Quito. 22. 06. 90. (Editorial) Tal como si fuera un espejo, la ideologÃa
funciona en la sociedad para distorsionar sus circunstancias, sin
ocultarlas.
La ideologÃa no es sinónimo de un proyecto polÃtico especÃfico,
sino de una secreción social inevitable con un sentido mucho más
amplio, que se deposita en la concepción que tenemos de la
realidad, esparciéndose por todos los intersticios de la
(des)organización social y que nace de una oposición fundamental:
la socialización creciente de los procesos productivos frente a
la apropiación individual de los medios de producción y de la
riqueza.
Durante el último ejercicio electoral, la ideologización de la
polÃtica se hizo, irremediablemente, mucho más evidente. Jaime
Nebot, por ejemplo, accionó los resortes del ecuatorianÃsimo
machismo. O "Jamil va con la gente". Los mensajes electorales
se caracterizaron por la violencia, el mesianismo y el culto a la
personalidad.
El gobierno socialdemócrata prosiguió en la tónica electoral. El
discurso oficial elude aceptar los errores cometidos, que
refleja, dejándolos ver mientras los oculta, la ausencia de
autocrÃtica y el perjudicial encadenamiento a una lógica
gubernamental cuya premisa es satisfacer las exigencias de los
agiotistas externos. (4A)