LAS BONDADES DEL SEXO. Por Fernando Larrea M.

Quito. 12.07.92. El sexo es un tema común en la vida humana.
Si en otras épocas no se lo mencionaba tanto, esto no quiere
decir que no haya sido objeto de constantes pensamientos,
especulaciones y deseos. Cabría preguntarse cuánto tiempo de
cada vida humana está dedicado al sexo, ya sea en la práctica,
en el pensamiento, en la conversación y en otros ámbitos del
devenir cotidiano.

Por supuesto, muchos considerarán que, aparte de pequeños y
determinados momentos, el sexo es sólo algo que está, como una
condición, y que no merece reflexiones adicionales. Otros
sostendrán que el sexo es tremendamente importante, la
motivación básica de la vida, de la que se desprende el amor y
de la que se originan las relaciones de poder entre las
personas. Y otros pensarán que el admitir esta importancia va
en contra del decoro.

Pero si se trasciende a la esfera de las costumbres humanas,
se encontrará otra dimensión en el valor del sexo. Para ello,
cabe empezar por un cuadro común en algunas películas de
ficción: un mundo tierno, con tormentas y erupciones
volcánicas; y, poco después, la Tierra, aún joven, rodeada
por un mar caliente y repleto de materias orgánicas.
Eventualmente, por fuerzas físicas y químicas, llegaron a
formarse macromoléculas: carbohidratos, lípidos, proteínas y
ácidos nucleicos. Algún momento, estas moléculas formaron
estructuras, y éstas, a su vez, los primeros microorganismos.

Nada hubiera pasado, sin embargo, si estos primigenios seres
vivientes no hubieran tenido la capacidad de reproducirse. En
un mundo tan difícil, la posibilidad de sobrevivir como
especies dependía de los individuos, es decir, la posibilidad
de reproducirse debía centrarse en cada ser, por separado,
mediante división simple. Muchos microorganismos, en la
actualidad, se multiplican de esa forma: una bacteria forma
dos bacterias, éstas forman cuatro, luego ocho y así, hasta
tener una colonia cuyo crecimiento se ve limitado por factores
externos.

Pero fue entonces, en algún momento del proceso evolutivo, que
se dio el primer paso hacia el sexo: existen algunas bacterias
que poseen unos largos y delgados tubos llamados pili
("pelos") con los que se conectan unas a otras para
intercambiar material genético.

DOBLE MECANISMO

Hay que recordar que, a grandes rasgos, la teoría evolutiva
incluye dos mecanismos o instrumentos fundamentales y
complementarios: la variedad genética y la selección natural.

La primera se refiere al hecho de que, en una misma especie,
los individuos no suelen ser exactos unos a otros; por ello,
una jirafa será más alta que otra, un león tendrá una melena
más obscura que otro, un ser humano tendrá más tendencia a la
gordura que otro.

La selección natural es el conjunto de fuerzas del medio
ambiente que privilegian una característica en perjuicio de
otra. Por ejemplo, si de pronto empieza a hacer mucho frío y
existen unas liebres que tengan un poco más de pelo dentro de
una población, probablemente sean las que sobrevivan y se
reproduzcan, con lo cual sus descendientes posiblemente tengan
también más pelo; de entre éstas, a su vez, las más peludas
sobrevivirán y así..., sucesivamente. Podrá llegar un punto
en el cual las liebres peludas sean de una especie distinta a
las liebres con poco pelo originales. La selección natural ha
"elegido" a los organismos más aptos para esas condiciones de
vida; en un ambiente más cálido, el proceso podría ser inverso
y las liebres seleccionadas serían las que menos pelo
tuvieran.

Las dos partes de la evolución son complementarias: la
variabilidad genética permite que la selección natural tenga
de dónde "escoger" si todas las liebres fueran exactas, todas
sobrevivirían o toda morirían.

EL ORIGEN DE LA VARIABILIDAD

Ahora, ¿de dónde sale esa variabilidad dentro de la población?
La una fuente, la original, es la de las mutaciones, es decir,
los cambios en el material genético, producidos por
radiaciones, substancias químicas u otros factores. Pero la
gran mayoría de mutaciones son perjudiciales e incluso
letales; por otro lado, a menos de que se trate de organismos
como las bacterias, las mutaciones demorarían bastante tiempo
en extenderse medianamente en una población.

Como se podrá haber adivinado, la otra fuente de la
variabilidad es el sexo.

Volviendo al recuento histórico, conforme pasaba el tiempo,
surgían otras posibilidades de reproducción asexual (sin
sexo), como la gemación, en donde el organismo producía una
pequeña yema, una prolongación, que crecía hasta tener el
tamaño suficiente para separarse y constituir un ser aparte.
Entonces aparecería el sexo: la posibilidad de que dos
organismos de la misma especie, similares pero no exactos,
tuvieran un contacto que permitiría crear un tercero -una
descendencia- con características de uno y otro.

De esta forma, el sexo permite la distribución rápida y segura
de ciertos caracteres en una población y, al mismo tiempo, la
variabilidad genética en la misma: no existen ratones
exactamente iguales a otros, por ejemplo (a excepción de los
gemelos idénticos), lo que permitiría que algunos de estos
ratones sobrevivieran ante cambios ambientales, ante plagas u
otros factores.

Hasta aquí lo que sucede a nivel evolutivo. Pero, en los
seres humanos, el sexo ha adquirido otras dimensiones. Si
bien en ciertos animales gregarios, el sexo es un asunto de
importancia que está delimitado y delimitando ciertas
relaciones jerárquicas, en el Hombre existe una cultura que
lleva dichos límites a puntos mucho más complejos, inscritos
en una estructura simbólica.

LOS PULSIONES DEL DOCTOR FREUD

Freud aportó mucho al respecto, al punto de cambiar el
panorama de la Psicología desde los comienzos del siglo XX.
El sostenía que en la base de la estructura psíquica existían
fuerzas que llamó pulsiones. Las pulsiones fueron concebidas
como el equivalente humano de los instintos pero con algunas
diferencias. Un instinto es como un programa que condiciona
un comportamiento en el organismo, y tiene un fin, un medio y
un objeto. Todo instinto busca la descarga, que es su fin, a
través de alguna forma de comportamiento del individuo, lo que
viene a ser el medio, y para esa descarga requiere un objeto;
por ejemplo, en el caso del instinto de reproductivo, un
animal buscará y cortejará -o será buscado y cortejado- (el
medio) una pareja (el objeto).

En el caso de las pulsiones, el programa es mucho más complejo
y más flexible en cuanto al medio y al objeto se refiere.
Así, los comportamientos de una persona para lograr la
satisfacción de una pulsión pueden ser muy particulares y, en
muchos casos, muy bizarros para el común de las normas
sociales; de igual manera, el objeto puede no ser el que se
supondría "normal". Ciertos medios, como el exhibicionismo,
el voyerismo, el sadomasoquismo y otros, y ciertos objetos
como en la homosexualidad, la paidofilia, la zoofilia, etc.,
son frecuentemente entendidos como perversiones, aunque haya
opiniones distintas para cada caso particular.

Freud realizó una serie de clasificaciones de las pulsiones,
pero siempre consideró a las sexuales como especialmente
importantes, además de ser las que definían, en su juego con
las normas culturales, la estructura psíquica del individuo.
Mucha gente criticó a Freud por conceder tal importancia a la
sexualidad, pero no muchos estudiaron o entendieron su teoría.

Lo que él manifestaba era que la sexualidad no se limitaba a
la búsqueda de pareja, sino que estaba en cualquier forma de
placer; para defender este punto, Freud señalaba que, en un
principio, en el niño, el mundo era un cúmulo de percepciones
y acciones que se dividían en placenteras y displacenteras y
que solo con el paso del tiempo éstas adquirían formas más
definidas. Eventualmente, en el adulto, una parte de la
sexualidad se concretaba en las relaciones de pareja.

Esta argumentación permitía entender el proceso de
estructuración psíquica como una dinámica inherente a la
economía del placer. Los vericuetos en la búsqueda de placer
y el "esconder" en el inconsciente las formas de placer
inaceptables para las normas culturales que el individuo ha
interiorizado constituyen el armazón de la vida psíquica de la
persona.

Del valor que ha tenido en el proceso evolutivo a la
importancia que reviste para los individuos en la especie
humana, aparentemente, el sexo ha sido casi omnipresente en la
historia de la vida. Aunque parezca pertenecer más a la
acción que a las palabras, harán falta aún muchos años de
estudios y especulaciones para ubicar a este factor, proceso o
condición en el lugar que realmente le corresponda.- (6c)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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