El pensador venezolano Guillermo Sucre, al tratar sobre la poesÃa de Tomás Segovia, habla de la revelación a través de la escritura. Quien escribe, dice, se expone, se deja ver, pero también expone, genera una crÃtica frente al mundo.
Esta es la paradoja de la revelación poética: el invertir el sentido del combate, el ponerse ante los ojos del mundo, al mismo tiempo que se deja penetrar por este.
En palabras de Sucre: âpensamiento (el de Segovia) dominado por la crÃtica, pero que no busca, por su parte, dominar nadaâ. Una lucha sin sentido; al menos sin el sentido revolucionario tradicional de la palabra. Un combate, por tanto, soberano, que no responde sino a sà mismo y a su impulso.
Bajo esta nueva luz, las palabras del poeta mexicano-español que -al recibir el premio Juan Rulfo 2005- dice que se ha galardonado a un perdedor, toman un nuevo significado.
La poesÃa de Segovia ha perdido siempre en el sentido usual del término, es la suya una poesÃa que se abandona a un devenir sin pausa, a una constante exposición frente al mundo, a una revelación que no busca el triunfo, sino precisamente el abandono a la pérdida.
La posición de Segovia ha sido siempre marginal, exiliada de todo centro. Por eso se ha mostrado todo el tiempo crÃtica, incluso frente a sà misma.
El exilio del autor comienza con una biografÃa que lo marca al expulsarlo, siendo apenas un adolescente, de España y lo condena a una erranza que lo destierra del entorno de las letras españolas, pero que consigue incluirlo dentro de las mexicanas.
Poeta sin patria, la suya es una escritura geográficamente indefinible, con grandes vÃnculos con lo hispanoamericano, pero que no logra desprenderse de lo ibérico.
En Anagnórisis, su libro más conocido, son precisamente estos dos términos las lÃneas conductoras de su poesÃa: es un texto dominado por la expulsión que representa el exilio, pero también, al menos en igual medida, por la revelación y por el redescubrimiento al que, desde el tÃtulo, se hace referencia.
Solo asÃ, la poética de Segovia, en este y en todos sus libros, puede quedar completa, exponiéndose al abandono de todo -patria, seguridad, centro-, que la coloca en una instancia marginal, y, al mismo tiempo, le permite revelarse en su sentido más profundo. (YM)
EL AUTOR
El ensayista, crÃtico, dramaturgo y poeta Tomás Segovia nació en Valencia en 1927, ciudad donde realizó sus primeros estudios. A los 13 años, el exilio lo condujo a México, donde ha realizado prácticamente toda su labor artÃstica e intelectual.
Desde 1945 ha escrito 20 libros de poesÃa, entre los que se destacan La voz turbada, Anagnórisis y Cantata a solas; además, ha escrito tres libros narrativos, una obra de teatro y tres volúmenes de ensayos.
También ha tenido una destacada trayectoria como traductor, vertiendo al español la obra de Mircea Eliade, Roman Jakobson, Michel Foucault, André Breton, Victor Hugo, entre otros.
En 2005 recibió el premio Juan Rulfo de las Letras.
Manuel Mora y Araujo reflexiona sobre la opinión pública
El catedrático argentino es uno de los mayores expertos en MetodologÃa de la Investigación
A mediados del siglo pasado, el ruso Roman Jakobson reflexionaba sobre el realismo y la imposibilidad de escribir literatura que reprodujera la realidad. Hablaba, en cambio, de verosimilitud.
El marxismo, al menos su lectura menos afortunada, pretendió, sin embargo, crear un discurso que comprendiera por completo la realidad, que la reflejara.
AsÃ, durante la década del setenta, la lectura unÃvoca de la realidad era la dominante en las universidades latinoamericanas y solo algunas voces disidentes se atrevÃan a poner en cuestión semejantes principios.
Una de estas voces era la de Manuel Mora y Araujo, que, superando este pensamiento, hablaba de la necesidad de cuestionar todo discurso que se proclamase como único, como verdadero.
Ahora, el autor argentino saca a la luz su libro El poder de la conversación, editado por Liderazgo democrático, un análisis detenido del fenómeno de la opinión pública, entendida como una conjunción de relaciones más allá de cualquier estadÃstica. Y a partir de este postulado, reflexiona sobre la responsabilidad ética de quienes interpretan dicha opinión y la vuelven plausible, verosÃmil.
En palabras de Jaime Durán Barba: "Mora y Araujo no solo quiere interpretar las palabras de la gente, sino que tiene la agudeza para entender la opinión pública desde un ámbito más ámplio. Un investigador con tantos años de experiencia sabe que hay que escuchar también los silencios y también las contradicciones del encuestado". (YM)
Palabra en el tiempo
Nieto: una poesÃa torrencial
Fernando Nieto Cadena (Guayaquil, 1947) es nombre clave de la poesÃa ecuatoriana. Hace casi tres décadas se autoexilió a México, en busca de otros horizontes para un afán vital y artÃstico que ha sido de los más anticonvencionales, renovadores e interesantes de las letras de nuestro paÃs. Sus libros: A la muerte, a la muerte, a la muerte (1973), De buenas a primeras (1976) y Somos asunto de muchÃsimas personas (1985), anunciaban su obra de absoluta madurez: DE ÃLTIMA HORA/ Los desamparos de la muerte (tarjeta curricular extraviada), Editorial Imaginaria, Guayaquil, 2003.
Un tÃtulo tan largo conviene a este extenso monólogo joyceano: el libro de 130 páginas contiene un solo y caudaloso poema, antipoema, texto lÃrico, antilÃrico o como se lo quiera llamar. En esa multitud de versos, el lector puede encontrar todos los tonos de la lengua poética, desde el más cercano al yo del poeta: âpuedo repetir el viejo escarnio de ver-/ me en el espejo y reÃrme conmigo/ de mà a solasâ, y el sentimental, continuamente desacreditado por la posición iconoclasta del autor: âen un descuido tuyo me asiré a tus manos/ para no caer en los pantanos de la soledad/ me abrazaré a tu cinturaâ; el irónico: âmaestro la chochez te vuelve cursi/ dirá el irreverente amigoâ; el evocativo: âun seis de marzo miércoles de ceniza/ nos desayunamos con una de las tantas dictaduras militaresâ; el optimista, que grita de júbilo ante la mujer; que se regocija con la entrada de los zapatistas en el Distrito Federal, âcon ese frenesà de utopista incurableâ; que leyendo a Dylan Thomas, puede âaullar de gozo frente a la luna llenaâ; el literario, en fin, que abarca todas las gamas posibles, desde la voluntaria imitación de estilo -en especial de Vallejo-, la incorporación de textos ajenos, la glosa, el comentario, el catálogo de lecturas o filmes, y la ironÃa continua, cuando se trata de arremeter contra lugares comunes.
No es lectura que haga concesiones este canto de amor a la poesÃa, el sexo, largamente disfrutado o la música popular, diatriba de feroces ataques contra todo lo establecido, obra de un escéptico, que al final del libro se pregunta âQué otras obviedades más puedo/ escribirâ.
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