Quito. 28 feb 96. El miércoles pasado, a las tres de la tarde, a orillas del río Aguarico, un grupo de campesinos encontró un cadáver. Cuando, el Intendente de Policía de Sucumbíos, Carlos González y los oficiales de la Oficina de Investigación del Delito de Sucumbíos (OID-S), se dirigieron al lugar, hallaron el cadáver de un hombre joven que vestía una camisa negra, pantalón concha de vino, interior blanco, medias negras, zapatillas Reebock, color blanco con azul. El rostro era irreconocible. Además de un tiro en la frente, la cara estaba hundida y atravesada por varios cortes de machete. El cuerpo presentaba huellas evidentes de tortura: cortes en la espalda, las manos atadas en la espalda con alambre galvanizado y orificios de balas de grueso calibre. Los documentos hallados en una cartera café permitieron su identificación: se trataba de Juan Fernando Hermosa (a) el "niño del terror". Según el jefe de la OID de Sucumbíos, mayor Carlos Merino, todos los indicios en el cuerpo de la víctima: las manos atadas, los cortes de machete, los disparos y los golpes, conducían a pensar en un "asesinato por vendetta personal". A un mes de su liberación, luego de cumplir una condena de cuatro años, Juan Fernando Hermosa, quien tenía a su haber el asesinato a sangre fría de 22 personas -taxistas y homosexuales-, encontró una muerte horrenda. ¿Pena de muerte? Cuando en enero pasado, Juan Fernando Hermosa, fue dejado en libertad, en la opinión pública rondaba una pregunta: ¿cómo puede quedar en libertad, alguien acusado del asesinato de 22 personas y de un intento de fuga, que culminó con la muerte del cabo de Policía, Neptalí Sailema? La respuesta estaba en el Código del Menor. Cuando Hermosa cometió los crímenes, las leyes establecían cuatro años como pena máxima para los menores de 18 años. "La condena de Hermosa, se realizó en estricto cumplimiento de la ley", asegura el abogado penalista, Ernesto Albán Gómez. "También su libertad", aseguró en enero pasado, el coronel Luis Durán, jefe de la Oficina de Investigación del Delito de Pichincha. Sin embargo, la respuesta no parecía suficiente. ¿estaba Hermosa en condiciones de ejercer su libertad? En aquellos días, el padre capuchino José Antonio López encargado del proyecto de rehabilitación exhibió una respuesta evangélica: "nadie puede garantizar que Juan Fernando no cometa nuevos crímenes. Sin embargo, el ha cumplido con la justicia y ahora tiene derecho a pensar en su futuro", dijo el sacerdote y confesor del "niño del terror". "Yo jamás leí su expediente. No necesito. Le he dicho que me interesa el Juan Fernando de hoy, no el del pasado. Ahí está su expediente, en mi escritorio. "Cuando salga, le daré un abrazo y mi bendición. El abrazo lo podrá conservar para siempre. La bendición le servirá hasta cuando él quiera", afirmó el sacerdote, empeñado en aquellos días en garantizar la salida discreta de Hermosa. Sin embargo, la respuesta evangélica dejaba también algunos cabos sueltos. Durante su prisión, Hermosa no fue sometido a ningún tipo de rehabilitación, relata fray Rolando Cuentas, director del Instituto Virgilio Guerrero. Por una solicitud expresa de la Policía, Hermosa permanecía aislado de los demás internos del centro, bajo la vigilancia permanente de agentes de la OID. El único contacto que mantenía era con su amigo y cómplice, Luis Quishpe, con su padre y con su confesor. Sin embargo, ¿podía una pena mayor garantizar la vida de Hermosa? Fray Rolando Cuentas, quien calificó a Hermosa, como una persona con tendencias psicopáticas, asegura que con el descrédito del sistema judicial y de rehabilitación, "no hay sentencia que borre la ofensa. La misma opinión es compartida por el penalista Albán Gómez, quien asegura que el supuesto ajusticiamiento revela la falta de legitimidad de la justicia ecuatoriana. Las últimas horas de Hermosa La presencia del líder de la tristemente célebre "pandilla del terror" era un secreto a voces en la ciudad de Nueva Loja, donde acostumbraba a pasear algunos fines de semana. Hermosa habría llegado a la provincia de Sucumbíos el 20 de enero pasado, luego de su liberación. Llegaba a vivir bajo la protección de su padre, que tenía una propiedad en Sacha, población cercana a Shushufindi. Hay quienes aseguran que visitaba con frecuencia discotecas y prostíbulos, de La Joya, los Sachas, Coca y Nueva Loja. El padre, Rolando Cuentas, director del Instituto Virgilio Guerrero, asegura que Luis Fernando también fue visto en Quito. La licenciada Bustos, que le conoció en el Instituto, asegura que en el feriado de Carnaval, durante una visita que hizo a Lago Agrio, vio a Hermosa caminar a solas por el parque central, en medio del vaho de calor del pavimento. "La gente comentaba el hecho con terror". "La Policía le tenía bajo vigilancia por cualquier cosa", señala Zurita. Sobre todo después de los dos asesinatos que tuvieron lugar en la zona: el de un taxista y el de un guardián; y tras los asaltos a la cooperativa Baños y a la Garay. LA MUERTE LE LLEGO A LOS 20 Dentro de las primeras diligencias realizadas por la OID-S, se determinó que Juan Fernando Hermosa salió de la casa de su padre, ubicada en Sacha, el lunes en la tarde. Según informó el jefe de la OID-S, a medianoche del mismo día, lo habrían visto en diferentes bares de Nueva Loja. Desde entonces no se lo volvió a ver hasta el miércoles en la tarde, cuando el cadáver de Hermosa, identificado por su padre ayer en la mañana, fue encontrado a orillas del Aguarico. Se presume que el posible asesinato pudo haber ocurrido al mediodía del miércoles. Entre las pertenencias de Hermosa, se encontró una billetera café que contenía un carnet estudiantil de la Unidad Educativa de Pichincha "Educación a Distancia: Monseñor Leonidas Proaño", con el nombre de Hermosa, la boleta de libertad extendida por el Tribunal de Menores y un recorte de periódico intitulado "El síndrome Hermosa en todo el país". Varias fotografías de distintas mujeres, muchos números telefónicos y unas seis a siete cartas de amor del año 93-94, de cuando se encontraba recluido en el Instituto Virgilio Guerrero, se encontraron junto a una partida de nacimiento. Hermosa fue asesinado un día antes de cumplir los veinte años. VIDA Y MUERTE DE HERMOSA -En sus declaraciones Hermosa dijo que actuó bajo las órdenes de un militar retirado, el general Joffre Lima, que buscaba vengar la violación y muerte de su hija en manos de un taxista. -La justicia estableció que Hermosa mataba para robar. Las causas psíquicas profundas, aquellas que se escondían en su mirada enigmática o en la precisión de sus manos al disparar, nunca llegaron a establecerse. -En contra de Hermosa pesaban también dos intentos de fuga. En la última, ocurrida el 17 de junio de 1993, asesinó al cabo Neptalí Sailema, que intentó impedir su huida. -Dentro de la cárcel, Hermosa había establecido su reino. "Cría fama y échate a la cama", los jóvenes se allanaban a las decisiones del llamado "Niño del Terror". -La familia de Sailema nunca pudo establecer un proceso judicial en contra de Hermosa, porque las leyes impiden el establecimiento de dos procesos por el mismo delito. -Juan Fernando Hermosa, a los dieciséis años fue acusado de asesinar a sangre fría a 15 personas. Número de asesinatos que se equiparan a los que cometió el Caníbal de Milwaukee. (DIARIO HOY) (P. 2-A)

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