Casa adentro, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, empieza a tomar la sartén por el mango. Esa es la percepción generalizada de la población, a tres meses de haber asumido el poder gubernamental del país más convulsionado de la región. La visita que el presidente electo del Ecuador, Lucio Gutiérrez, realiza hoy a Bogotá revela la necesidad imperiosa que tiene el Mandatario colombiano de aprobar una asignatura aún pendiente: concretar el respaldo más explícito de los países vecinos para robustecer su posición frente a los grupos insurgentes.

Según la última encuesta difundida este mes por Gallup, el presidente Uribe cuenta con un inédito respaldo del 75 por ciento entre sus conciudadanos. Su popularidad no es gratuita: desde que llegó al Palacio de Nariño ha cumplido sus promesas de campaña. La mano dura contra los violentos va en marcha con su estrategia de fortalecimiento de las fuerzas militares, la decisión de decretar el Estado de Conmoción Interna, la red de un millón de informantes civiles, el paquete de reformas constitucionales y el impuesto de seguridad democrática del 1,2 por ciento sobre el patrimonio bruto de las empresas, son entre otros algunos de sus aciertos.

La agresiva política de Uribe tiene desconcertada a la guerrilla, que replegó sus fuerzas. Eso, para el internacionalista colombiano Vicente Torrijos, ha conducido a Colombia a un momento de extrema incertidumbre, a un ´limbo´. "Aunque Uribe tiene una política muy clara de seguridad, no sabe exactamente a qué tipo de enemigos está enfrentando. Solo tiene un certeza: las FARC son un adversario difícil, con curtidos combatientes con una experiencia de 40 años.

Quien sí conoce bien a las FARC es el mayor general Teodoro Campo, jefe de Inteligencia del Ejército colombiano. Él sostiene que ese repliegue implica un cambio estratégico de la guerrilla que escalará los atentados terroristas en las ciudades, a través de sus grupos milicianos. Y tiene con qué hacerlo. Según datos de Inteligencia, los últimos meses las FARC lograron insertar en las principales ciudades entre 10 000 y 15 000 agentes.

El inminente recrudecimiento del conflicto en los centros poblados no es considerado como un golpe de efecto positivo para la guerrilla. "Su desgaste ha sido sistemático. El Gobierno, por el contrario, se ha robustecido. Eso ha desconcertado a la guerrilla, acostumbrada a enfrentar a gobiernos débiles y tambaleantes", subraya Torrijos.

Para el constitucionalista Armando Noboa, la población percibe que se ha invertido la relación de fuerzas en favor del Estado, que busca recuperar la iniciativa para forzar a la guerrilla a volver a la mesa de negociaciones en iguales condiciones.

Sin embargo, Noboa cree que el precio que Colombia ha debido pagar por ese reequilibrio en las fuerzas militares es muy alto. Las cifras le dan la razón: anualmente, según la publicación especializada Foreign Affairs, en Colombia mueren por el conflicto 4 000 civiles, y en la última década sumaron más de 30 000. En el 2001 más de 3 000 extranjeros y colombianos fueron secuestrados. Este año se reportó el desplazamiento forzado interno de 260 000 personas.

En este contexto, el presidente Uribe sabe que el desenlace militar es poco probable. Por eso, desde que asumió el poder el 26 de agosto, dejó claramente sentado que la crisis de su país no puede resolverse sin la participación de todos sus vecinos.

Torrijos cree que la coincidencia ideológica de izquierda de los presidentes Inacio Lula, de Brasil; Hugo Chávez, de Venezuela, y Lucio Gutiérrez puede ser un excelente promotor para ayudar a las FARC a resolver sus incógnitas y llegar a un acuerdo con el Estado.

En ese sentido, Noboa opina que el mejor servicio que podrían prestar los tres mandatarios al conflicto interno es no alimentar ningún tipo de relación que estimule el fortalecimiento militar de las guerrillas. "Lo ideal sería que los gobierno mantuvieran un esquema de neutralidad activa, lo que significa repudiar el uso de la violencia, como instrumento de cambio democrático, y a la vez reclamar una solución política negociada al conflicto".

EE.UU. es el principal aliado

Después del 11 de septiembre, el presidente de Estados Unidos, George Bush, logró que los 1 200 millones de dólares asignados inicialmente para la tarea antidrogas sean reorientados contra el terrorismo. Ese viraje fue clave para la administración de Uribe, que tiene en Washington a su principal aliado para derrotar a la subversión.

Para el analista Armando Noboa, la punta de lanza de la relación de EE.UU. con los países de la Comunidad Andina es Colombia. Eso se evidenció en el tratamiento de los aranceles preferenciales que primero se otorgaron a Colombia.

"Para Colombia la relación con EE.UU. es vital, aunque eso signifique poner en un segundo plano al resto de países de la región", comenta Vicente Torrijos.

Según Noboa, Colombia está cada vez más subordinada a la política estadounidense. "Todos los instrumentos que tiene Washington para debilitar al Gobierno colombiano en su manejo autónomo del conflicto los va a utilizar".

Fuentes de la Cancillería ecuatoriana dicen que esa negociación bilateral ha minado la sólida estructuración del bloque andino.

El Plan Colombia sigue . El programa bandera del gobierno de Andrés Pastrana es continuado por Uribe con todos sus componentes y cuenta con el 67% de respaldo, según Gallup.

Los tres frentes de Uribe . El Presidente de Colombia tiene tres adversarios principales: las FARC con 18 000 efectivos, las Autodefensas con 12 000 hombres y el ELN con 3 500 a 5 000 hombres.

Poco apoyo a las FARC . El respaldo de la ciudadanía para las FARC ha caído; actualmente se encuentra debajo del 2 por ciento. Mientras que para los paramilitares está en el cinco por ciento.
EXPLORED
en Ciudad Quito

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