Houston. 04.11.92. La victoria presidencial de Bill Clinton
obligará a republicanos que controlaron el poder en Washington
durante 12 años a buscar nuevos empleos en la misma economía
afectada por la recesión que los desplazó de sus cargos
privilegiados.
Cuando el presidente George Bush deje la Oficina Oval por
última vez el 20 de enero y Bill Clinton se convierta en el
cuadragésimo segundo presidente de la nación, las puertas
también se cerrarán para hombres y mujeres que medraron al
amparo de la prolongada hegemonía republicana.
Transferir el poder es una experiencia abrupta y traumática
para los que se alejan. Los otrora poderosos de pronto no
tienen más limusinas a su disposición y quienes les prestaron
servicio durante mas de 12 años súbitamente no tienen a quien
servir.
Algunos, como Bush, de 68 años de edad, abandonarán el centro
del escenario y se dedicarán a hacer algunas cosas que habían
dejado postergadas.
Bush, quien se negó a hablar públicamente acerca de una
eventual derrota antes de los comicios, utilizará el retiro
forzoso para andar en lancha, jugar al golf, pescar y pasar
más tiempo con sus nietos.
'Pienso estar muy activo en en el negocio de los nietos y en
encontrar formas de ayudar a otros', dijo a sus simpatizantes
al admitir la derrota el martes por la noche.
La primera dama Barbara Bush ha dicho que cuando salgan de la
Casa Blanca espera tener una casa en Houston construída en un
lote vacío que poseen allí ella y su esposo.
Para el vicepresidente Dan Quayle, las opciones inmediatas no
están claras. El ex senador por Indiana había alentado
proyectos de aspirar a la presidencia en 1996.
Durante gran parte de la campaña electoral, Quayle trabajó en
mejorar su propia imagen --muy empañada en la campaña
presidencial de hace cuatro años.
Durante una reciente presentación en el 'Larry King Show' de
la CNN, Quayle fue consultado acerca de su futuro y eludió
todas las preguntas sobre el tema.
Finalmente, al preguntársele si buscaría un cargo político en
cualquier nivel después de la vicepresidencia, Quayle
respondió; 'Simplemente no lo sé'.
Hay considerables conjeturas en torno al futuro de James
Báaker, quien renunció como Secretario de Estado para dirigir
los últimos días de la fracasada campaña de Bush.
Las posibilidades van desde su regreso a Houston para
reincorporarse a una exitosa familia de abogados, hasta pasar
el tiempo en el rancho que posee y ama en Wyoming.
Se había hablado incluso de que podría ser candidato a
convertirse en el nuevo comisionado para el béisbol de las
grandes ligas.
La derrota republicana tuvo poco impacto sobre el Secretario
de Estado interino Lawrence Eagleburger --un hombre de
deficiente salud que tenía planes de retirarse a su granja de
Virginia en enero, ganara quien ganara la Casa Blanca.
El Secretario del Tesoro Nicholas Brady también dijo que
quería volver al sector privado luego del primer mandato de
Bush y a la postre el estado de la economía no le dejó opción
para cambiar de idea.
Sin embargo, quizá la carga más dura recaiga sobre quienes
compartían el resplandor del poder indirectamente --los que
dedicaban largas horas del día a servir a sus jefes.
Se mencionan aproximadamente 3.000 nombramientos políticos que
serán hechos para el nuevo gobierno de Clinton --lo que
implica que hay una cantidad similar de leales de Bush que se
sumarán a las filas de los desempleados.
Mientras se secan las lágrimas tras la derrota de Bush, muchos
de ellos deben preguntarse qué hacer en un Washington en el
que estarán de moda nuevamente los demócratas por primera vez
desde que Jimmy Carter fuera elegido en 1976.
Dirigentes de la campaña de Bush ya han comenzado a hacer sus
maletas y a evacuar sus oficinas de Washington, tarea que
esperan completar el jueves o viernes a más tardar.
'Tomaré un empleo en cualquier parte. Me hubiera gustado
quedarme en Washington, ¿pero quién nos quiere ahora?',
inquirió resignado un funcionario del elenco electoral de
Bush.
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