Quito. 19 dic 97. Dieciséis muertos y 10 millones de dólares
en pérdidas materiales es el acumulado cuando aún faltan seis
meses de fuerte invierno. Si así llueve, ¡por Dios que
escampe!

En un remoto lugar de Manabí, en una zona montañosa denominada
El Toro de Río Grande, perteneciente a Chone y luego de 12
horas de torrencial lluvia, tres campesinos murieron
sepultados por un alud.

Eran las 02h30 del miércoles 12 de noviembre cuando Candelario
Valencia y su esposa Emérita Cirina despertaron. El río se
había llevado la tarima donde dormían las gallinas. Todos:
padre, madre y cinco hijos, salieron a constatar lo ocurrido.
A solo 100 metros de la vivienda está un estero que ahora
parece río. Los niños mayores lo cruzaron. Candelario y
Emérita que llevaba a su último hijo de dos meses de edad
fueron alcanzados por una avalancha de lodo y piedras que bajó
de una loma y que los tapó en segundos ante la mirada
aterradora de sus hijos que huyeron, en la oscuridad de la
noche, en busca de ayuda. Por si fuera poco, el deslave ha
represado el río y todos los habitantes aguas abajo temen una
nueva e inminente tragedia.

"Hasta la cintura teníamos el agua y casi alcanzaba la hamaca
donde tengo a mi hija de siete meses", relató Rosa Peñafiel,
vecina de Bastión Popular, en el suburbio norte de Guayaquil,
quien vive muy cerca de una zanja hacia la que la correntada
arrastró el viernes siete a la niña Tania España, a un anciano
no identificado y al marino Javier Márquez quien intentó el
rescate. Los tres fallecieron.

El día de difuntos, Salomón Soto regresaba del cementerio de
la parroquia Pucayacu, en La Maná, llevando a su hijo
Patricio, de un año. Mientras ellos junto a otras cinco
personas cruzaban un puente sobre el crecido río Quindigua,
éste cedió a la correntada. Los mayores llegaron a la orilla,
pero el niño desapareció. Antes, el 22 de septiembre, en el
mismo lugar habían muerto también ahogados María Alajo y
Vladimir Balseca.

"Mi esposo fue contratado para hacer una reparación en el
techo, de pronto un fuerte viento lo expulsó al suelo", relató
la viuda de Livino Cargua, de 50 años, fallecido el viernes 14
en Montalvo, Los Ríos. Los vientos destruyeron además,
plantaciones, techos y ventanales.

La furia de El Niño avanzó al norte hasta el recinto Silencio
Grande en Quinindé, Esmeraldas. El siete de noviembre creció
el río, arrastró varias casas y ahogó a los niños Tito, Sergio
y Miriam Parrales.

Faltan aún seis meses de invierno y hasta el momento ya son 16
los fallecidos que sumados a un centenar de familias que han
perdido total o parcialmente sus viviendas, plantaciones y
obras de infraestructura destruidas, configuran una situación
por demás dramática. Las pérdidas materiales, según cálculos
preliminares, bordean los 10 millones de dólares.

TRAGICA ANOMALIA

Las anomalías marítimas que configuran El Niño no solo
preocupan al Ecuador. Un millón ochocientas mil páginas del
Internet ya hablan de él. La Nasa construye el Sparcle, un
satélite de 15 millones de dólares que ayudará a entender el
porqué de El Niño. Prácticamente no hay país en el mundo que
no se halle preocupado de un raro calentamiento de las aguas
del mar que ocurre de vez en cuando frente a las costas del
Ecuador.

Las fotografías del satélite muestran una gran masa de agua
caliente que avanza de este a oeste, mar afuera, justo bajo la
línea equinoccial. La superficie temperada es 10 veces más
grande que nuestro país y se originó en el centro del Pacífico
Sur debido al rozamiento de los vientos con el agua
superficial. El agua caliente del mar se evapora con mayor
facilidad y forma un grupo de nubes en una zona denominada de
Convergencia Intertropical. Son estas nubes las que se acercan
a las costas de Colombia, Ecuador y Perú provocando las
fuertes precipitaciones de las cuales ya somos testigos y que
según los meteorólogos se prolongarán hasta abril del 98.

Existen tantos grupos de científicos cuantas predicciones de
lo que ocurrirá, con las consiguientes divergencias en los
pronósticos. Para Klaus Wyrtki, profesor de oceanografía de la
Universidad de Hawai y quien explicó por primera vez El Niño
como una reacción a la fuerza del viento sobre el océano, "la
divergencia de los pronósticos indica que todavía no
entendemos y que no tenemos la teoría correcta ni el modelo
correcto. Tenemos ideas, de eso no hay dudas, y también
tenemos modelos, pero ya que éstos nos brindan respuestas tan
diferentes, pienso que hay una gran cantidad de trabajo por
realizar".

Hasta que los científicos se pongan de acuerdo, la temperatura
del mar ha aumentado, según últimas mediciones en La Libertad
y Manta. El nivel del agua, sin embargo, ha sufrido un
descenso minúsculo que no ha sido suficiente para impedir, por
ejemplo, que varios sectores de Guayaquil se inunden cuando
sube la marea y coincide con época de aguaje. La gran masa de
agua presenta uno de sus puntos más calientes en el Golfo de
Guayaquil. Según el Instituto Ecuatoriano de Meteorología e
Hidrología. "Las anomalías de la temperatura superficial del
mar tendería a incrementarse, así como también los vientos
ecuatoriales del oeste. La Zona de Convergencia Intertropical
seguirá descendiendo hacia el sur". En palabras entendibles,
estos parámetros solo indican que en los próximos días se
incrementarán las precipitaciones a lo largo del Litoral
ecuatoriano y que solo Dios sabe qué pasará.

Santa Rosa de El Niño

En la madrugada los santarroseños corrían hacia lugares más
altos. Cinco furiosos ríos sitiaron la ciudad orense

Por Patricia Ramos

Ya había ocurrido en otros años, las amanecidas bajo el
aguacero y con el río repleto adquieren tintes festivos. Sólo
a las 02h00 cuando el agua se vino en avalancha, reinó el
espanto. Los ríos penetraron con furia, sitiando la ciudad.
Derrumbaron un puente, inundaron 15 barriadas, tumbaron las
casas de caña de los marginales, arrastraron muebles,
negocios, animales y bananeras. El agua rugía hambrienta y
poderosa.

Muchos estuvieron despiertos, los más previsivos alcanzaron a
sacar algunos muebles; los menos sacaron sus ropas; y a los de
"sueño pesado", los salvaron milagrosas premoniciones, según
contaron, como el caso de doña Lucha Iñiguez, a quien "un
bulto misterioso" le haló los pies y la asustó. "Estaba
pensando en eso cuando me bajo de la cama y me mojo los pies,
ya estaba entrando el agua", nos cuenta en el portal interior
del colegio albergue Modesto Chávez Franco, su temporal
morada. Lo que hizo doña Lucha fue despertar a sus tres hijos
y a su nieto y huir. "Salimos corriendo y estuvimos mojaditos
hasta las siete de la mañana andando por ahí. Para decirle que
no tenemos ni ropa interior". La tragedia dejó cuatro muertos.

SOBREPASO CALCULOS

El cuatro de octubre pasado, la Defensa Civil (DC) realizó un
simulacro de evacuación en los barrios bajos Mi Rosita, Quito,
Galápagos, Estero Medina y Santa Teresita. En Estero Medina
hubo moradores, en especial jóvenes que aplicaron los cursos
de capacitación sobre el rescate. "Otros, invadidos por el
miedo, olvidaron por completo el entrenamiento", recuerda el
coronel Badillo, comandante militar de la zona.

Aunque la magnitud del desastre sobrepasó todos los cálculos:
los siete albergues calificados en Santa Rosa quedaron cortos
para las 700 familias damnificadas. Sobre la marcha se
improvisó a otros locales educativos, además de casas
comunales de las barriadas altas, iglesias, clubes privados, y
hasta garajes y terrazas de casas particulares.

El nivel ha bajado pero el paisaje es inhóspito, suena a
posguerra y las secuelas de la inundación pugnan por dar su
tiro de gracia, pese al esfuerzo de las autoridades de salud.

A la alcaldesa Zoila Ollague, ex reina de Santa Rosa, le
preocupa la desocupación: "Gran cantidad de camaroneras se
fueron con la inundación y muchas de nuestras mujeres de los
barrios marginales trabajan descabezando camarón". Las fuentes
de trabajo de los santarroseños quedaron bajo las aguas.

En Santa Rosa se perdieron entre 800 y 900 hectáreas. Aparte
están las 3.100 hectáreas cultivadas, ahora anegadas y
perdidas, de las que la mitad son bananeras. Las pérdidas
llegarían a los 50 mil millones de sucres.

El Plan de Contingencias gubernamental que repartió cheques a
59 alcaldes, no calificó a Santa Rosa como zona de máximo
riesgo, aunque sí la consideró vulnerable a los ríos con cauce
sedimentado. El dinero entregado a la reelecta alcaldesa
sirvió para desbanque y ampliación de canales de aguas
lluvias, así como para rellenar y construir muros de gaviones.
A pesar de que lo pensaron, nada se invirtió en limpiar los
peligrosos cauces. El resultado no se hizo esperar. (Texto
tomado de la Revista Vistazo edición # 725 del 20 nov 97.)
EXPLORED
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