Los niños, niñas y adolescentes que viven en el Ecuador requieren, de manera urgente. un nuevo Código de la Niñez y Adolescencia. Su presente y su futuro, su derecho a un desarrollo digno y feliz depende de cómo hoy el mundo adulto asuma sus responsabilidades.
Hasta 1989, los niños y niñas fueron seres sin historia y sin derechos.
Vistos como seres "incapaces, carentes de ideas, sin voluntad, conciencia ni razón" fueron tratados como objetos de protección, merecedores de la tutela estatal, desprovistos de las garantías y derechos que todas las personas debemos gozar.
Durante muchos años, las Facultades de Jurisprudencia enseñaron esta doctrina a sus estudiantes y se creó el mito de que los problemas de los menores debían ser tratados como problemas humanos al margen de los derechos constitucionales. Por su parte, las instituciones llamadas hogares transitorios, clínicas de conducta, centros de observación, se llenaron de los hijos de los pobres, de los abandonados, de los peligrosos.
En 1989 se aprobó la Convención de los Derechos del Niño, lo cual significa un gran cambio. Desde el derecho y bajo un acuerdo universal entre las diversas culturas, nació un nuevo paradigma: el niño, sujeto de derecho y de derechos. Un ciudadano. El Estado, la sociedad y la familia dejan de tutelar al niño al margen de la Constitución y las leyes, pues él es titular de
derechos exigibles ante cada una de dichas instituciones. Cristianos, musulmanes, budistas, hinduistas y ateos reafirmaron el papel de la familia y los derechos de los padres, pero establecieron nuevas reglas de convivencia entre padres e hijos basadas en el afecto, el respeto y la democracia.
La Convención abrió la posibilidad de superar valores del pasado y nos confrontó con nuevas maneras de ver y tratar a los niños. La nueva Carta Política del Estado, al "constitucionalizar" los derechos de la niñez y adolescencia, estableció claros y precisos mandatos para el Estado, la sociedad y la familia. Los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente fueron capaces de pensar en el país incorporando a los niños y sus derechos. En un momento importante de la historia del Ecuador, creyeron en un sueño, una idea, una utopía (lo que todavía no es y puede llegar a ser): los niños como la base para el desarrollo de un país democrático, hermoso, justo y decente para todos.
El proyecto de nuevo Código de la Niñez y Adolescencia nace como una respuesta de los principios y normas de la Constitución a la dura realidad en que viven los niños, niñas y adolescentes. Por un lado, las hermosas palabras, compromisos y promesas que el país hace a sus hijos; por otro, la más cruel e inmoral realidad de ver todos los días cómo seres pequeños e indefensos son condenados a una vida de sufrimientos y carencias. Somos un país que vive con la irresponsabilidad y la hipocresía, pues las palabras de amor y consideración por los niños se diluyen cuando su vida exige la formulación de políticas sociales integrales; programas y proyectos eficientes; una inversión social segura y adecuada; y mecanismos de rendición de cuentas, evaluación, exigibilidad y control.
Por eso, el Código, una auténtica ley social, no se queda en los pequeños cambios, en los parches insustanciales. Por el contrario, propone un nuevo marco jurídico e institucional moderno, eficiente, basado en la participación y la descentralización. El Código es una herramienta eficaz orientada a llevar los derechos a los hechos. La organización del Sistema Nacional Descentralizado de Protección Integral a la Niñez y Adolescencia y un nuevo sistema para tratar al adolescente infractor, conforman una opción social que requiere de compromisos serios. Todos los partidos políticos tienen la obligación de asumir esta propuesta jurídica de gran trascendencia social para más de cinco millones de niños y niñas.
Cambiar radicalmente la institucionalidad que actualmente impera y las concepciones caducas que aún subsisten en torno a la niñez y adolescencia, sin mezquindades y temores infundados, es lo que propone el nuevo Código, pues estamos decidiendo nada menos que acerca de la vida de nuestros niños y niñas. Estos niños que viven agobiados por la mala educación, la violencia y la carencia de oportunidades, merecen del Congreso Nacional la mayor comprensión, respeto y apertura. No es pedir demasiado. Leyes políticas y económicas han tenido todo el tiempo del mundo en el Congreso. ¿Por qué no dar a los niños la mejor ley, que oriente el comportamiento social y político de todo el país en los próximos 20 ó 30 años?
La promulgación de una ley integral que defina principios, dé contenidos a los derechos, desarrolle conceptos relacionados con la familia y los niños y organice el sistema, dignificará al Congreso Nacional.
*Foro de la Niñez