Contrabando, sobre todo de tecnología, narcotráfico, libertad para inversión y movimiento de capitales, y supuestas células extremistas confluyen en el área



La Triple Frontera, zona integrada por las ciudades de Foz de Iguazú  (Brasil), Ciudad del Este (Paraguay) y Puerto Iguazú (Argentina), cuya superficie es de aproximadamente

2 500 km², es, según informes de Inteligencia de los EEUU, Israel, entre otros, un lugar donde existen células o asistencia logística para grupos como Hezbolá, Hamas, Yihad Islámica o Al-Qaida.

La amenaza terrorista que se gestaría desde esa zona de Latinoamérica, desde el estallido de la Embajada de Israel (1992) y el centro judío AMIA (1994), ambas en la ciudad de Buenos Aires, ha hecho que países, como los Estados Unidos, afirmen la idea de que Triple Frontera es la subregión más peligrosa desde el punto de vista de la  seguridad.

No obstante, hay el criterio de que esa postura cae en el reduccionismo, ya que obvia el conflicto colombiano, en el cual las fuerzas insurgentes dominan una buena parte del territorio de ese país, en el cual administran justicia y las economías locales.

La zona de la Triple Frontera ha sido conocida históricamente por el comercio mayoritariamente ilícito, a lo que se suma la participación de mafias y carteles de la droga provenientes de diferentes países (China, Corea, Colombia, Rusia). Ahí, además, confluyen ciudadanos de diferentes nacionalidades, entre ellas varias de Medio Oriente.

Hasta 2003, en Ciudad del Este (Paraguay), había 350 mil habitantes, 35 bancos, 50 casas de cambio y 600 cambistas.

Hace un par de años, según reportes de inteligencia de ese país, la cocaína iba desde el sur de Colombia en pequeños aviones que despegaban en pistas clandestinas de las FARC, pasaban por Bolivia y aterrizaban en el Paraguay. Una vez ahí, la droga era descargada en fincas de los narcos.

Siguiendo las rutas de la guerrilla, podían llevar la droga desde el Paraguay hasta el Brasil. Por la vía de la Triple Frontera, una parte de la droga quedaba para consumo interno de São Paulo y Río de Janeiro (Brasil), el resto seguía hacia los Estados Unidos, Europa, el Japón, Australia y Sudáfrica.

Las armas y parte del dinero que se obtenían, producto de los negocios ilícitos, eran entregadas a las FARC como pago por el uso de sus pistas.

Con respecto a la conexión paraguaya con las FARC, están las investigaciones en torno al secuestro de  Cecilia Cubas Gusinky -2005-, hija del ex presidente de ese país. Ahí se determinó que seis colombianos, miembros de la guerrilla de las FARC, entraron por Bolivia.

Luego de la muerte de la hija del ex mandatario, los colombianos habrían escapado del Paraguay. Su entrada al país supuestamente no fue registrada, porque lo hicieron de forma clandestina, según  fuentes de la Justicia del Paraguay.

El fiscal que llevó la causa dijo que serían entre 40 o 50 los secuestradores de Cubas. Uno de los arrestados fue de Patria Libre del Paraguay,  grupo que pertenece al Foro de São Paulo.

Inteligencia de Colombia habría descubierto correos electrónicos relacionados al secuestro de Cubas, enviados entre Raúl Reyes, ex segundo al mando de las FARC; Rodrigo Granda Escobar (el canciller de la guerrilla) y el procesado Osmar Martínez, como jefe del grupo de secuestradores. En los mensajes electrónicos se da asesoramiento en el secuestro de Cecilia Cubas y de los $5 millones que pedían por el rescate.
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