos medios
de comunicación: grandes, pequeños, pero que podrían, de acuerdo con su
visión, proporcionarles, en caso necesario, cierta ayuda y tranquilidad.

A Canal 10,
ahora TC TV, se unieron inversiones en algunos canales nacionales y
locales, radiodifusoras, revistas y diarios. Si bien en unos controlaban
su capital, en otros lo compartían aunque fuera en minoría. Con la
utilización plena de la capacidad de su Banco, se había creado un
gigantesco imperio que abarcaba todos los campos de la industria, el
comercio, los medios de comunicación, las telecomunicaciones, el
transporte y los recursos naturales.

Incursionaron incluso en la política. Como parte de su estilo de trabajo,
sin mayores alardes o figuración, financiaron a la mayoría de partidos
políticos; de ahí debía nacer su poder de subsistencia. Apoyaron
finalmente al bucaramismo.

El fenómeno El Niño atentó contra su inmensa fortuna, pero aquel partido
populista dio inicio al descalabro de su poder político. Este maridaje
entre uso de medios en su propio beneficio, política, y poder económico,
dio como resultado la destrucción de Filanbanco, el único organismo que,
como decía un diario en días pasados, "ha muerto dos veces".

Esa gran institución creada para el desarrollo social con el positivo
nombre "La Filantrópica", terminó, por aquellas razones de poder,
ambición y utilización política, produciendo exactamente lo contrario:
perjuicio a todo el país, quiebra, corrupción.

¿Fue entonces el Estado en sus eternos desaciertos el que quebró a
Filanbanco? No.

El manejo corrupto del poder económico, político y social por parte de
aquellos ex banqueros, con la complicidad de un gobierno, algunas de las
autoridades de control y la complacencia de un sector de la dirigencia
ecuatoriana, quebró a esa que fue venerable institución.

El organismo que dio nacimiento a uno de los más gigantescos poderes
económicos de la historia acaba de morir. Como en la vida real, sus

herederos y ex propietarios gozan de buena salud.

Banqueros solo banqueros: La gran frase que acuñó el gran ecuatoriano Dr.
Alberto Acosta Soberón, fue ignorada y pisoteada por los constructores de
este imperio económico que labró la estafa mas grande que el país ha
debido soportar.(Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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