El soldado que, ebrio de victorias fáciles, trepó, el miércoles 9 de abril de 2003, a la estatua colosal de Sadam Hussein en Bagdad y envolvió la cabeza del dictador con la bandera de las barras y las estrellas, no podía saber que con ese "desafortunado" gesto ponía al descubierto el verdadero sentido de la cruzada estadounidense para "regenerar" al mundo; mas, para expresarlo cabalmente, habría debido cubrir con la bandera de su país una representación del globo terrestre.
Terminada la invasión a Iraq —tras la cual se ha denunciado ante el Consejo de Seguridad la desvergüenza con que Bush y Blair falsificaron documentos sobre la existencia de armas prohibidas y, al no encontrarlas, suponer que Hussein habría dado orden de destruirlas—, el presidente de EEUU, que es como decir el dueño del mundo, sospechó que "Siria posee armas químicas, alberga a terroristas y es un Estado terrorista". O sea que, tal vez ¿pronto? otro soldado pondrá su bandera en la cabeza de otra estatua. Y, ¿después?
Emmanuel Todd (Après l"Empire. Essai sur la décomposition du système américain) —que sabe de esto mucho más que algunos escritores de Cartas al Director— comprueba que la imagen de una América "narcisista, agitada y agresiva ha reemplazado, en pocos meses, a la de la nación herida, simpática e indispensable a nuestro equilibrio" y se pregunta por qué la "superpotencia solitaria" ya no es, conforme a la tradición establecida al día siguiente de la Segunda Guerra Mundial, fundamentalmente bonachona y razonable. "¿Por qué está tan activa y desestabilizadora? ¿Porque es todopoderosa? O, por el contrario, porque siente que se le escapa el mundo de las manos".
Asistimos, pues —dice Todd—, al desarrollo de un "militarismo teatral" que comprende tres elementos esenciales: a) No resolver jamás definitivamente problema alguno, para así justificar la acción militar indefinida de la "única superpotencia" mundial en escala planetaria; b) Apuntar a micropotencias —Iraq, Irán, Corea del Norte, Cuba, etc.— porque la única manera de seguir estando, políticamente, en el corazón del mundo es "enfrentar" a actores menores a fin de impedir o, por lo menos, retardar la toma de conciencia de potencias mayores llamadas a compartir con EEUU el control del planeta: Europa, Japón y Rusia a plazo mediano y China a plazo más largo; c) desarrollar armas nuevas que supuestamente ponen a EEUU "mucho más adelante" en una carrera armamentista que no debe terminar jamás.
A más de tener presente esa estrategia preciso es no olvidar que, para los dirigentes de EEUU, "Dios designó al pueblo americano, por su superioridad moral, como nación elegida para dar inicio a la regeneración del mundo". Y, explicando el "destino manifiesto" de su país, el presidente Bush ha dicho: "Somos una fuerza militar sin paralelo, tenemos el derecho de actuar en todo el mundo para imponer la economía de mercado y garantizar la seguridad energética, y podemos atacar a quienes consideremos una amenaza y a cualquier país que pueda convertirse en una competencia militar".
Todo ello, dicho así, en plural, vendría a explicar el espectáculo de ese propietario de bar que derrama vino francés en la calle, aplaudido por bebedores de bourbon y Coca-Cola, y el de ese obeso representante del "pueblo norteamericano" que exhibe una camiseta con la consigna: "Primero Iraq, después Francia". ("Los bárbaros, cara Lutecia...!". Alguien, con mentalidad de colonizado, ha dicho que "de no ser por los americanos y los ingleses, los franceses estarían hablando alemán o ruso". Sin embargo, tras ocho siglos de dominación arábiga los españoles no hablaron árabe y Berlín, largamente ocupado por las tropas yanquis, nunca habló inglés) ¿Era esa camiseta una muestra del popular "sentimiento antifrancés" que "entró en la Casa Blanca" hasta el punto de llevarla a discutir "sanciones" a Francia por haberse opuesto a la guerra. Lo que sí quedó claro es que dio la idea a la gusanera de Miami (siempre sus ideas son made in usa) de salir a la calle con carteles y gritos de: "Iraq ahora, Cuba después", como aspiración, no como denuncia. Y no solo gritos y carteles: "periodistas democráticos" conspiraban en la oficina del Representante de EEUU en La Habana, y "disidentes inocentes" con ametralladoras secuestraron aviones y lanchas para llevarlos a Miami y así crear "una crisis migratoria de alcance insospechado que sería utilizada como pretexto para una agresión militar". Hay que recordar, como ha hecho Colin Powell, el feroz secretario de Estado de esa nación "moralmente superior", que el régimen cubano "es una aberración en el hemisferio occidental".
Lo es, a juicio de EEUU, desde cuando le declaró la guerra hace más de cuarenta años: el largo bloqueo económico, el bombardeo ideológico por Radio Martí, la subvención a los terroristas de Miami para asesinar al Presidente Fidel Castro, pasando por la fracasada aventura de Playa Girón, primera derrota militar de EEUU en América, ¿no son actos de guerra "para imponer la economía de mercado", junto con la "democracia"? Más amenazada que nunca, Cuba defiende, como puede, su derecho a vivir, frente a un gobierno que la acosa. Lo defiende como puede: con sus armas y sus leyes, porque también a ella se la ha condenado a muerte. (De paso, asombra que quienes, con razón, se oponen a la pena capital, invoquen solo el derecho a la vida de los individuos, por delincuentes que sean, y no el derecho a vivir de los pueblos, por pequeños que sean, que se niegan a ser súbditos del imperio).
Otros países verán cómo defienden su vida y su cultura: digo, llegado el día en que les toque el turno a otros "actores menores", como Venezuela o Brasil, por aquello de "garantizar la seguridad energética". Oportunamente, como preparando el terreno, el presidente Alvaro Uribe —quien pidió a su colega Bush que, a la cabeza de un ejército continental, lleve la guerra a su país (lo cual tiene un nombre, ¿verdad?)— nos ha aconsejado que le perdamos el miedo al Plan Colombia porque su aplicación será beneficiosa para nosotros. Mucho me temo que pronto, con miedo o sin él, veamos la nueva aventura en primera página de los diarios de Ecuador. ¿Por qué no, si ya está para ello montada una base en Manta.? ¿Por qué no, si podrían ocupar otra vez, estratégicamente, como durante la Segunda Guerra Mundial, las islas Galápagos, con la ventaja de que ahora gobierna el país quien quiere ser "su más leal amigo y aliado"? Porque en su misión de "regenerar el mundo" están, también, en la mira todos cuantos, individuos o países (como los nuestros), son a looser: los perdedores, los que salieron perdiendo en el reparto del mundo, precisamente a causa de sus riquezas. Y a los que fácilmente se puede acusar de tener armas, porque tienen petróleo, o de albergar terroristas, porque escogieron otro destino.
Y la "guerra fría cultural" que hemos sufrido en el continente, aunque había amainado su rigor, va a agravarse. En la última página de los periódicos apareció una noticia reciente proveniente de allá: el gobierno de EEUU ha comprado el acceso a bancos de datos de centenares de millones de habitantes de diez países latinoamericanos para rastrear a terroristas potenciales. Y, en seguida, vino la comprobación: la AFP informa que, con estupor, las autoridades mexicanas "investigan la venta de datos del padrón electoral a la empresa estadounidense Choice Point que, a su vez, los vendió al Departamento de Seguridad Interior, lo que reavivó el recelo [mexicano] ante la psicosis de seguridad de EE.UU". Y sabemos ya, sin duda alguna, en dónde van a encontrar a los terroristas. ¿Está claro?
EXPLORED
en Ciudad Quito

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