Quito. 16 jun 97 .- El mundo seguía pensando en la desintegración
del átomo, el Ecuador tenía sus ojos puestos en el banano.
Empezaba la decadencia de un ferrocarril que ya no era
imprescindible. "Al cumplir 18 años, en agosto de 1957, vine a
Quito para preparar el ingreso a la universidad. Recuerdo el
camino empedrado que unía Riobamba con la Capital, el autobús de
duros asientos de madera y el largo viaje de siete horas",
escribió el doctor Osvaldo Hurtado en su libro Política
democrática.

En Guayaquil se soñaba con un gran puente sobre el majestuoso río
Guayas para fomentar la unidad nacional. El entonces ministro de
Obras Públicas, arquitecto Sixto Durán-Ballén escuchó el pedido
y diseñó la obra. El Ecuador emprendía ya en grandes cambios,
empezaba a transformarse.

MODELOS OLIMPICOS

El fútbol ya era el deporte de multitudes pero los estrechos
escenarios no permitían disfrutarlo a plenitud. En Quito el
Estadio del Arbolito, situado detrás de la Casa de la Cultura,
reventaba con los ya famosos clásicos Aucas-Liga. En Guayaquil
la situación era similar, en el Estadio Capwell, cada vez que se
enfrentaban los ídolos del Astillero, Barcelona y Emelec.

Cuatro años más tarde, ya la historia había cambiado. Quito,
aprovechando los juegos deportivos sudamericanos, había
inaugurado el Olímpico Atahualpa y Guayaquil, meses después,
hacía lo propio con el Estadio Modelo. Con el paso de los años
estos escenarios, con capacidad para 50 mil personas, cada uno
también quedaron obsoletos. Hoy modernos escenarios han sido
construidos por los mismos clubes de fútbol. Edificaciones con
lujosas suites, circuito cerrado de televisión, controles
electrónicos de ingreso en algunas localidades, son entre otras
las comodidades que convierten al nuevo Estadio Capwell de
Emelec, al Monumental de Barcelona y a la Casa Blanca de Liga de
Quito en tres de los más modernos y elegantes del continente.
Manta, Portoviejo, Ambato, Riobamba, Cuenca y Machala cuentan
también con remozados estadios que han sido sedes de importantes
torneos mundiales.

En otras disciplinas deportivas también cambió el país. En 1957,
el ya fallecido piloto ambateño Luis Larrea hacía sus pininos por
polvorientos caminos. Trece años después contábamos con el
autódromo internacional de Yaguarcocha, una pista de primera
categoría que rodea a una de las más hermosas lagunas de
Imbabura. El mundial de natación de 1981, que consagró en
Guayaquil al ya mítico Greg Louganis, motivó también la
construcción de piletas que proyectaron el Ecuador al mundo.

TRANSPORTE

Ni siquiera las dos principales ciudades del país tenían una
comunicación terrestre fluida. Para viajar de Quito a Guayaquil
había que hacerlo por la empedrada y peligrosa vía Flores. Su
nombre se debe a que su construcción había empezado durante el
gobierno del general Juan José Flores y 130 años después seguía
siendo la principal arteria nacional. Hubo que esperar hasta 1962
para poner en operación la Quito-Aloag-Santo Domingo, obra
ejecutada por uno de los grandes constructores de carreteras de
las últimas cuatro décadas, Antonio Granda Centeno, ya fallecido.
En 1997, miles y miles de kilómetros asfaltados, aunque aún muy
pocas autopistas, unen grandes y pequeñas ciudades, desde el
Carchi al Macará y desde la orilla del mar hasta Puerto Morona,
una de las poblaciones orientales más al este del país.

La transportación aérea era incipiente. Los en 1957 ya no tan
modernos Douglas DC- 3, que habían alcanzado fama durante la
segunda guerra mundial, unían a Quito con Guayaquil usando
rudimentarios campos de aviación operados por compañías privadas.
Panagra hacía los vuelos nacionales, mientras que Avianca era una
de las pocas aerolíneas internacionales que osaba aterrizar en
Ecuador. Al llegar al siglo 21 el Ecuador cuenta con seis
aeropuertos internacionales y se ha convertido en uno de los
países sudamericanos con mayor densidad de ayudas electrónicas
a la navegación por kilómetro cuadrado de territorio. Pero
también tenemos uno de los mayores índices de accidentes aéreos
por volumen de tráfico registrado. Las tragedias grandes y
pequeñas nos han dejado muchas lecciones, algunas de las cuales
no terminamos de aprender. Una de ellas es la necesidad imperiosa
de alejar de las grandes ciudades a las terminales aéreas y
contar con aeropuertos espaciosos y automatizados para el tráfico
internacional que aumenta día a día.

Tampoco se ha detenido el tiempo en cuanto al transporte fluvial.
Hace cuatro décadas, los buques acoderaban en el malecón de
Guayaquil. El tiempo dio paso a modernos puertos marítimos
necesarios para acoger a los actuales buques de gran calado.
Guayaquil, Manta, Esmeraldas, Puerto Bolívar y el terminal
petrolero de Balao, empezaron a enviar y recibir grandes
cantidades de mercadería. Con ello aumentaron las exportaciones
de petróleo y banano y se desarrollaron las de otros productos
como el camarón, frutas tropicales, productos del mar y
artesanías. Pero al mismo tiempo se incrementaron las
importaciones de infinidad de artículos que en algunos períodos
desequilibraron la balanza de pagos internacional.

EL PETROLEO

Cuando Vistazo salió al mercado hablar de petróleo era pensar en
los yacimientos de la península de Santa Elena que ya amenazaban
con agotarse. Solo los soñadores veían la posibilidad de explotar
lo que se vislumbraba como una gran reserva hidrocarburífera: el
Oriente. En los años 60 un presidente de la República fue
duramente criticado por suponer que el Oriente era un mito.

Hacia finales de los años 60 entró en operación el primer pozo
petrolero denominado Lago Agrio 1, en el nororiente. Los ojos del
país se volvieron hacia esa región y no solo las inversiones del
Estado sino que miles de ecuatorianos migraron a la zona.
Paralelamente al desarrollo de la industria petrolera, la selva
se vio invadida de colonos. Los indígenas, dueños ancestrales de
esos terrenos, empezaron su repliegue que en algunos casos
vendieron caro.

La inminencia de que el Ecuador empiece a recibir recursos
provenientes de las exportaciones petroleras trajo consigo
inestabilidad política. Seis meses antes de la primera
exportación de petróleo se dio un golpe de Estado. Un gobierno
denominado nacionalista y revolucionario ascendió al poder
derrocando al quinto velasquismo. En agosto de 1972 se produjo
la primera exportación petrolera, brillaron los ojos del país
cuando, pletórico de entusiasmo, el jefe de Estado general
Guillermo Rodríguez Lara, exclamó que sembraríamos el petróleo.

SIGNOS TECNOLOGICOS

Las palabras del dictador cayeron en tierra fértil pero con
excesivo drenaje. Efectivamente, los presupuestos del Estado
empezaron a crecer casi geométricamente. Pagamos la deuda que
teníamos con Inglaterra desde la independencia. Hasta pensamos
en convertirnos en prestamistas. El oro negro nos catapultó al
progreso. En contraste crecieron nuestras ansias de gastar y de
endeudarnos.

El gran salto producido en el comercio exterior nos enfrentó a
la necesidad de ampliar nuestros horizontes de comunicación. Los
interlocutores eran ahora los grandes mercados internacionales
y la telefonía que se había "automatizado" en 1958, muy mal nos
comunicaba entre nosotros. Se inauguró la estación terrena en
1972, "desde hoy el Ecuador es más grande y el mundo más
pequeño", decía un eslogan de la época. Con la comunicación
satelital, primero en Quito y luego en Guayaquil empezó a
funcionar el discado directo internacional. Las centrales
digitales no aparecieron sino hasta mediados de los 80 cuando ya
fue posible una comunicación más ágil y hasta con la posibilidad
de recibir una nueva llamada mientras se está hablando. En 1994
empezamos a utilizar la telefonía móvil celular.

También en 1972, en Guayaquil, nacía el primer banco totalmente
automatizado, el Banco del Pacífico. Las computadoras que antes
se las había visto solo en fotografías extranjeras, ahora estaban
a vista y paciencia del público en las ventanillas de la nueva
entidad. Desde ese momento empezamos a olvidar el viejo concepto
de que los cheques se podían cambiar exclusivamente en la oficina
en donde se abrió la cuenta corriente. Pocos años después
llegaron los hoy tan comunes cajeros automáticos, las consultas
bancarias a través del teléfono directamente con un computador
y actualmente la banca electrónica por internet. Paralelamente
a la banca moderna aparecieron en el Ecuador las tarjetas de
crédito. La primera fue Diners en los años 70, aunque con
limitado éxito inicial. La popularización del dinero plástico
llegó de la mano de Filancard, la primera tarjeta totalmente
ecuatoriana. Hoy, el 25% del comercio formal del país se maneja
con tarjetas de crédito.

Con la banca y las telecomunicaciones, la modernización también
llegó a la empresa privada. La copiadora entró a la oficina a
fines de los 70 y el fax en los 80. Las máquinas de escribir
primero se volvieron eléctricas, luego electrónicas que permitían
grabar las cartas antes de imprimirlas y, finalmente dieron paso
a las computadoras con sus poderosos procesadores de palabras.

En el hogar, la vida cambió radicalmente. La televisión fue uno
de los primeros electrodomésticos y el que más grandes cambios
originó. El pequeño intruso terminó reorganizando la vida
familiar, al principio uniéndola en la sala y posteriormente
separándola en cada dormitorio. Cuando nació Vistazo, nadie
imaginaba que un evento pudiera ser visto al mismo tiempo en
lugares diferentes. Quince años después, la inauguración de las
olimpiadas de Munich eran admiradas a través de la televisión por
todos los ecuatorianos. Para diciembre de 1974, en España los
televidentes podían disfrutar en directo y a color de una de las
corridas de toros en la Monumental de Iñaquito. Hoy, una pequeña
antena de 30 centímetros de diámetro instalada en el techo o en
el patio permite la llegada directa de la televisión digital con
imagen y sonido puro.

La refrigeradora, artículo aun novedoso en 1957, abandonó el
comedor y fue recluida en la cocina. El gas reemplazó al kérex
y el microondas terminó facilitando las cosas. El acondicionador
de aire mejoró el ambiente del hogar. El disco de carey quedó
para la historia con el aparecimiento del disco compacto. Y mil
cosas que aparecieron como suntuarias, se han vuelto
absolutamente necesarias.

GIGANTES DE HORMIGON

Pero el país también ha cambiado en su aspecto físico, a través
de gigantescas obras de ingeniería.

Era 1957 cuando Milton Barragán Doumet, ayudante dibujante,
plasmaba en papel la maqueta de lo que sería años después el
Palacio Legislativo, se iniciaban a la vez una serie de grandes
obras nacionales. Además de la sede del Congreso, en esos años
se construyó el hotel Quito, se remodeló el Palacio de Carondelet
y se sentaron las bases para el puente sobre el río Guayas.

Pero la obra más grande de estas cuatro décadas es el complejo
hidroeléctrico de Paute, inaugurado en su primera fase en 1981.
Una gigantesca represa, un túnel de conducción que atraviesa seis
kilómetros de roca y una casa de máquinas cavada en la montaña
conforman el corazón energético del país.

Las ciudades también se transformaron. Las angostas calles se
convirtieron en amplias avenidas. Las grandes ciudades
construyeron anillos viales periféricos para descongestionar el
tráfico en sus cascos comerciales. En Quito la ingeniería perforó
lo que la naturaleza había creado para unir sectores
orográficamente separados. Los distribuidores de tráfico que
causaron admiración cuando se empezó su construcción, hoy se
multiplican a lo largo y ancho del país como una necesidad
evidente ante el incremento del parque automotor.

Las áreas urbanas empezaron a crecer vertiginosamente en
superficie y en volumen. En Quito se poblaron los alrededores del
hipódromo La Carolina, mientras en Guayaquil se urbanizó una
orilla del Estero Salado, en lo que se llamó la ciudadela Urdesa.
Las viejas casas del bulevar Nueve de Octubre empezaron a dar
paso a grandes edificios que competían unos con otros. El Gran
Pasaje, el San Francisco 300 y La Previsora se convirtieron
sucesivamente en orgullos de la ciudad. Al borde del nuevo
milenio, Guayaquil presenta un nuevo polo de desarrollo comercial
en la moderna avenida Francisco de Orellana, donde su último
símbolo es el hotel Hilton Colón y muy pronto lo serán el Word
Trade Center y las oficinas principales de algunas entidades
bancarias. En Quito también el centro de negocios se mudó del
antiguo casco colonial, a los alrededores del parque el Ejido y
finalmente al sector de la avenida Amazonas y Naciones Unidas,
donde ya se levantan majestuosos edificios.

Este crecimiento también modificó las formas de vida. Pocos años
después del nacimiento de Vistazo empezaron a aparecer las
denominadas casas colectivas. En Guayaquil, el Seguro Social
construyó las primeras en la calle padre Solano, mientras que en
Quito con el financiamiento de la Mutualista Benalcázar se
levantaron los multifamiliares de la Mariscal, en la calle
Wilson. Eran las primeras modalidades de propiedad horizontal,
forma habitacional que se multiplicó por el país y que debió
reglamentarse por ley en 1971.

La transformación social producida por el progreso de las
ciudades también generó el nacimiento de los supermercados. La
Favorita en Quito y El Rosado en Guayaquil fueron los primeros.
El tiempo los multiplicó y modernizó; el uno se transformó en
Supermaxi, mientras el otro se denominó Mi Comisariato. Paralelo
a ellos también surgieron los primeros centros comerciales el CCI
de Quito fue una exitosa experiencia que, algunos años más tarde,
fue seguida por el Policentro en Guayaquil. Ambos centros
comerciales han debido remodelarse en su totalidad para competir
con sus adversarios cada vez más grandes y lujosos.

Un fenómeno que se da, no solo en las dos grandes ciudades, es
el deseo de las familias de habitar en las zonas periféricas. En
Quito, ya en junio de 1957 un anuncio en El Comercio incentivaba
a comprar una propiedad en las afueras de la ciudad para
disfrutar de un mejor clima y mucha tranquilidad. Cuarenta años
después los valles están a punto de saturarse. En Guayaquil la
nueva moda es vivir en la vía a Samborondón, donde unas
urbanizaciones compiten con otras en belleza y sobriedad.

En Ecuador de 1997 dista mucho del país de hace cuatro décadas.
No hemos llegado a la luna, pero si coqueteamos con las
comodidades y avances tecnológicos del primer mundo. Nunca vimos
la desintegración de un átomo, pero disfrutamos hoy con las
ventajas del mundo digital y la informática. No hemos tenido un
Oscar, pero nos enorgullecemos con una dorada medalla olímpica.
No seremos los primeros, pero avanzamos a paso firme al ritmo de
los tiempos.(Texto tomado de revista Vistazo #715)
EXPLORED
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