Tragedia en Medellín

La Alcaldía de Bello decretó tres días de duelo y suspendió fiestas navideñas. Los picos y las palas seguían escarbando en la montaña

Ana Ortiz
Especial para HOY

Los bogotanos estaban por creer que no volverían a verbrillar el sol. Durante cinco días, hora tras hora, no dejaba de caer agua. Descubrieron que no todos los aguaceros son iguales. Los que produce salvaje y con malicia "La Niña" caen en corto tiempo y en tal cantidad que esa frase hecha y dicha, "como cielo roto", si existe. Hace varios meses atrás, Ricardo Lozano, director del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), dijo de todas las formas que, esta vez, el fenómeno climático que nace en el Pacífico, no tendría antecedentes.

Lozano, en una charla hace meses le explicó a la concejal Martha Ordóñez que desde hace cuatro años los inviernos en Colombia estaban desajustados y que nunca se habían juntado sin distancia en el tiempo, "El Niño" y "La Niña", lo que le permitía pronosticar riesgos impredecibles. Alertaba casi en solitario que Colombia no estaba preparada para lo que se venía. En realidad, hoy día, pocos países en el mundo están preparados para resistir con éxito la furia de la naturaleza, eso no lo dice Lozano, eso lo dice el sentido común a los seres humanos que vemos como en Cancún los países están hablando de nuevo sobre el clima, sus efectos y más que acuerdos logran evidenciar sus diferencias.

Lamentablemente, el hombre del clima en Colombia no estaba equivocado, o como el mismo le dijo al Presidente Juan Manuel Santos hace dos semanas durante uno de sus Acuerdos para la Prosperidad "no me he equivocado hasta ahora señor Presidente", luego de que el mandatario le dijera al escuchar su intervención que esperaba de todo corazón que se equivocara en lo que decía.

Colombia está inundada, la gente hace semanas que abandonó las ciclas, los caballos, los autos, los buses, ahora mucha gente usa canoas para moverse de un lado a otro, como en La Mojana, en Sucre o en la Virginia en la zona cafetera. Pueblos enteros tienen el río como calle principal. El país vive una tragedia similar a la que genera un terremoto. Hasta Cartagena, la ciudad más internacional del país, es hoy un lago. Su casco histórico o amurallado está inundado por completo. Los barrios subnormales a las faldas de La Popa se vienen desmoronando como merengues de lodo.

En Barranquilla, a una hora de Cartagena, no es igual, es peor. Esa ciudad es ribereña al Río Magdalena y cuando llueve, normalmente, se crecen unos arroyos que se llevan todo por delante, pero con "la Niña", los arroyos son auténticas fieras devoradoras de bienes y vidas humanas. El Río Magdalena, a quienes los barranquilleros le han cantado siempre, ha roto todos los diques, desde los más sofisticados hasta los hechos por la naturaleza misma, en todo su recorrido desde Los Andes hasta el mar, en Barranquilla. El departamento del Atlántico es solo agua, un río miedoso se ha metido a sus entrañas.

El presidente Santos regresó de la Cumbre Hispanoamericana desde Buenos Aires directo a ese departamento. Pero, eso que ocurre en el departamento del Atlántico está sucediendo en el Valle, en Antioquia, en el Eje cafetero, en Los Santanderes, en Boyacá, en Nariño, en toda Colombia.

Al día de hoy, hay casi dos millones de colombianos que lo han perdido todo. Tienen el agua en sus casas, en sus fincas, en sus cultivos, en su alma, porque la tienen "aguada".

Se acabaron las cosechas, los puentes, las carreteras. Un campesino prefirió ahogarse a soltar a la última vaca que le quedaba. Han muerto en este invierno más de 200 personas, sin incluir los desaparecidos, como el el caso del barrio La Gabriela, en Bello, Antioquia. Hay gente enterrada debajo de aludes que les caían mientras viajaban en un bus; muertos al derrumbarse en sus techos la montaña, niños que se los llevó el río, pero además, no hay que ser un experto para adivinar que viene una escasez y una retorcida cruel para el bolsillo.

El ministro de Agricultura dijo "que una de las locomotoras para prosperidad", el campo, se ha frenado. Hay 17 vías cerradas. Desde autopistas hasta secundarias. El país está interrumpido. Lo que hace predecir una Navidad sin turismo. En Bogotá, hay barrios que les "creció" un río de lodo frente a sus casas; urbanizaciones enteras están debajo del agua. En el puerto vallecaucano de Buenaventura hay centenares de camperos nuevos enterrados. Lo que vive Colombia es una tragedia aún incalculable. Los víveres cuestan más. Las flores para San Valentín están en peligro. Pero, el 5 de diciembre, salió el sol en Bogotá y brindó sus rayos amigables por varias horas. Se le extrañaba en verdad.
EXPLORED
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