Análisis
Sebastián Oleas
¿Qué tienen en común el Barclays, el Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC) y Standard Chartered? Para empezar, las tres empresas son bancos británicos. Además, no son cualquier banco británico: los tres aparecen consistentemente entre los 50 bancos globales más importantes. Sin embargo, durante la segunda mitad del año recién terminado estos tres bancos hicieron noticia por actividades que debían haber sido publicadas en la crónica roja.
El primero de ellos, Barclays, en junio de 2012 fue sindicado como uno de los principales actores del escándalo de la tasa LIBOR, la tasa interbancaria de Londres que se utiliza como referente para tasas de interés alrededor del mundo en transacciones de varios billones de dólares que van desde créditos hipotecarios pasando por tarjetas de crédito hasta créditos entre países y multilaterales. Barclays (y otros grandes bancos ingleses) debían reportar cada día a las 11 am a la Asociación de Bancos Británicos cuánto les costaba endeudarse y a partir de ahí se determinaba la LIBOR. El problema es que Barclays y otros decidieron manipular las tasas que reportaban para así ganar algunas decenas de miles de dólares a expensas del resto del mundo. Cuando se descubrió el engaño, la consecuencia para Barclays fue una multa de $453 millones y la renuncia de Marcus Agius, un ferviente católico y presidente de Barclays. La multa es un poco más que las ganancias de un mes para Barclays.
Por su parte HSBC y Standard Chartered (entre otros) jugaron en otra liga. Durante varios años, estos bancos decidieron que no era un problema prestar servicios financieros a países como Irán, Sudán, Cuba, Myanmar o Libia e, incluso, ayudar a transferir fondos de los carteles de la droga de México y Colombia. Ambos bancos reconocieron los hechos y recibieron multas importantes de las autoridades de EEUU: HSBC por $1.921 millones y Standard Chartered por $667 millones. Al igual que con Barclays, la multa de HSBC equivale a un mes de ganancias del banco.
En estos tres casos, no hay una sola persona llevada a juicio y encarcelada. Las multas las pagan los accionistas y, en el caso de HSBC, luego de conocerse la multa, las acciones aumentaron de precio. Estos son claros ejemplos de riesgo moral: estos bancos están tan conectados con el resto del mundo que los reguladores prefieren dar una palmadita y no enjuiciar a nadie a pesar de la gravedad del crimen. Esta sanción no envía el mensaje adecuado ni evitará futuros problemas.