Quito. 18 ene 98. Todos los dogmas son falsos, pero tal vez
ninguno es más falso que el dogma según el cual las mujeres
son más aptas que los hombres para el gobierno de la casa y
los hombres son más aptos que las mujeres para el gobierno de
la sociedad.
Aunque parezca paradójico, ese dogma prosperó sobre todo
durante la era victoriana -que lleva el nombre de una mujer de
Estado, la reina Victoria- y llegó a su apogeo en los años
triunfales de Evita Perón, que se declaraba ``solo la humilde
emisaria' de su marido, aunque ejercÃa un poder tan abrumador
como el de él.
¿Qué significa el poder ahora, sin embargo? ¿Es el reflejo de
una relación de fuerzas entre dominadores y dominados, como
pensaba Michel Foucault? ¿Un recurso que actúa a través de la
violencia o de la ideologÃa? ¿O ya no es ninguna de esas cosas
sino algo más incierto, más imperceptible, un sistema de
valores que las inteligencias femeninas están entendiendo más
rápidamente que los hombres?
Cuatro mujeres dominan ahora la escena polÃtica en América
Latina. Una, la nacionalista Nora Gunera de Melgar, perdió
hace un par de semanas la presidencia de Honduras por un
margen electoral del diez por ciento. Aguerrida, tenaz, se ha
declarado dispuesta a lanzarse otra vez en 1998 al rescate del
poder.
Otra, la conservadora Noemà Sanin, libra desde hace meses una
batalla campal en Colombia para alcanzar la nominación
presidencial de su partido, que desde 1982 ha perdido todas
las elecciones. Ambas dan por sentado que la toma del poder
tiene que ver, como siempre, con la conquista del Estado.
Pero ¿cuál es hoy la naturaleza del Estado? ¿Y cuánto tiene
que ver esa naturaleza - de identidad lábil y diseminada -
con el verdadero poder? Las dos restantes mujeres del cuarteto
encarnan modelos antÃpodas y pueden ser vistas como sÃmbolos -
opuestos sÃmbolos- del siglo que termina.
La venezolana Irene Sáez fue miss Universo a los 19 años, en
1981; ha creado un partido polÃtico que se llama Irene (sigla
de Integracion, Renovacion y Nueva Esperanza) y, desde que su
candidatura presidencial subió al cielo de las encuestas con
un Ãndice de casi 45 por ciento, ha sembrado las cuatro
esquinas de Venezuela con unas muñecas Irene idénticas a ella,
que lucen su mismo denso maquillaje, su misma cabellera rubia,
larga y ondulada.
El martes 9 de diciembre, la blonda Irene declaró a "The New
York Times" que la belleza es más una religión que una pasión
en Venezuela: "Los concursos de misses son tan importantes
para nosotros como los campeonatos de fútbol para Brasil".
Su inverosÃmil popularidad se basa en unos pocos argumentos
simples: una ciega, fanática fe católica; el eclipse de los
partidos polÃticos tradicionales; la voluntad de superación de
los venezolanos, y las promesas de mano dura contra no se sabe
qué o quiénes: "Soy una persona equilibrada", se definió a sÃ
misma en la isla Margarita, poco antes de la cumbre de
presidentes americanos.
"Y aunque lo soy, no me tiembla el pulso a la hora de cortar
cabezas. Para hacer eso, no solo tengo una mano de hierro sino
también una guillotina bien afilada".
La argentina Graciela Fernandez Meijide está en lado opuesto
del espectro solar. Nació al combate polÃtico hace dos
décadas, la aciaga noche de 1976 en que cinco hombres que se
identificaron como policÃas irrumpieron en su departamento del
barrio de Belgrano, en Buenos Aires, y se llevaron a Pablo, el
segundo de sus hijos.
Nunca lo volvió a ver. La vida se le dio vuelta desde
entonces. Llamó sin fortuna a todas las puertas militares y
eclesiásticas que se le cruzaron en el camino, se sumó a los
osados peregrinajes de las madres a la plaza de Mayo, vivió
algún tiempo exiliada en Montreal, y se alistó en la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos.
En 1984, el ex presidente Raul AlfonsÃn la convocó para que
integrara la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las
Personas en la cual repitió un dÃa y otro, a través de relatos
ajenos que se parecÃan a los de su vida, el ya conocido
descenso a los infiernos.
En 1993 - a los 62 años- después de una rápida experiencia en
partidos polÃticos fugaces, que se desprendÃan del peronismo o
de la democracia cristiana, Fernández Meijide alcanzó su
primer éxito electoral: una banca de diputada por la ciudad de
Buenos Aires, con un cuarto de millón de votos. Su carrera fue
desde entonces fulgurante. La eligieron senadora dos años
después, con un caudal tres veces más alto.
En 1997, su candidatura a diputada por la provincia de Buenos
Aires sumó más de tres millones de votos. A diferencia de
Irene, el peso de su imagen polÃtica no está basado en la
belleza fÃsica, sino en un atributo más raro: el sentido
común. En Nueva York, donde estuvo de paso a fines de
noviembre, dijo que siempre habÃa tratado de prepararse lo
mejor que pudo y supo para cada cosa que le tocó hacer en la
vida.
"Yo no soy un fenómeno", declaró. "Pero muchos de los que
están conmigo sà lo son".
Graciela e Irene tienen altÃsimas posibilidades de ser
presidenta de sus paÃses en 1999 o en la primera década del
2000. ¿Eso serÃa, de algún modo, el poder? ¿O el poder está en
otro lugar ahora?
Una de las mujeres más inteligentes que conozco se llama
Rosiska Darcy de Oliveira. Dirige el Consejo para los Derechos
de la Mujer en Brasil y es uno de los asesores de confianza
del presidente Fernando Henrique Cardoso.
A fines de noviembre, en RÃo de Janeiro, puse ante Rosiska
toda la información y las preguntas que aparecen en las lÃneas
previas y esperé su respuesta. Rosiska tiene una voz grave,
que se desliza con facilidad del portugués al español o al
inglés. A veces, cuando hay que precisar una idea, la enuncia
en un francés impecable. Su mirada tiene tanta energÃa como su
inteligencia.
Le pregunto por qué, a diferencia de Honduras, Argentina o
Venezuela, las mujeres ocupan tan pocas posiciones de poder en
el Brasil de hoy.
"Quien supone eso es porque está pensando en el poder
convencional. Pero el poder está cambiando de lugar ahora",
dice en su austero despacho del "Jardim Botánico". Su tono es
tan apacible que pareciera tener lista la respuesta desde hace
dÃas.
"El poder está en los medios, por ejemplo, o en las
corporaciones económicas. La cadena de televisión más poderosa
de Brasil, la "Red Globo", está dirigida por una mujer,
Marluse Pinto. Y la Compañia Siderúrgica Nacional, que es
nuestra empresa más poderosa, tiene una mujer al frente: MarÃa
Silvia Camargo. ¿Cual es la diferencia con el poder
tradicional? Muy simple: en estos liderazgos, lo que cuenta es
el mérito. No hay - como en la polÃtica- un tejido
imprescindible de relaciones, contactos, intereses.
"Solo tienen cabida los que hacen bien las cosas. Hace algun
tiempo hablé con un grupo de jueces mujeres y les propuse un
sistema de cuotas, que les permitiera acceder al 25 por ciento
de los cargos vacantes. Se negaron rotundamente.
PRONOSTICO DE ROSISKA
"Ahora nos eligen por concurso, y siempre ganamos en las
pruebas. Si hubiera un régimen de cuotas, los polÃticos
preferirÃan a sus primas o a sus esposas. Nada les conviene
tanto a las mujeres como competir" , afirma Rosiska, quien
supone que el lugar del poder está retirándose de sus espacios
convencionales.
"Los partidos, tal como los conocÃamos, están en vÃas de
extinción, la globalización de la economÃa está tornando
inútiles los sindicatos, el poder de la Iglesia Catolica es
solo el que le asignan los polÃticos: ya casi nadie vota en
consonancia con su fe religiosa. A todos nos cuesta entender
estos cambios. No hay nada más difÃcil que ser contemporáneo
de uno mismo".
En el larguÃsimo curso de la historia, las religiones y el
pensamiento filosófico siempre tuvieron a un hombre como
centro. A diferencia de los dogmas, ese dato de la realidad es
irrefutable y verdadero. Tal vez lo sea también el hecho de
que todas las ideas originales de este fin de milenio son
-como las de Rosiska- ideas de mujeres.
(*) Escritor argentino, Tomás Eloy Martinez es autor de
algunas de las novelas mayores de estas dos últimas décadas¦
Santa Evita, La vida de Perón, entre otras.A (DIARIO HOY)
(P.9-A)