Quito (ecuador). 02 jun 96. -Espérese- me dijo.

Y esperé, dándome vueltas por el vestíbulo del hotel Akros,
donde está concentrada la selección ecuatoriana, que hoy juega
contra la argentina. Esperé exactamente media hora, mientras
Francisco Maturana almorzaba.

Salió del restaurante envuelto en un calentador azul y con
zapatos blancos de deporte. Subimos por unas escaleras de
caracol y nos sentamos en un amplio salón del primer piso,
absolutamente vacío. Fue una sensación rara encontrarnos los
dos, frente a frente, sin el enjambre de periodistas, de
políticos, de fanáticos que pululaban por los bajos del hotel.


Doctor Maturana, ¿qué le desencantó a usted de la odontología?
Nada.

¿Y qué le encantó?

Todo.

¿Cuándo descubrió esa vocación?

Mi padre trabajaba en el área de salud. Yo, de pequeño,
pasaba vacaciones en los diferentes pueblos en los que él
estaba y, como él vivía en los hospitales, ahí tuve contacto
con médicos odontólogos. Y me fui encaminando por ese lado. Me
fui enamorando de esa profesión. Hasta que la culminé.

¿Cuándo?

En el 72.

Entonces ¿no todo en usted es fútbol?

No. Yo trabajé dentistería desde el 72 hasta el 86. En ese
lapso tuve también una experiencia como docente, en la
Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, en la cátedra de
periodoncia. Luego, en la Universidad de Antioquia.

¿Y el fútbol?

En el 72 terminé odontología y comencé mi carrera en el
fútbol. Por las mañanas iba a los entrenamientos y por las
tardes al consultorio. Hasta que vino una propuesta del Caldas
y me di cuenta de que tenía que decidir.

Entonces ¿el fútbol se le atravesó como una espina?

No. Yo jugué fútbol como cualquier chico, en la calle. Luego
entré, cuando cumplí 11 años, a las divisiones inferiores del
Nacional. Llegué a ser seleccionado de Antioquia. Y, en el 70,
seleccionado juvenil de Colombia. En el 72 me encontré en la
disyuntiva: mi carrera de odontología o el fútbol, porque
tenía que hacer un año de medicina rural. Y justo ese año me
nombraron el mejor jugador de Colombia. Ganó el fútbol.

Ahora, con su ojo clínico, ¿qué caries ve en la selección
ecuatoriana?
Ninguna. La selección goza de buena salud. Lo que pasa es que
hay que sostenerla y potenciarla a base de prevención.

¿Qué es una selección?

El reflejo de lo que es el fútbol en el país. No puede haber
una buena selección sin un buen fútbol profesional. Y aquí hay
que mejorar el fútbol profesional.

Bueno, hay que mejorar el país también, ¿no?

Todos los países de América son mejorables.

Su vida futbolística ha estado matizada con éxitos y fracasos.
¿Cómo los asume?

Manteniéndome en la mitad: ni mucha euforia ante el triunfo,
ni mucha tristeza ante la derrota. Hay que estar en paz con la
conciencia.

Y eso ¿cómo se logra?

Solo cuando se ha trabajado con transparencia, con honestidad,
con dedicación. Ahí los resultados son circunstanciales. Pero
creo que no hay el eterno ganador. Yo conjugo la cultura de la
derrota: si alguien me gana es porque es mejor que yo.

Como odontólogo, ¿mantendría con la boca cerrada a la
selección argentina?

La boca solo hay que abrirla en el momento en que se necesita.


¿Durante el partido usted se ve como paciente en la sala de
espera?

Lo más complicado del fútbol es la antesala. Después de mucho
trabajo, las horas previas al encuentro se hacen eternas.
Hasta que el balón comienza a rodar, la tensión persiste.

Durante el partido ¿escucha los gritos del público?

Murmullos. Solo murmullos. Uno está absorto en las piezas,
viendo qué falla, viendo qué ventajas puede uno sacar.

¿Cómo corrige las fallas?

Sobre la marcha es complicado. Yo no soy un técnico que sale a
gritar. Fui jugador, y cuando veía al técnico que gesticulaba
no entendía nada. El técnico generalmente grita ante una
jugada que ya pasó y lo único que hace es poner nerviosos a
los jugadores.

¿Y entonces?

Espero al medio tiempo, aprovecho que el jugador se refresca,
respira. Y ahí me pongo a explicar las variantes que quiero
hacer.

¿Definitivamente no grita?

Creo que el técnico que más grita es el que menos trabaja. Yo
prefiero trabajar durante la semana para no trabajar el
domingo.

Escuché a unos colegas periodistas decir que nuestros
seleccionados están muy sobrados. ¿Es eso cierto?

No. Es un equipo humilde. Lo que pasa es que en épocas como
ésta hay asedio a los jugadores y lo que puede haber de parte
de ellos es un cierto hastío ante el acoso.

¿Qué lee usted además de técnicas de fútbol?

Todo. Soy un buen lector. Ahora, claro, nosotros los
colombianos tenemos a ese crack que es García Márquez y
prefiero sus obras.

¿Solo García Márquez?

Y Angela Botero, que es más liviana. Germán Castro Caicedo,
que es un muy buen narrador.

Ahora mismo ¿qué está leyendo?

Devoré la "Noticia de un secuestro" y estoy releyendo "Las
venas abiertas de América Latina", un libro que me parece que
no pierde vigencia.

¿Ha militado políticamente?

En un momento participé con el partido M-19 y llegué a ser
miembro de la Asamblea Constituyente, en el 90.

¿Qué le cautivó del M-19?

Creí en él porque cumplió lo que ofreció. Dijo que soltaría
las armas y las soltó. Dio muestras de su decisión de apostar
por la paz.

¿Se arrepiente de su incursión en política?

No. Estuve, en la Asamblea, junto a las 71 personas más
brillantes del país. Estuve cerca de la gente que admiré, como
Pastrana o Alvaro Gómez. Oyéndoles dentro de la Asamblea me
sentí un privilegiado. Esa fue una clase de historia para mí.
Y ellos me acogieron y me hicieron sentir bien.

¿Tiene hijos?

Tengo dos hijos antes del matrimonio: Pablo, de 19 años, que
ahora estudia en Inglaterra, y Sebastián, de 14. En mi
matrimonio tengo una niña de diez años, Daniela, y un niño,
Daniel, de dos años y medio.

¿El fútbol le quita el sueño?

Soy de buen dormir. El sueño es cuestión de conciencia.

¿Reza?

Soy creyente y rezo, pero no en vísperas de un partido.

¿Por qué?

Rezar para pedir, no. Creo que a Dios hay que rezarle para
agradecerle, pero no para pedirle. Eso me parece un acto de
mala educación.

¿Cómo asume la crítica?

Al principio me nacía replicar. Estaba atento. Ahora no. Opté
por una política de no agresión.

¿En eso ha madurado?

Sí. Ya no entro a la polémica estéril, desgastante.

¿Le ha mareado la fama?

Creo que no, aunque reconozco que manejar la fama es difícil.
Uno tiene que pagar un precio, un tributo.

Pero la fama tendrá sus ventajas también. ¿Es mujeriego?

Yo no sé. Me gustan bastante las mujeres. Así nací. He sido
fiel porque cuando he querido, he querido. Una vez leí una
frase de Picasso: "Para amar a una mujer me bastó un día, pero
para dejar de amar no me alcanza la vida". Y eso pasa. Tengo
un gran recuerdo de todas las mujeres que han pasado por mi
vida.

¿A quién admira?

A Joao Havelange, el presidente de la FIFA. Emana un algo de
gran señor. Me parece increíble. Y a Pelé. Es extraordinario.

¿Cómo conoció a Pelé?

Trabajamos juntos en unos documentales en Colombia. Los dos
éramos artistas de Umbro. En esas filmaciones nos encontramos.
Es humilde y grande. Es que la humildad es la carta de
presentación de la grandeza.

¿Qué espera para el partido de hoy?

Pase lo que pase, no voy a sentir que tengo que hacerme un
reproche. Creo que hemos trabajado bien. Todos hemos dado
todo. En esa parte no hay reproche. Si en el partido los
muchachos se entregan a fondo, tampoco hay reproche. Espero
que eso pase. Y que podamos sacar un resultado positivo.
(Diario HOY) (7A)
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