CUATRO ELECCIONES PRESIDENCIALES. LOS ULTIMOS CATORCE AÃOS.
Por Ernesto Albán Gómez
Quito. 05.07.92. Catorce años son pocos en la historia
polÃtica de un pueblo; y más todavÃa cuando se trata de un
paÃs, como el Ecuador, con un pasado turbulento, con una
democracia inmadura, que ha debido irse afirmando poco a poco,
y cuyas instituciones no acaban todavÃa de consolidarse. Sin
embargo, se puede afirmar que en los catorce años
transcurridos desde 1978 se han operado en el Ecuador cambios
polÃticos significativos; y hasta se podrÃan considerar
trascendentales, al punto de alterar radicalmente la imagen
polÃtica del paÃs. Estas variantes, con toda su complejidad y
con sus contradicciones incluidas, se han ido reflejando en
las cuatro elecciones presidenciales sucesivas que se han
realizado en este perÃodo (1978-1979, l988 y 1992) , de tal
manera que siguiendo sus resultados se puede establecer hasta
qué punto el Ecuador de l992 es distinto de aquél que
reestrenaba la democracia en l979
Dos temas controvertidos
Por cierto que ese reestreno estuvo marcado, en este ámbito
estrictamente polÃtico-electoral, por algunas novedades
constitucionales, controvertidas desde un comienzo y que ahora
son, desde luego, la piedra de toque del sistema. Una de
ellas, la más crÃtica, es el régimen de partidos. Más allá de
sus méritos y defectos, ha condicionado inevitablemente la
participación ciudadana en los procesos electorales. SerÃa un
curioso ejercicio intelectual el plantear cuál habrÃa sido el
curso de la polÃtica nacional en estos catorce años, si el
régimen de partidos no hubiese estado vigente. A lo mejor se
podrÃa concluir que, en lÃneas generales,los resultados
habrÃan sido los mismos, pues en último término lo que ha
sucedido es que aquel personaje, de mayor o menor cuantÃa, que
ha querido intervenir en la polÃtica, aunque renegando del
sistema, ha terminado por escoger un partido y afiliarse a él;
si no por fundar uno a su imagen y semejanza.
Otro punto, propicio a la especulación y al debate, es el de
la doble vuelta electoral. Cabe recordar que si bien en dos
de las elecciones presidenciales, en la segunda vuelta triunfó
el candidato que ya habÃa ganado la primera, en l984, la
segunda vuelta invirtió el resultado. Es decir, que si no
hubiera estado previsto tal mecanismo, el gobierno de la
Izquierda Democrática se habrÃa anticipado cuatro años y quién
sabe entonces lo que podrÃa haber ocurrido en l988 y, ahora
mismo, en l992.
Pero, más allá de las hipótesis, que pueden ser útiles, sin
duda, para quienes se oponen o defienden el actual sistema,
los resultados de las cuatro elecciones son suficientes para
revelar la profundidad de los cambios que la sociedad polÃtica
ecuatoriana ha registrado en estos catorce años.
Irrupción del centroizquierda
La elección de 1978-79 puso en evidencia una nueva correlación
de fuerzas en el electorado del paÃs. Los datos de aquella
elección son significativos. El triunfo del populismo,
encarnado entonces en CFP, resultó inesperado para muchos,
aunque posiblemente todavÃa más extraña fue su alianza con la
Democracia Popular, que sustituyendo a la antigua Democracia
Cristiana, hacÃa entonces su debut polÃtico; el retroceso de
los partidos tradicionales, conservador y liberal, que por
primera vez perdÃan el protagonismo que habÃan mantenido aun
en la elección presidencia precedente, la de l968; la
aparición, todavÃa modesta, de la Izquierda Democrática, que
en el curso de estos años se convertirÃa, gracias a su
estructura y organización, en el partido moderno por
antonomasia, y en el más organizado y consistente de lo que
empezó a llamarse el centro izquierda.
La derecha agresiva
La victoria del socialcristianismo en 1984 es una de las
aristas esenciales en este análisis. Es cierto que se
consiguió debido a la alianza absoluta de la derecha
ecuatoriana en todas sus gamas, incluidas las más
tradicionales y las populistas; pero de todos modos marcó la
presencia en primer plano de una nueva derecha, más agresiva,
pero también modernizada, debido a su origen empresarial y con
otro giro espectacular en relación al pasado: la nueva derecha
se afincaba fundamentalmente en Guayaquil, y en general en la
Costa, que hasta entonces habÃan sido baluartes inexpugnables
de las posiciones más anticonservadoras.
Pero otras conclusiones importantes se desprenden de las
elecciones de l984. La consolidación de la Izquierda
Democrática, que estuvo a punto de ganarlas, y las
limitaciones de la Democracia Popular; la declinación del
populismo cefepista, pero de ninguna manera del populismo como
tal, pues en ese mismo proceso empezarÃan a perfilarse otras
alternativas para el mismo (el triunfo de Abdalá Bucaram para
la alcaldÃa de Guayaquil es el punto de partida de este
desplazamiento); y la dispersión en tres candidaturas de la
izquierda marxista, que confirmó la incapacidad de
entendimiento que ha caracterizado a los partidos ubicados en
ese andarivel.
Se desvanecen las ilusiones
Cuando en 1988, luego del gobierno socialcristiano, la
Izquierda Democrática llegó finalmente al poder, los sectores
progresistas empezaron a mirar el porvenir con excesivo
optimismo. Claro que los resultados parecÃan justificarlo.
La derecha, aunque unida, habÃa sido claramente derrotada; y
los partidos de centro izquierda y de izquierda salÃan
fortalecidos de la experiencia electoral. En cuanto al
populismo, quedó demostrado una vez más que gozaba de
excelente salud, pero que ahora era el PRE el que llevaba
adelante la bandera de las reivindicaciones populistas.
Pero las ilusiones progresistas se fueron desvaneciendo poco a
poco en estos cuatro años, y quedaron definitivamente
descartadas en la primera vuelta electoral de l992. Hay
muchos factores, locales e internacionales, que explican tal
fenómeno, pero sin entrar a su análisis, los hechos son
concluyentes. La derecha llegó dividida al proceso y sin
embargo clasificó a los dos finalistas, obteniendo un éxito
inédito en la historia del paÃs. En centro izquierda alcanzó
magros resultados y la izquierda marxista, peores todavÃa.
Por supuesto que el populismo del PRE mantuvo su fuerza y
hasta la incrementó más allá de su área tradicional de
influencia.
Este programa plantea unos cuantos interrogantes, que
solamente el futuro podrá despejar ¿Cuan profunda y
permanente puede ser la división de la derecha? ¿Se mantendrá
tal "derechización" del paÃs o se trata tan sólo de un
fenómeno coyuntural más o menos pasajero? ¿Podrán los
partidos del centro izquierda replantear su papel en la
sociedad contemporánea? ¿Qué futuro les espera al populismo y
a sus actuales caudillos? Nada es más riesgoso que hacer
profecÃas polÃticas. Por eso es más prudente esperar con
paciencia el curso de los acontecimientos. (1C)