EL LADO HUMANO DE NUESTROS DIVINOS MANDATARIOS. Por Simón
Espinosa

Quito. 06.07.92. Cuando el presidente Rodrigo Borja fue a
inaugurar una de las innumerables llavecitas de agua potable
en uno de los innumerables pueblecitos de la innumerable
serranía ecuatoriana, un niño preguntó:

- "Mamita, ¿el de gorra es el jefe?"

- "No, mijito, El de gorra es el edecán".

A LA DERE... ­MAR...!

La virtuosa ciudadana había logrado aprender en estos años de
la nueva democracia que no toda gorra significa Presidencia.

Significaba, empero, en las décadas de 1960 a 1980. El
decenio de 1960 se escribió en la pauta de populismo,
dictadura y derecha; el de 1970, garabateó sobre esa misma
pauta: populismo, dictadura de izquierda, dictadura de
derecha. Y el de 1980 no se salió de esos renglones: casi
populismo, casi dictadura, casi derecha. Pero el casi hace la
diferencia. Entre dictadura y democracia media un frágil
casi.

El de 1990, en cambio, se sale ya de esa pauta: empezó
derechizándose, continúa derechizándose y es probable que
nuestro Rodrigo de Triana, Alfonso de los Monteros, desde la
antena mayor de "La Pinta" de Ecuavisa grite en el 2002 al
divisar el continente ecuatorense: "­Derecha a la vista,
derecha!

Por eso mismo, en este domingo cinco de julio, día del noble
san Antonio María Zaccaría, nada se sacaría hablando de la
derecha. Hoy el pueblo va "gozoso" a las urnas porque sabe
que si no es Sixto, es la derecha, y que si no es Nebot, es la
derecha. Triunfo asegurado.

Mejor será recordar que los presidentes de la Nueva Democracia
como las pobres tapias de los cementerios campesinos son
"hechos también de barro".

ROLDOS, EL PUEBLO TE HA LLORADO

Así, Jaime Roldós llegó a la Presidencia gracias a la
Dictadura. En efecto, las Fuerzas Armadas eliminaron de la
contienda electoral a Assad Bucaram, que tenía el triunfo
asegurado. Los militares fueron implacables: mediante
disposiciones jurídicas ad hoc y resoluciones arbitrarias del
Tribunal Supremo Electoral, lo eliminaron de la Prefectura del
Guayas, de la Alcaldía de Guayaquil y hasta de la
Vicealcaldía. Jaime Roldós tuvo que ocupar el nicho dejado a
la fuerza por su tío. Y de candidato a la Alcaldía de
Guayaquil pasó a candidato a la Presidencia.

Pero Roldós aprendió pronto. Parecía de porcelana. Y por
esas porosidades de su piel trasmitía una sinceridad que no ha
vuelto a aparecer en ningún otro candidato en estos trece años
de vida democrática. Roldós no creía que iba a ganar. Las
encuestas, tampoco. En Carchi, emocionado por la cordialidad
de la gente, Jaime Roldós se volvió hacia Osvaldo Hurtado, el
candidato a la Vicepresidencia, y le preguntó, medio en broma,
medio en serio: -"¿Y si ganamos?". Para las encuestas de la
primera vuelta los triunfadores seguros eran Sixto Durán y
Raúl Clemente Huerta. Pero el pueblo dijo no. Jaime Roldós
obtuvo el 32; Sixto Durán, el 21; Raúl Clemente Huerta, el 21;
Rodrigo Borja, el 12; Abdón Calderón el 9 y René Maugé el 5%.

En la segunda vuelta -­nueve meses después de la primera!-,
Roldós basureó a Sixto Durán. Ganó con el 62% de los votos,
cosa que no se ha repetido hasta ahora en elecciones
nacionales.

Roldós era tímido; pero cuando tomaba la palabra en discursos
ante el pueblo, se olvidaba de su timidez. Sonaba formidable.
En uno de sus discursos de campaña acuñó la frase publicitaria
más efectiva de la segunda mitad del Siglo XX. Esa frase le
valió un millón de votos: "Insolente recadero de la
oligarquía".

La promesa más incumplida en la campaña electoral de Jaime
Roldós fue hecha por el diputado León Febres-Cordero: "Si
triunfa Roldós, me iré a la guerrilla". Pero no llegó a irse
aunque compró caballos y se ejercitó puntualmente en el tiro
al blanco.

Ante los restos mortales de Jaime Roldós en la catedral de
Guayaquil, Osvaldo Hurtado dijo: "Ha muerto el Presidente.
Lloran los campesinos, lloran los obreros, lloran los
maestros, lloran los indígenas, lloran los montubios, lloran
los profesionales, lloran las mujeres, lloramos los hombres".

Los buenos mueren pronto. Así dicen. Así ha de ser. Así fue
en este caso.

HURTADO, EL PUEBLO TE HA RESPETADO

En la presidencia de Osvaldo Hurtado sus consejeros y amigos
parecen asustadizos según las anécdotas que cuenta el propio
Hurtado: "Cuando se le informó al gobernador de Guayaquil,
Juan Pablo Moncagatta, que en unas horas más se decretaría la
devaluación monetaria, me llamó por teléfono, alarmado, a
decirme que en Guayaquil se consideraba que ella provocaría la
inmediata caída de mi gobierno". Era a finales de 1981. Un
año y tercio después cuando "me reuní con el presidente de mi
Partido, Julio César Trujillo, para informarle de las
decisiones que iba a tomar al día siguiente, su respuesta fue
una pregunta: -"¿Qué vas a hacer cuando el pueblo de Quito
rodee el palacio nacional? ¿Vas a darle bala, a entregarte o
a huir?" Me pareció prudente informar a los ministros del
sector político y del sector social. Todos se opusieron y el
ministro de Bienestar, Alfredo Mancero dijo: "Esto no tiene
ninguna presentación pública, todas nuestras cabezas
terminarán en los postes de la Plaza de la Independencia".
Felizmente para todos, no se cumplió tan terrible predicción,
pues de otra suerte esas cabezas habrían sido remodeladas en
la renovación de la Plaza Mayor, otra obra de Evaristo.

LEON, EL PUEBLO TE HA EXTRAÑADO

Las anécdotas de León Febres Cordero en la presidencia deben
de ser numerosas. Dicen que en el trato con todos era
encantador, salvo cuando montaba en cólera y granputeaba hasta
al propio canciller. Sus íntimos aseguran que es un hombre
tímido, que no ama la vida social, que su placer mayor es
refugiarse en "El Cortijo", su finca, con su esposa y cuidar
de sus caballos. En tiempos de la Presidencia, los peones de
una quinta en la Armenia que el demopopular lojano Patricio
Vivanco arrendó al Presidente decían que Febres-Cordero era
una persona afable, que se interesaba por sus familias de
ellos, y que le gustaba ver hornear pan en un horno de barro y
comerlo caliente junto a ellos.

RODRIGO, EL PUEBLO ES EL TESTIGO

En cuanto al presidente Borja, la única vez que fui invitado a
comer en Palacio, y no por el Presidente sino por el
incorregible Polo Barriga, director de la Senac, con el
pretexto de mirar en pantalla gigante el encuentro
Argentina-Italia durante el campeonato mundial de 1990, el
presidente Borja saludó con afabilidad y luego se ocupó
intensamente en cuidar que la cortina que oscurecía la
sala-comedor estuviese bien colocada. Trajo él mismo una
silla, se subió en ella, arregló los ganchos, haló la cortina
y comprobó que ni un rayo de luz se filtrara en la sala.

Alguna gente habla de la "prepotencia" de Borja. Las contadas
veces que lo he visto cara a cara me ha parecido muy sencillo
e informal. En el Municipio, en una sesión solemne, ayudaba
desde su sitial a sostener unos diplomas. Y en los 10 años de
HOY en la Casa de la Cultura entró tan llanamente que nadie se
puso en pie y nadie lo aplaudió. Una periodista guayaquileña,
presente en el acto, me comentó días más tarde en Guayaquil:
-"Aquí no hacemos eso al Presidente Borja. Cuando entra, nos
ponemos en pie y lo aplaudimos".
EXPLORED
en Autor: Simón Espinosa - [email protected] Ciudad N/D

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