Quito. 28 jun 99. El uno de enero del 2000, el Iess colapsará,
el agua puede faltar, los teléfonos quizá no funcionen, clínicas
y hospitales se volverán un peligro para la salud. Los arreglos
pueden hacerse, pero llevamos tres años de retraso, no tenemos
de dónde sacar los 800 millones de dólares que se necesitan y lo
peor es que para esto no hay prórroga

No importa qué cantidad de códigos tenga. No importa qué cantidad
de presupuesto tenga disponible para la tarea. No importa cómo
piensa hacer la conversión. Usted tiene la misma fecha límite:
31 de diciembre de 1998. ¿1998? Sí, esta es otra de las malas
noticias. En 1998 se deberá terminar el asunto, ya que debe
probar los miles de cambios que habrá hecho en sus aplicaciones",
sentenció hace seis años, Peter de Jager, el hombre que alertó
al mundo sobre el problema que se avecina.

Mientras, en el mundo industrializado los plazos se han cumplido
y solo se están puliendo los planes de contingencia para
eventuales emergencias que podrían suceder el uno de enero del
2000, en el Ecuador apenas empezamos a ser conscientes de que
algo grave está por pasar: El registro de los afiliados al Iess
puede desaparecer porque a estas alturas, el Iess ha probado ya
buena parte de sus programas de computación, pero "el ciclo de
pruebas no funciona para el año 2000" y porque sus funcionarios
de informática están convencidos de que "esto del 2000 es un
invento de los gringos"; Guayaquil podría quedarse sin agua
porque la Ecapag recién está buscando un crédito externo para
actualizar los sistemas de la planta de tratamiento que abastece
al 66% de la ciudad más populosa del país; los teléfonos corren
el riesgo de quedar sin tono porque aún no se firman todos los
contratos con los fabricantes de las centrales telefónicas para
la actualización de las mismas; Petroecuador y sus filiales se
enteraron recién el uno de abril pasado que pueden dejar de
funcionar el oleoducto, las refinerías, el terminal de Balao y
los puntos de distribución de combustible. Los trámites aduaneros
van por el mismo camino. Todo un caos. Y no menos terrible es
conocer que los equipos médicos de los hospitales y hasta los de
las clínicas particulares no han sido ni siquiera chequeados para
ver si resistirán o no el cambio de milenio. ¿Qué tal si un
respirador artificial se detiene pensando que nadie le ha dado
mantenimiento desde hace 99 años? Con este panorama muy real, no
es exagerado decir que el Ecuador puede virtualmente desaparecer
inmediatamente después de haber quemado el Año Viejo.

¿DÓNDE ESTÁ EL PROBLEMA?

Se lo llama efecto 2000, síndrome del 2000, virus del 2000 o
simplemente Y2K que es la abreviatura en inglés de "Year 2 Kilo"
que es como haber puesto el año 2000 en terminología informática.


El problema es real. Nos afectará a todos. ¿Con qué magnitud?
¿Por cuánto tiempo? La respuesta de los expertos es unánime:
"Solo sabemos que nadie lo sabe". Lo que no es unánime es la
percepción que del problema se tiene en nuestro país. Mientras
los bancos y algunas grandes empresas empezaron a trabajar en la
corrección de las líneas de código de sus programas y revisión
de sus equipos desde hace tres o cuatro años, hay áreas críticas,
públicas y privadas, en donde ni siquiera se visualiza la
catástrofe. El propietario de una tradicional clínica
guayaquileña dijo que no tomará precauciones porque no lo
considera necesario: "El problema solo lo tienen las computadoras
y, por ejemplo, el tomógrafo de esta clínica no es
computarizado". Según Andrés Panasiuk, de Intervizión, "El 90%
de los problemas del Y2K no tienen que ver con las computadoras
que normalmente tenemos en nuestra casa y nuestro trabajo, sino
con los millones de microprocesadores repartidos en los lugares
más recónditos del país".

Hay microprocesadores de tiempo en los submarinos de la Armada
Nacional; en los barcos mercantes que transportan nuestro
petróleo y nuestro banano; en los aviones de Tame, San, Saeta y
Ecuatoriana; en los marcapasos que usan nuestros familiares
enfermos del corazón, en los sistemas de alarma contra robo de
nuestras casas; en los aparatos de detección de incendio de los
hoteles; en los ascensores de los edificios inteligentes; en los
teléfonos celulares; en las maquinitas que sirven para validar
las tarjetas de crédito; en los cajeros automáticos; en la
videograbadora; en el televisor y hasta en el microondas. Hay
millones y millones de microprocesadores que toman en cuenta el
día y la hora y que nadie sabe cómo reaccionarán cuando llegue
el uno de enero del 2000.

En exámenes de laboratorio, un mismo modelo de microprocesador,
cumpliendo la misma tarea, pero colocado dentro de computadoras
diferentes, se han comportado de forma distinta: el uno dejó de
funcionar y el otro siguió como si nada. Las unidades de
supervivencia de los hospitales podrían no alertar al médico ante
un cambio del comportamiento cardíaco de un niño porque el equipo
pensará que está conectado a un anciano y que los valores son
normales para tan avanzada edad. El sistema dará de baja a todos
los productos perecibles de un supermercado porque asume que la
fecha de caducidad ha sido superada. Habrá sistemas de defensa
militar que inicien ataques atómicos de represalia automáticos
al considerar que hace más de 99 años no existe comunicación con
sus defendidos. Aviones y automóviles no encenderán por falta de
mantenimiento. Así, un millón de grandes y pequeños detalles de
la vida moderna se verán afectados y todo por culpa de dos
dígitos.

¿QUIÉN TUVO LA CULPA?

"La culpa nació soltera y nadie con ella se quiere casar", dice
el refrán que calza al problema del milenio. Todo surgió en la
década del 40, en la prehistoria de la informática, cuando los
computadores ocupaban habitaciones enteras y apenas eran capaces
de unas cuantas multiplicaciones. Recordemos que la primera
computadora que se puso en venta fue la Univac, en 1948. Los
datos se introducían mediante tarjetas perforadas que tenían una
capacidad limitada. Cualquier ahorro era esencial. Los
programadores decidieron ahorrar dos dígitos al momento de
introducir el año en las líneas de códigos de los programas. En
los años 60, la Univac 1107 costaba medio millón de dólares y
tenía tan solo 256 k de memoria ram, es decir, 125 veces menos
poderosa que cualquier PC actual de mil dólares. Entonces, al
eliminar dos cifras se ahorraban miles de dólares. Además, el
2000 estaba muy lejos. Las seis cifras (dd/mm/aa) se convirtieron
en estándar.

Los primeros en darse cuenta de que algo no iba bien fueron los
mormones. Los registros de la genealogía de sus miembros,
almacenados en Salt Lake City con la intención de que duren hasta
el juicio final, necesitaban traspasar el milenio. Fue Robert
Bemer, creador del lenguaje Cobol quien hizo la primera
advertencia pública en 1979. Pero hace 20 años, todos aseguraban
que los programas que estaban creando no llegarían, ni de risa,
al 2000. "Es cierto que la mayoría del software con cierta
antigüedad ha desaparecido. Pero el código que ya estaba escrito
fue reutilizado en otros programas", recuerda Alberto de las
Fuetes, de diario El Mundo de España.

Finalmente fue Peter de Jager, un don nadie como él mismo se
definió, quien en 1993 escribió un artículo anunciando la
catástrofe que los informáticos se empeñaban en ignorar. Se
tituló El día del Apocalipsis y se convirtió en un clásico cuando
el mundo lo tomó en serio. Así, American Airlines dedicó 60
millones de dólares para resolver el problema, El National
Westminster Bank de Inglaterra presupuestó 100 millones de libras
esterlinas y British Telecom 350 millones de libras. El mundo
gastará 600 mil millones de dólares, más de lo que costó la
Segunda Guerra Mundial. Es un precio brutal del que no se
obtendrán beneficios contables, es imperioso gastarlos solo para
seguir trabajando.

En el Ecuador las advertencias de Jager llegaron a tiempo, pero
pasaron de largo. Hace apenas dos meses el Estado reaccionó ante
la inevitable catástrofe. Fue demasiado tarde.

Colaboración de Fausto Yépez y alumnos del IX Ciclo de
Comunicación de la Universidad Católica de Guayaquil.

A media luz

La Empresa Eléctrica Quito inició el proyecto Y2000 en 1998. De
los computadores existentes debió reemplazarse la tercera parte.
Los equipos de generación ya han recibido la certificación de los
fabricantes. La pruebas finalizarán el 30 de junio.

En Guayaquil la suerte ha estado de por medio. Durante años la
Empresa Eléctrica del Ecuador, Emelec, no renovó sus generadores.
Debido a ello, hoy existe un grupo muy antiguo y otro muy
moderno. Los unos no tienen partes electrónicas y los otros ya
están preparados para el 2000.

Pero el grueso de la generación eléctrica del Ecuador depende de
cinco empresas de generación, 19 de distribución y una de
transmisión. Hay un retraso en las centrales Trinitaria y
Pascuales de Guayaquil. El mayor problema está en las
distribuidoras sobre todo en las más pequeñas.

Sin gasolina

Recién el uno de abril se creó en Petroecuador y sus filiales el
"Grupo especial de trabajo Y2K". En el oleoducto, "la mayoría de
sistemas de operación funcionan bajo una tecnología neumática"
y son mínimos los componentes electrónicos. Están inventariando
esos equipos.

En Petroindustrial, en el segundo semestre del año pasado se
inició un proyecto que incluye las refinerías de Esmeraldas,
Libertad, Sushufindi y Amazonas. En marzo "se responsabilizó la
verificación del inventario a un funcionario técnico". Se gastará
420 mil dólares y nadie puede asegurar que estarán listos el uno
de enero.

En Petrocomercial, encargada del abastecimiento de combustibles,
es imperativa la renovación tecnológica administrativa a un costo
de millón y medio de dólares. En el campo operativo se busca
"identificar y solucionar posibles problemas en la utilización
de estos equipos". Por lo tanto, la distribución de combustibles
podría verse seriamente afectada en el Año Nuevo.

Un informe a la Presidencia reconoce que "el proyecto se inició
demasiado tarde como para identificar y encontrar soluciones
inmediatas a los posibles problemas". En total se gastará 3,6
millones de dólares.

En marzo de 1999, el Ejecutivo declaró como actividades de
emergencia a todas aquellas relacionadas con el año 2000 y se
responsabilizó a cada institución del Estado la resolución de su
problema por el cambio de milenio. Fuimos el último país de
América Latina en declarar el efecto 2000 como un problema de
Estado, el penúltimo fue Bolivia que lo hizo el 13 de enero.

Según Jackeline Herrera, de la Oficina del 2000 de la Presidencia
de la República, "cada uno de los coordinadores en los sectores
de energía eléctrica, telecomunicaciones, petróleo, navegación
aérea y marítima, y salud se encuentran presentando informes de
los resultados alcanzados". Es decir, que en toda la maquinaria
pública, recién se está empezando a conocer del problema. De
acuerdo a los estándares inter- nacionales llevamos tres años de
retraso. El costo total del Plan 2000 ascenderá a por lo menos
cuatro por ciento del PIB, esto es 800 millones de dólares".

Aterra conocer que los hospitales y clínicas del país no están
conscientes del problema que afectará a todo equipo médico que
tenga en su interior un chip.

En los hospitales del Iess ni siquiera se han identificado los
equipos que tendrán problemas. Cosa similar ocurre en los
hospitales de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, donde aún
no se nombra a la comisión especial que se encargará del asunto.
La historia se repite en Solca donde recién el uno de junio
pasado el jefe de sistemas encargado despertó a médicos y
funcionarios de ese centro asistencial.

Los hospitales regentados por el Ministerio de Salud también
entrarán en crisis. Hay muchos equipos que tienen 10 años o más,
a cuyos proveedores no se ha podido ni siquiera localizar.

Las clínicas privadas, en su mayoría, tampoco son conscientes de
lo que está por venir. En nuestra investigación encontramos que
solo la clínica Kennedy en Guayaquil y el hospital Metropolitano
en Quito están a punto de dar garantías de que todos sus sistemas
y equipos funcionarán en el 2000.

Andinatel y Pacifictel no firman aún todos los contratos para
actualizar algunas de sus centrales que no serán compatibles con
el cambio de milenio. De no hacerlo rápido, las reparaciones o
"upgrades" no estarán listas el 31 de diciembre y si trabajando
al apuro lo llegan a estar, no habrá tiempo para pruebas y peor
para planes de contingencia. Ambas empresas necesitan gastar más
de 15 millones de dólares.

Las centrales telefónicas digitales Ericsson, Siemens y Alcatel
requieren adaptaciones especiales para evitar que se vuelvan
locas el uno de enero. Solo un pequeño grupo de centrales Samsung
y Nec están aptas para el nuevo milenio. En Pacifictel son 33 las
centrales en problemas, se salvarán unas pocas centrales
analógicas antiguas, las cuales por no poseer componentes
electrónicos están libres del mal.

En Andinatel, de 45 centrales telefónicas cuyos sistemas no son
compatibles con el 2000, apenas cinco de ellas han recibido los
ajustes necesarios. Veintisiete se encuentran descritas como "en
proceso de solución" y 13 están definitivamente afectadas no solo
por el 2000, sino también por la falta de recursos.

En Guayaquil, el 66% de la producción de agua potable depende de
un sistema electrónico. En la Planta de Tratamiento de La Toma,
21 items electrónicos pueden tener problemas en el 2000. Para
identificarlos la Ecapag ha pedido ayuda a los embotelladores de
Coca Cola.

Al momento de nuestra investigación, aún no se había determinado
cuántos elementos hay que cambiar o actualizar en esa planta. Por
tanto la Ecapag no ha cuantificado el gasto que supondrá superar
el problema.

En cuanto al área informática propiamente dicha de la Ecapag, el
sistema de facturación está hecho en un lenguaje de computación
que fracasará sin remedio el uno de enero. Han pedido auxilio a
la Espol.

Según los directivos de Ecapag, de no poder arrancar la planta
el uno de enero de manera automática, pueden hacerlo manualmente,
por lo que en el peor de los casos, el suministro de agua estaría
garantizado.

En Quito, la Empresa Municipal de Agua Potable ya se encuentra
en las etapas de pruebas de todos sus sistemas, por lo que no se
avisora ninguna emergencia. En el resto del país, los equipos de
bombeo no son electrónicos. Pero ¿si falla la energía eléctrica?

Lo más probable es que todos los sistemas del Iess fallen el uno
de enero del 2000. "Si nos dejáramos llevar por los comentarios
vertidos por los funcionarios del Iess que han manejado el área
de sistemas por muchos años, estuviéramos absolutamente
equivocados", alerta Enrique Arosemena, miembro de la Comisión
Interventora del Iess.

Como alternativa se ha pensado en un convenio con el Instituto
de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas. Para Jackeline
Herrera de la oficina 2000 de la Presidencia, "el departamento
de tecnología del Iess no ha dimensionado adecuadamente el
problema. Dicen que todo es producto de la informática
esotérica". (Texto tomado de La Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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