Quito. 11. 06. 90. (Opinión) El movimiento indígena que paralizó a la
Sierra ecuatoriana en los últimos días es la primera manifestación masiva
de un nuevo particularismo, que apunta a romper la cohesión social y a
presentar al país como un conjunto amorfo de culturas excluyentes y de
grupos humanos irreconciliables y discrepantes.

No somos la prolongación del Incario ni de la España Imperial; somos el
Nuevo Mundo que arranca del bautismo de fuego de la conquista. Somos
mestizos.

La "etnia" se ha convertido en el concepto básico para entender esta nueva
doctrina del enfrentamiento racial y religioso que, por la manipulación
partidista y el desconcierto gubernamental, ha alcanzado dimensiones
inesperadas.

El mestizaje es una realidad aglutinante, que ha logrado, enquinientos
años de drama y asombro, construir una cultura distinta. Por eso la
venganza histórica que se viene predicando es la propuesta de un suicidio
social.

El Ecuador de 1990 es un país con complejidades, problemas y esperanzas
que necesita de la identificación de todos los ciudadanos con los
objetivos nacionales, que son los únicos que pueden contribuir a afianzar
los consensos básicos, sin los cuales ni la democracia ni el desarrollo
económico y social serán posibles. (A5)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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