Quito. 09.02.92. Concebida como una promesa utópica y nacida
de los violentos levantamientos de la Gran Revolución de
Octubre de 1917, la Unión dio su último suspiro en las
postrimerías de 1991, huérfana de ideología, desmembrada, en
bancarrota y hambrienta.

El final llegó con la renuncia del presidente Mijail Gorbachov
para ceder paso a la Comunidad de Estados Independientes.

A las 19h23 del 25, después de un breve discurso televisado,
en que Gorbachov dimitió, la bandera roja con la hoz y
el martillo dejó de flamear en el Kremlin y en su lugar se izó
la bandera blanco, azul y roja de la Rusia zarista.

No hubo ceremonia oficial. Las reacciones por la muerte
variaron considerablemente, en lo que fue el territorio
soviético. De acuerdo a Pravda, antigua voz oficial del
imperio. "Unos exclamaron con alegría: Se terminó la Comedia
Otros, en cambio, levantaron sus ojos al cielo en horror,
preguntándose, que vendrá después". Las diferencias dependían
del lugar donde se vivía el acontecimiento. La primera
reacción se producía en Moscú, tras la digna pero amarga
renuncia del último de los líderes de la Unión Soviética,
Mijail Gorbachov, mientras la segunda ocurría en Georgia,
entre disparos de artillería.

No obstante, la gran mayoría de la gente vacilaba. Habían
desaparecido los tabúes y las cadenas, pero también los
alimentos. Es cierto que en términos reales, la Unión
Soviética les había dado poco, pero tampoco hay garantía de
que la Comunidad de Estados Independientes les ofreciera algo
mejor .

Había casi un acuerdo universal para la dimisión de Gorbachov:
debía irse, no porque había fallado, sino porque simplemente
no le quedaba nada más por hacer. Paradójicamente, el líder
que tendría que presenciar el fin del imperio, fue el único
que abandonó su cargo, con la dignidad casi intacta. Para
muchos rusos, suyo es el mérito de haber roto las cadenas del
totalitarismo y la dictadura. No obstante, fracasó en salvar
la economía. "Cambió a la gente, pero no consiguió mejorar su
standard de vida", escribía el Pravda, en un editorial de
despedida, que parecía captar la emoción dominante en Moscú:
"El drama de Gorbachov se centra en que supo como conceder la
libertad más no como fabricar salchichas. Los que consideran
que lo segundo es más importante que lo primero están
condenados a no obtener ni las salchichas ni la libertad".

NADIE MAS PODIA HACERLO

Quizá otro hombre pudo haber hecho las cosas de manera
diferente. Sin embargo, resulta difícil concebir, entre los
hombres disponibles en aquel entonces -el conservador Yegor
Ligachev, el populista Boris Yeltzin, el burocrático Nikolai
Ryvhkov o el académico Eduard Shevardnaze- alguien con esa
idéntica amalgama de raras cualidades, que le permitió a
Gorbachov conducir a los comunistas al filo del precipicio:
ideólogo y reformista, candoroso y sagaz, recio y conciliador.
Para el crítico literario Uictor Yerofef, Gorbachov fue un
instrumento del destino: "Tuvo el talento para cambiarlo todo,
pero no la visión para comprender que el cambio significaría
la destrucción. Tuvo la osadía de desafiar al partido, pero
con suficiente cautela para permitirle vivir hasta haber
minado su poder. Mantuvo la necesaria fe en el comunismo para
aceptar ser su cabeza y no obstante, le agobiaron suficientes
dudas para causar su destrucción. Si en su mente se hubiese
dibujado el panorama actual con claridad, nada habría cambiado
en Rusia".

FRACASO MONUMENTAL

La Unión Soviética falleció por fracaso monumental. Había
prometido la creación de un nuevo hombre imbuido de un
espíritu de sacrificio total, por el bien común y el espíritu
de la gente, haciéndolos sólo devoto del vodka.

Proclamó una ideología humanitaria y en su nombre, asesinó a
diez millones de su gente. Trazó una economía planificada, en
la que nada podía fallar y sin embargo, creó una gigantesca
burocracia, que terminó por destruir la economía. Prometió paz
y libertad, y creó el mayor control militar y policial del
mundo. Prometió cultura pero creó una anticultura, en cual la
mediocridad fue glorificada y el talento perseguido
brutalmente.

No obstante la Unión Soviética fue también una superpotencia,
un estado y una nación que consiguió grandes hazañas épicas en
la ciencia, en la guerra y aún en la cultura. Quizá esos
logros fueron posibles, a pesar del comunismo y no por el
comunismo .

Por una combinación de fuerza e inspiración, el sistema que
nació con Lenin y se consolidó con Stalin, destapó un caudal
de energía nacional que hizo posible la rápida
industrialización de los años 30, la derrota de la Alemania .
Nazi en los 40, el lanzamiento del primer satélite espacial,
el Sputnik, en los años 50, y la creación de un arsenal
nuclear en los años 60 y 70. Aun hoy, en medio del caos dos
astronautas, Aleksandr A. Volkov y Sergel Krikalev, continúan
orbitando la Tierra.

En los deportes, las medallas olímpicas y las victorias
internacionales fueron una fuente de orgullo nacional aún
entre los más acérrimos críticos del sistema. Es muy fácil
ahora, contemplando las ruinas del imperio enumerar las
fatales desilusiones del marxismo. Sin embargo, ese
irresistible sueño utópico alimentó a generaciones de
reformistas, revolucionario y rebeldes en el mundo entero,
haciendo global la influencia soviética.

Tanto en la Unión Soviética como en muchos países, donde se
instauró el comunismo, este ofreció una justificación para
suprimir la democracia y mantener a un partido y un dictado en
el poder. Sin embargo, el comunismo fue una fe, tan intensa
que sobrevivió a las injusticias cometidas en su nombre. Lev
Kopelev, un prominente intelectual, que hoy vive en Alemania,
en sus memorias narra cómo prisioneros que salían de las
estepas siberianas tras la muerte de Stalin, hablaban de la
forma de corregir los errores del estalinismo y finalmente
crear el comunismo. En marzo de este año, el propio Gorbachov
opinaba: "No tengo vergüenza de confesar que soy comunista y
que mantendré mi fe en el comunismo, hasta que me vaya de este
mundo ".

La tenacidad de la fe avaliza la grandiosidad del experimento.
Fue un fracaso monumental, pero también fue un experimento
gigantesco, que nunca antes había sido intentado. Parecía una
locura y una ostentación que Rusia, un país, apenas entrando a
la industrialización y sin burguesía o proletariado, sea quien
se haya proclamado la pionera de un cambio radical. Pero los
rusos siempre han tenido una debilidad por los gestos
grandiosos. Los más importantes zares -Iván el terrible y
Pedro el grande- fueron los que tuvieron los más grandiosos
proyectos. La era soviética no podía ser la excepción. Nada
sucedió en pequeña escala: 20 millones murieron en la guerra,
10 millones en los gulags y el orgullo nacional se cimentó en
la construcción de obras monumentales: la mayor central
hidroeléctrica del mundo, la mayor fábrica de camiones, el
ferrocarril transiberiano, entre otros.

Muchas teorías buscan explicar esta pasión por lo grandioso en
la personalidad nacional rusa. Unas encuentran la causa en el
gigantesco territorio que ocupa once husos horarios. Otras le
atribuyen al clima, que impone largos inviernos de ocio, y
pequeños veranos de intenso trabajo. La más difundida
encuentra la explicación en el hecho de que se trata de una
nación asentada en dos continentes con dos culturas diferentes
y contradictorias entre sí. En Rusia siempre ha existido un
conflicto entre occidentalistas europeos y eslavos asiáticos
desde la época de los zares, y ese conflicto ha impulsado los
cambios y reformas. La muerte de la Unión no es la excepción:
los reformistas occidentales, partidarios de la democracia y
el libre mercado, frente a los antioccidentales, creyentes en
un estado centralizado y poderoso. En consecuencia lo que
sobrevivirá a la muerte soviética es su esencia euroasiática,
ese juego de fuerzas europeas y asiáticas permitirá que
continúe sorprendiendo al mundo con su cultura y sus acciones
y sus gestas grandiosas.

"La Unión está muerta, pero esa entidad euroasiática de la
cual se alimentó vive como Rusia, como una nueva comunidad de
once repúblicas independientes, como una cultura, un
formidable arsenal nuclear y una amplia gama de crisis sin
resolver", concluye el diario Izvestia, en su editorial sobre
la muerte soviética.

EL AÑO DE YELTSIN

El sabía que la renuncia de Mijail Gorbachov era inminente y
así lo manifestó en una entrevista exclusiva en Moscú para la
revista Newsweek, y fue inmediatamente después de este diálogo
que el presidente ruso Boris Yeltsin, sin perder el aplomo,
acordó con Gorbachov que la Unión Soviética dejaría de existir
a fines de 1991 y que sus poderes serían transferidos a Rusia.

- Si usted retrocediera en el tiempo algunos meses, ¿cuáles
fueron los errores que cometió Gorbachov?

Pienso que le empezó a ir mal en 1987. se lo dije en su
momento y fue por eso que él comenzó a sacarme de todo. Yo le
dije que la táctica de la perestroika era un error. Si
nosotros hubiéramos seguido el curso en el que estamos hoy, ya
habríamos superado la crisis económica -que es la situación
más catastrófica de nuestro pueblo- hace mucho tiempo. El
quizo combinar cosas que no debían serlo: el comunismo y la
economía de mercado; el dominio de la propiedad pública con el
dominio de la propiedad privada; el sistema multipartidista
con el Partido Comunista, el cual monopolizaba el poder. Pero
esas cosas son incompatibles.

- Si Gorbachov va a ser recordado como la persona que los sacó
del antiguo sistema, ¿cómo quiere usted que lo recuerden?

Si alguien lo hiciera, serían las nuevas fuerzas democráticas
a las que yo pertenezco. No quiero pensar en mi destino yo
quiero que mi pueblo viva mejor, que sus vidas mejoren, ante
mis ojos. Eso es lo más importante.

- Si usted fracasa, ¿sería eso una amenaza de amotinamientos,
conflictos étnicos o tal vez una guerra civil?

Si no tuviera fe yo nunca hubiera empezado todo esto. No
quiero considerar un resultado letal.

- ¿Está usted satisfecho por haber tomado control de las
fuerzas armadas de Gorbachov?

Nosotros no hemos tomado el control todavía. El 21 de
diciembre en Alma-Ata 10 repúblicas firmaron el acuerdo de la
Comunidad del Estados Independientes. Nosotros acordamos un
tratado especial de defensa y establecimos un comando
unificado de las ramas nucleares estratégicas y de las fuerzas
armadas.

- ¿La cabeza del comando unificado le dará la respuesta a
usted? ¿Podría su dedo activar el botón nuclear?

El se reportará al consejo de la nueva unión, es decir a las
cabezas de todos los estados, y en cuento al botón nuclear
hablaremos de ello en otra ocasión.

- Si usted se levantara a medianoche, preocupado por algo
¿cual sería su mayor problema?

Yo usualmente duermo más de cuatro o cinco horas en la noche y
me despierto cerca de cinco o seis veces. Lo primero en lo que
pienso es como lograremos el cambio de lo que fue la Unión
Soviética a lo que es la Comunidad de Estados Independientes.
También me preocupa por quién podría estar pensando en
sabotearla y cómo.

¿Quién cree usted que podría sabotear la comunidad?

Los fragmentos del antiguo Partido Comunista de la Unión
Soviética serían capaces de hacerlo.

* TEXTO TOMADO DE REVISTA VISTAZO N§ 585
EXPLORED
en Ciudad N/D

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