INFLACION ESTANCADA YA HUELE MAL Por Fidel Jaramillo Buendía

Quito. 08.07.92. La actual administración concluye su mandato
dejando un país con una nueva estructura tributaria y
financiera, una política arancelaria saneada, una reserva
internacional recuperada y un amplio paquete de reformas
pendientes. Sin embargo, se va sin haber cumplido uno de los
objetivos más importantes que se planteó desde un inicio:
bajar la inflación. Pese a los intentos de estabilizar los
precios, la inflación se ha estancado en el 50% y, como todo
lo que se estanca, ya empieza a oler mal.

¿Por qué ha sido tan difícil controlar el proceso
inflacionario? Esté artículo ensaya una respuesta: el Gobierno
escogió -no necesariamente de manera deliberada- mantener una
inflación de alrededor del 50% y postergó un proceso de ajuste
más profundo pues no estaba dispuesto a asumir el costo social
que ello habría implicado. Su postergación, empero, hace que
la estabilización sea ahora más difícil y sus costos
probablemente mayores.

El proceso inflacionario registrado durante la última década
ha sido sin duda uno de los problemas centrales de la economía
ecuatoriana. Dos episodios inflacionarios fueron los más
agudos: en 1983, cuando la inflación se situó en alrededor del
60 por ciento, y en 1988-1989, cuando bordeó el 100%. Los
respectivos Gobiernos aplicaron programas de estabilización
cuyo eje central fue la restricción fiscal y monetaria.

Inicialmente, los planes de ajuste fueron exitosos en el
control de la inflación. Sin embargo, en ambos episodios la
tasa de inflación se situó en niveles superiores a los del
pre-ajuste.

Tal como se puede observar en el gráfico, después de cada pico
inflacionario el país no ha podido retornar a los niveles
inflacionarios anteriores. Ello ilustra que conforme el país
se "acostumbra" a vivir con inflaciones más altas, el proceso
de estabilización es cada vez más complejo.

Adios "virginidad" inflacionaria"

La situación de prosperidad económica registrada en Ecuador
durante los años 70 cambió radicalmente en 1982 cuando un
conjunto de shocks adversos golearon la economía. Ecuador
debió iniciar un proceso de ajustes fundamentales en ese año
para palear esta crisis y tener acceso a recursos de agencias
internacionales. En mayo, el Gobierno de Osvaldo Hurtado firmó
un programa de estabilización con el FMI que incluyó
devaluación, incremento de las tasas de interés y aumento de
los precios de los combustibles, entre otras medidas. El
proceso inflacionario comenzó a dispararse hacia fines de 1982
y se agudizó en el primer trimestre e 1983 con las
inundaciones producidas por el fenómeno del "El Niño".

En 1983 el país firmó un segundo y más profundo programa de
estabilización con el FMI que obligó al sector público a
equilibrar sus cuentas e implicó n significativo esfuerzo
restrictivo. El plan de estabilización produjo inicialmente un
salto significativo en el nivel de precios que empujó la tasa
de inflación a alrededor del 60%, un nivel nunca antes
registrado en el país. Posteriormente, la tasa inflacionaria
cayó paulatinamente y se situó en tasas de alrededor del 30%,
superiores a las registradas en promedio antes de 1982.

La política contractiva del Gobierno, si bien fue exitosa para
reducir sustencialmente los desequilibrios externos y fiscales
y controlar el proceso inflacionario, tuvo un efecto recesivo
que se evidenció en una tasa de crecimiento del PIB de -2.8%.

Sin embargo, en contraste con programas de ajuste en otros
países de América Latina, Ecuador pudo reiniciar el proceso de
crecimiento relativamente pronto. En 1984, la mayoría de
indicadores económicos registró"una tendencia positiva, a la
vez que se mantuviéron los principales equilibrios
macroeconómicos.

Se rompe otro récord

En 1984, el Gobierno de León Febres Cordero tomó una serie de
medidas tendientes a liberalizar los mercados y reducir la
intervención estatal en la economía. Hasta 1985, la nueva
administración logró conservar los principales balances
macroeconómicos, la inflación se mantuvo estable en 28%, y el
PIB creció en 4.3%. En agosto de 1986, el Gobierno profundizó
su estrategia liberal, introduciendo, entre otras medidas, una
flotación de tipo de cambio. Junto con este proceso de
liberalización, el Ecuador fue sujeto de un nuevo shock
adverso: el precio del petróleo cayó de 25 a 12 dólares por
barril. El valor de las exportaciones cayó en casi 50% al
tiempo que los ingresos públicos disminuyeron
significativamente. No obstante, el Gobierno expandió sus
gastos e incrementó nuevamente su déficit al 5% del PIB.

Adicionalmente, intervino en el mercado de cambios para
mantener la estabilidad cambiaria, a costa de una reducción
importante de reservas internacionales.

Estas contradicciones de política económica se complicaron el
el primer trimestre de 1987 cuando el terremoto destruyó 30
km.. del oleoducto transnacional, interrumpiendo las
exportaciones de petróleo. La producción del sector petrolero
cayó en 54.7% y las exportaciones disminuyeron en 9%
comparadas con los niveles ya bajos del año anterior. El PIB
decreció en 6%.

Nuevamente, los ingresos públicos cayeron, pero el Gobierno
expandió aún más sus gastos situando el déficit público en
alrededor del 10% respecto al PIB. Para cubrirlo el Gobierno
utilizó financiamiento inflacionario. Consecuentemente, la
tasa inflacionaria, que había bajado hasta un promedio del
23%, comenzó nuevamente a crecer y se situó en 32%. Las
decrecientes reservas internacionales no permitieron al
Gobierno seguir manteniendo la posición del sucre que empezó a
depreciarse rápidamente. Como una medida desesperada, el
Gobierno abolió la flotación y estableció un tipo de cambio
controlado para la mayor parte de transacciones. Los intentos
para mantener esta paridad fija resultaron en una erosión
masiva de reservas. En 1988 el Gobierno registró una inusual
política fiscal expansiva que siguió el patrón clásico de
financiación inflacionaria del déficit público. La inflación
en ese año llegó a sobrepasar el 79%.

Bajo pero se quedo

En agosto de 1988, el Gobierno de Rodrigo Borja llevó adelante
un nuevo plan de estabilización tendiente a enfrentar los
desequilibrios externo y fiscal, una inflación creciente, y
recuperar reservas internacionales, que habían llegado a se
negativas. Entre otras medidas, el programa de ajuste hizo
énfasis en el reordenamiento fiscal e incluyó un congelamiento
del crédito del Banco Central al sector público, incremento
del precio de la gasolina y servicios públicos, y modificación
del sistema cambiario. Además inició el programa más amplio de
reformas estructurales en los ámbitos financiero, arancelario
y tributario.

Tal como había sucedido en 1983, inmediatamente después de la
implementación del programa de estabilización, la inflación
registró un salto significativo, llegó a niveles cercanos del
100% y comenzó a reducirse paulatinamente en 1989. El Gobierno
alcanzó una mejoramiento sustancial de los desequilibrios
macroeconómicos en ese año.

En 1990, el PIB registró una leve mejoría al crecer en 2.4% y
el déficit externo se redujo. Sin embargo, la tasa
inflacionaria interrumpió su tendencia a la baja y se situó en
alrededor del 50%, un nivel alejado de la meta anunciada del
30% y superior al que venía registrándose antes de 1987. En
1990 el sector público no financiero logró mantener en
equilibrio sus cuentas (en parte debido a los ingresos
extraordinarios producidos por el aumento del precio del
petróleo a raíz de la Guerra del Golfo) e inclusive alcanzó un
ligero superávit. Sin embargo, pese a este resultado
auspicioso, la inflación no continuó a la baja y más bien se
estancó en niveles relativamente altos.

En 1991, dadas las expectativas inflacionarias, la
estabilización de los precios habría requerido profundizar la
política fiscal restrictiva y los ajustes fundamentales del
aparato estatal más allá de los realizados entre 1988 y 1989
que fueron desgastantes. Esta alternativa -socialmente
costosa, en particular en el corto plazo- no fue adoptado por
el Gobierno que más bien optó por mantener una política fiscal
más relajada, dejando el control inflacionario en un plano
secundario. Desde entonces la inflación se ha estancado en
alrededor del 50%.

El ajuste es más duro

Aparentemente, es extraño que frente a una situación fiscal
relativamente equilibrada como la registrada a inicios de los
90, la inflación no haya cedido. Así por ejemplo, mientras en
1984 y 1985, se consiguió un virtual equilibrio fiscal con una
inflación promedio del 32%, en 1990 y 1991 también se obtuvo
un relativo equilibrio en la cuentas fiscales, pero la
inflación promedio fue sustancialmente más alta :48.9%.

La explicación debe encontrarse en la actitud de los agentes
económicos que se han familiarizado a vivir con inflación y
han dejado de creer en las promesas anti-inflacionarias. En
estas circunstancias, el proceso de estabilización, el proceso
de estabilización es mucho más duro, pero a la vez
impostergable.1-A
EXPLORED
en Ciudad N/D

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