Parece un mal momento, talvez el peor, para asumir la cartera de Gobierno, cuando el régimen viene de sufrir otra derrota en sus intentos de reforma.
El problema básico no es que se trata del peor momento del Gobierno, sino del peor momento de la historia del Estado. Hay una degradación profunda de la institucionalidad, de sus funciones, de la autoridad de sus organizaciones...
En la práctica no parece ser un convencimiento del Gobierno, solo en la teoría.
Creo que es un convencimiento de la nación, del pueblo, y también lo es del Gobierno. Él insiste que el Estado ha caducado.
Puede ser, en teoría. Pero los pasos que dio el Presidente, sobre todo al inicio, permitieron mantener a las instituciones que crearon (y hoy soportan) las ruinas de ese Estado caduco.
Inicialmente el Presidente tuvo la expectativa de llevar adelante el proceso de reformas junto con el Congreso, pero su propuesta no tuvo respuesta.
¿Y no era corromper el proceso pretender impulsarlo con una expresión tan alta de la debacle institucional como el Congreso?
Fue posiblemente un error. Pero ese error siempre lo pueden subsanar los pueblos, convocar a la voluntad popular. Fíjese que una consulta a la ciudadanía tensa al status quo y crea la expectativa de una transformación.
¿Puede haber una discusión tinosa y profunda, para buscar esa transformación, en medio de un proceso electoral? ¿No ata al nuevo Gobierno, impidiéndole impulsar él su proyecto de reformas?
La tesis de consultar al pueblo tiene una fuerza tan gigantesca que es inevitable. En este período, o como componente y condición de los candidatos a la Presidencia. El Ecuador va a la consulta, al extremo de que las próximas elecciones se convertirán en una consulta.
Y si ustedes lograran la consulta y una Constituyente, no lesionan el itinerario electoral del 2006?
Puede ser que una Constituyente trate todo. Y puede ser que no se alcance a convocar una consulta con ese fin. En ese caso, se intentaría una reforma muy profunda del régimen electoral, que amplíe las libertades electorales y cree nuevas condiciones para la presentación de candidatos.
Ahora esa puede ser una vía que cuente con el respaldo social, pero igual se topará con el Congreso.
Sí, pero con menos respaldo social que el que genera consultar sobre una Constituyente. Por otro lado, tendría más oposición del Congreso, que en efecto no va a reformar sino aquello que permita que nada cambie.
Es más: el Congreso no tiene posibilidad de cambiar nada porque está agotado históricamente, ya no tiene iniciativa ni creatividad. La esterilidad política no es un fenómeno individual, sino de organizaciones. El Congreso no puede confrontar tesis, su situación es deprimente...
No le entiendo: incluso el plan B, el de las reformas electorales, debe pasar por ese Congreso al que usted le diagnostica esterilidad.Resultado: ustedes no lograrán nada allí.
Es muy probable que el Congreso tenga la victoria del inmovilismo, y con ese resuelve su problema.
Entonces, ¿no habrá negociación alguna con el Congreso?.
No la habrá. Se impone, para reconocer la degradación de las funciones del Estado y su institucionalidad, hacer copartícipe de la decisión a las fuerzas sociales, a los intereses que están en la sociedad. Y por eso es imprescindible una consulta con el sector productivo, con sectores profesionales, étnicos, pues con ellos se puede lograr que la presión sea un elemento constitutivo frente a la inconsciencia del Congreso. La exigencia del pueblo es verdadera.
La presión social, la base de apoyo a la consulta, ¿no era mayor en mayo y se perdió esa oportunidad? ¿Una nueva derrota de la tesis del Gobierno parece previsible?
Era mayor la oportunidad entonces, es verdad. Pero la derrota no será de la tesis, la tesis triunfará irreversiblemente, si no en un mes, en un año. En este, o en el próximo Gobierno.
Lo importante es que queremos convertir a la consulta y a la Constituyente en un escenario de transformación pacífica, eso es importantísimo. Si usted detiene la voluntad popular, entonces explota. La consulta es un instrumento de paz y de transformación verdadera. El respeto al derecho ciudadano, histórico, de que al pueblo le corresponde resolver su destino. Eso aliviará, sin duda, las presiones sociales.
¿Lo entiendo bien si digo que no habrá agenda de ustedes con el Congreso el 2006?
No digo eso. Mi propósito es llevar al máximo y tensar el diálogo político con el Congreso. Al margen de las exigencias que puedan tener los representados a través de los diputados. Es decir, discutir tesis y argumentos. No una disputa de acusaciones penales. Digo más: sería estupendo que el Congreso discuta al margen del Código Penal para crear un Estado y un sistema político distinto.
Me disculpa, pero eso suena ingenuo. No me diga que está pensando que eso se va a dar.
Yo tengo que aspirar a que eso se dé. No puedo acusar al Congreso a priori de que no lo vaya a hacer, porque creo que el cauce que yo busco ahora no se lo ha buscado antes, es diferente.
Le insisto: usted usa un verbo que supongo no es gratuito, habla de tensar, de forzar al Congreso a una postura que no la ha tomado hasta ahora. Será difícil que lo haga.
Es difícil.
Es más, comparto su opinión de que casi es imposible que el Congreso se transforme y opte por reconocer que el pueblo existe. Y eso que la discusión no es mayor, es en realidad simple: si el pueblo desea o no una Constituyente.
¿Por qué oponerse a preguntar al hombre de la calle. crees tú que este Estado debe ser cambiado?
Hacer eso es imperativo. Al margen de eso, entonces tendríamos que hacer diez mil reformas que van hacia la nada. Y con eso tendríamos 30 años más de reproducción del atraso, 30 años más sin política social, 30 años más de una confusión de los programas políticos con el Código Penal. No le entiendo.
Es que los partidos ya no tienen programas, tienen solo al Código Penal como código de todo. Solo les interesa los asuntos de comisaría. No están por una reforma agraria, y otra urbana, y otra financiera que sería fundamental para el país.
No están por crear condiciones de orientación del capital hacia la producción, ni para que esta sea una fuente de técnica, de ciencia, de especialistas, de transformación cultural. Si estuvieran porque la organización social y estatal sean palancas de desarrollo, entonces el Congreso sería distinto. Pero no es así.
Solo les interesa la represión. Y eso ha afectado tanto, que hay medios de comunicación que solo tienen preocupación por los problemas de comisaría, para ellos lo espectacular, lo prestante, está allí. Para ellos no es importante discutir con los políticos sus tesis, sino estigmatizarlos violentamente y liquidarlos. Así, no hay avance posible.
Por cierto, hay varios sectores, no solo en el Congreso, que saludaron mal su nombramiento. ¿Eso no lesionará su capacidad de convocatoria para poner contra la pared a la clase política a través de la presión social?
Aún es muy poco tiempo (para llegar a esa conclusión). Yo sé que al poder le disgusta mi presencia.
Tampoco esperaba otra cosa, porque si le gustase mi presencia, entonces la inmovilidad estaría garantizada otra vez, y yo sin duda no voy a actuar sino reconociendo que en el Ecuador es necesario cambiar el poder, y cambiarlo significa entender un interés básico y prioritario: la presencia de una economía productiva, cuyos intereses deben ser los elementos fundamentales, que hacen las directrices de la administración de la nación, porque es allí donde está la fortaleza y la vitalidad de un Estado para permanecer en la historia, ese poder es necesario.
El otro poder, el que se parece un poco al Banco José Cabrera no nos sirve a los ecuatorianos. No condenemos a José Cabrera tanto, sino a lo que él significa.
¿Él solo es un ejemplo, una expresión del Estado especulativo, que solo se espanta cuando es descubierto?
Exactamente eso. Él es una gota de agua en la que se refleja todo el poder. Esa es la tragedia del Ecuador. Es por razones así que el poder no recibe bien mi presencia.
En resumen, para usted es una buena noticia no ser bien recibido por el Poder.
Es una muy buena noticia: El poder recibe mal a Alfredo Castillo. Y abajo preguntarse: ¿Y qué es el poder? Y en el texto lo decimos. ¡Imagínese eso!
Antes de ir a pelear con el Congreso, ¿dónde tomará fuerzas?
En primer lugar voy a conversar de verdad con todas las organizaciones que representen intereses nacionales. No lo voy a hacer en función de sus demandas inmediatas, sino de intereses históricos. En lo inmediato, no hay cómo satisfacer esos intereses. No voy a fomentar un pliego de peticiones, que sería infinito.
Con ellos, quiero construir una presión que posibilite una convocatoria en paz, con racionalidad, derecho, sentido común. Ahora bien, eso no significa dejar de atender problemas que exigen atención urgente. Por ejemplo, el de los presos, que me parece muy grave. Constituiré de inmediato una comisión que en 30 días dé un informe que nos permita elaborar un proyecto de condonación de penas para los enfermos terminales de la tercera edad, para mujeres con hijos, para reos con sida. Que busque resolver el monstruoso hacinamiento.
Fíjese que su tarea, en ese caso, terminará en un proyecto de ley que llegará al Congreso.
Siempre irá al Congreso. Lo que queremos con la Constituyente es generar un Congreso fecundo, donde por ejemplo no se demoren años en elegir un contralor y solo 24 horas en cambiar un Tribunal Electoral. Esa conducta, la que logró velozmente modificar al TSE, demuestra que el supuesto halago que se le hace al pueblo en los procesos electorales, es en verdad un profundo desprecio al mismo. Por eso no se permiten convocar al pueblo, pues consideran en el fondo que es incapaz. Solo se lo convoca para las cosas que les conviene. Nada más.
Con sus diagnósticos, veo que la condición de fusible que suelen tener los ministros, en usted se potencializa.
Advierto que esa definición de los ministros de Gobierno como fusibles corresponde a la realidad, porque muchas veces son el simulacro de una disposición hacia el pueblo, o hacia los intereses de la nación. Esa posibilidad es cierta, pero en mi caso no hay simulacro.
¿Siente que la confianza del Presidente durará?
En mi caso hay decisión absoluta,y la palabra del Presidente respecto de esos planteamientos yo la asumo como verdadera. Llevaré adelante esto, independientemente del tiempo que esté en la función. No será fácil, claro, ni se logrará enseguida.
Hay un problema: la estructura del poder que controla al Estado, en su representación política, está en todas las funciones del Estado. No es fácil cambiar eso. Es un problema de 30 años, tiempo en el cual se ha ido construyendo un control absoluto.
Hay tres partidos, que desde la dictadura de Alfredo Poveda, controlan hasta hoy todas las funciones del Estado; en unas lo hacen hegemónicamente, en otras no. Así se logró que sea el Congreso el poder político más alto. Es decir, cumple las funciones de limitar al Presidente, pero en sus atribuciones, lo que no debería ser.
De ese modo, se explica que el Congreso Nacional no da paso a una consulta que está recogida en la Constitución porque considera, absurdamente, que el Presidente necesita su permiso. Hay limitaciones y vacíos constitucionales, premeditados, para organizar esta conducta.
Crítico de la institucionalidad, hombre de formación de izquierda, usted tiene un par de pasos, digamos, curiosos: asesor de un gobierno populista (el de Abdalá Bucaram) y binomio presidencial de Álvaro Noboa.
¿Hoy reivindica esos pasos?
Absolutamente. No tengo problema en eso. El PRE es un proceso que refleja la insuficiencia del sistema político y que representa a un inmenso sector social marginado, que no se siente representado en otras estructuras. Pero no soy miembro del PRE, fui asesor de un tema específico: actuar vivamente para no perder la soberanía monetaria, lo cual fue muy importante. Y respecto de mi candidatura con Álvaro Noboa: él no era ni es un integrante del poder en el Ecuador. Solo es un hombre rico.
¿No es parte del poder uno de los hombres más ricos?
No, el poder en el Ecuador está estructurado por un aparato financiero especulativo. Noboa está fuera de este proceso, no es parte del poder.
El poder se cambió desde el gobierno de Rodríguez Lara. En Ecuador han habido tres estructuras de poder: primero, la de los terratenientes; luego, la de los agroexportadores hasta el gobierno de Rodríguez Lara ese interregno en donde el petróleo sustituye a los poderes que subordinan al Estado; y desde el 76 hasta ahora, hace 30 años, una sola estructura especulativa que determina todo en el país.
Por esto digo que en algún momento se entenderá que es importante convocar ahora a quienes están fuera de esa estructura: a los empresarios, a los productores, en fin, a la economía que está vinculada a la creación de bienes, a los servicios, al comercio, al mejor manejo del consumo. pero no a aquellos que exclusivamente hacen recursos y ganancias gigantescas con procesos en donde se quedan con lo que otros pierden.
Usted dice acumular riquezas. Pienso que a algunos de sus partidarios, viejos camaradas, les dará algo de resquemor escucharlo decir que Álvaro Noboa solo es un hombre rico.
No es el poder, le insisto. El poder no es un montón de riqueza. Es una red de vínculos que determinan todas las decisiones en el Estado. Obviamente que debe ser muy influyente; yo no tengo relaciones con Álvaro Noboa, no lo sé. Y si él tuviera influencia en las decisiones estatales, estoy seguro de que es insignificante al lado de lo que significa la influencia de toda la estructura financiera especulativa que conduce el Estado.
Imagínese usted lo que sucedió en el Ecuador el año 1999: la estafa bancaria al pueblo significó la exportación del ahorro nacional en aproximadamente 18.000 millones de dólares. ¡Es una monstruosidad! Una cosa es el robo al dinero del Banco Central, 6.000 millones de dólares, y otra la fuga de ahorros.
Aquí se organizó la destrucción del sucre, fue premeditada. Se planificó desde la Constitución del 98, allí se establece, en una transitoria, que en caso de crisis el Banco Central tendría que cubrir con fondos propios a los bancos; allí se previó a lo que sería la AGD. Eso es el poder, no la riqueza simplemente: es una estructura de manejo y control del Estado.