¿De vuelta a los viejos tiempos?
Mañana decide el paÃs a cuál de los dos candidatos a la Presidencia de la República escogerá para -si la Democracia no vuelve por alguna medida extrema- que ocupe el Palacio de Carondelet durante los siguientes cuatro años. Sea el uno o el otro el candidato triunfante, le esperan al periodismo ecuatoriano tiempos diferentes. Quizás la reedición de âalgunos buenos viejos tiemposâ. O malos, según se mire.
El Diario HOY, para ceñirnos al medio que nos compete, deberá vivir entre paradojas y contradicciones los meses o años venideros. Para bien de sus lectores, que son lo que importa a un medio de comunicación escrita, deberá guardar las correspondientes y debidas distancias con el poder. En buena hora no parece que alguno de sus funcionarios y editores importantes se traslade a Carondelet con todo y sus bártulos y sus experiencias periodÃsticas. Viejas lecciones más o menos bien aprendidas -eso espera la DefensorÃa- parecen anular la posibilidad de las posibles tentaciones del poder. Se ha repetido hasta el cansancio, pero no sobra hacerlo una vez más: El periodismo no admite desviaciones, a no ser que se le abandone definitivamente. Las tentaciones del poder están bien para cualesquiera otras profesiones, excepto para este âmaldito oficioâ. Los cambios de vereda y los camisetazos no le van bien al periodista. Estar en una vereda y de repente aparecer en la de enfrente es asunto de polÃticos. Y no solo de polÃticos ecuatorianos: recordemos que Churchil era afecto a recorrer el salón de la Cámara de los Comunes antes de ser Lord del Almirantazgo, para pasarse de los Tories a los laboristas y viceversa, según soplaran los vientos de la polÃtica. Pero era Churchil, era la vieja y procerosa -y pérfida- Albión, y las distancias no son meramente geográficas.
Volviendo al tema, el diario HOY tiene un compromiso con sus lectores en primer lugar, con la sociedad en el mismo nivel: ser objetivo, distante, imparcial, veraz y consecuente con una causa: la libertad de expresión y aquello que el diario asuma como La Verdad. No para creerse dueños de ella, pues nadie lo es, sino para entregarle al público lector un producto confiable porque su objetivo es la información verÃdica y verificable y verificada. Debe, pues, el Diario HOY hacer cuanto esté a su alcance para no ser considerado amigo ni enemigo del próximo gobierno. Una y otra circunstancias son contrarias al buen periodismo.
Es posible que ser considerado âenemigoâ resulte mejor en términos de independencia y responsabilidad informativa, que ser tenido como incondicional del régimen. Pero también es cierto que el Diario es una empresa y como tal debe sobrevivir. Incluso para poder seguir sirviendo a la comunidad. Pero eso se consigue si el público percibe independencia, rigor informativo, búsqueda incesante de la verdad, objetividad como meta y ambición. Esperemos lo mejor para todos: Diario, Comunidad y Estado.
Tragedias y periodismo
Acaba de ocurrir en Riobamba un espantosa tragedia, posiblemente accidental. El Diario, de lo poco visto hasta ahora, ha hecho buen cubrimiento del caso. Pero debe ir más allá del humo de las explosiones.
Como vivimos en un medio afecto a los rumores de todo tipo, ya empiezan a correr algunos que tratan de encontrar al hecho ocurrido explicaciones que acaso no existan. Pero también es cierto que âcuando el rÃo suena es porque lleva piedrasâ. De modo que el Diario -el periodismo en general- debe saltar u horadar la barrera de los secretismos y del âtapen tapenâ, para encontrar las verdaderas causas del siniestro e informarlas a la comunidad. Porque la comunidad tiene derecho a conocer qué fue lo que pasó en Riobamba, a despecho de actitudes oscurecedoras.
Incluso para bien de las Fuerzas Armadas, pues que a nadie como a ellas les hará dañol guardar las cosas en secreto.
A propósito de lo anterior, el sábado pasado se reproducÃa en esta columna un artÃculo de un periodista exiliado, en el cual se criticaba el conformismo que en los últimos años viene afectando a los periodistas, que se acomodan con las âfuentes oficialesâ para su trabajo. Las fuentes oficiales suelen ser las menos confiables, porque los Gobiernos siempre quieren esconder cosas. De modo que hay que ir al escenario de los hechos y escudriñar para ver lo que haya que ver y contarle a la gente lo que la gente tiene derecho a saber.
Con la explosión, hasta la gramática sufrió
El pie de una fotografÃa que el Diario publicó el viernes en la página 3 A, parte inferior, parece que fue afectado por los sucesos de Riobamba. Ante la imagen de una puerta metálica, no una âlánforâ, pues esa es la vieja marca, el redactor escribió: âUna lanfor destruida por el estruendo en la calle Pichinchaâ. Pues no señor piedefotista: ningún estruendo, por fuerte, agudo y sonoro que sea, destruye una puerta de metal. Si acaso, al más cercano hasta le puede reventar los tÃmpanos. Pero doblar una puerta, ni de vainas. Las ondas expansivas de la explosión debieron ocasionar la comba en la puerta esa, pero no el ruido, que es molesto y asustador pero no va más allá. Y, por favor, no todas las cuchillas son âgillettesâ ni todas las puertas metálicas son âlánforâ.
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