Quito (Ecuador). 05 abril 96. Desde hace nueve años, Víctor
Armendáriz viene desde Conocoto a inscribirse a la iglesia de
San Francisco, para participar en la procesión de viernes
santo. El es uno de los 320 cucuruchos que desfilarán hoy por
las calles de Quito y que, por una vez al año, quieren imitar
el sufrimiento de Cristo antes de ser crucificado.

Lo encontramos en medio de un retiro organizado por los padres
franciscanos pues, según ellos, los cucuruchos "tienen que
estar bien preparados para ese día especial". Hay jóvenes,
viejos, enternados que llegan de la oficina, y otros que van
acompañados por sus esposas. Todos atienden las instrucciones
del padre.

Víctor, que no tiene más de 40 años, empieza a contarnos su
vida en medio de un ambiente todo "celestial". El es cucurucho
por tradición familiar. Y aunque su historia en estas lides
comienza por pura curiosidad , la fe le fue llegando con el
tiempo: "creo que esto ayudó para que mi amor hacia Cristo
crezca cada día más", dice. Su fe ha aumentado de tal manera
que ahora hasta tiene traje y cruz propia...

- ¿Qué le llevó a ser cucurucho?

Fue mi padre. El es cucurucho desde que el padre Francisco
Fernández fundó el culto y siempre llevaba el estandarte. Mi
hermano también es cucurucho y yo quise seguir sus pasos.

- ¿Y qué significa esto para usted?

Es una forma de imitar el sufrimiento de Jesús.

- La primera vez que desfiló, ¿hizo alguna promesa?
Al principio lo hice por curiosidad. Pero después fue me di
cuenta que de que era mi fe en Dios la que me había impulsado,
y lo hice por penitencia.

El primer año desfilé como soldado romano. Al siguiente año me
mandé a confeccionar el traje.

-¿Qué significa el traje morado?
Eso es un símbolo de penitencia, y creo que siempre lo usaré.
Mi padre y mi hermano también utilizan traje morado.

-¿Alguna vez ha pensado en ser sacerdote?

No. Ni se me pasó por la cabeza. Pero sí soy muy creyente.

-¿Hace algo antes de desfilar?

Sí. Me confieso y comulgo. Y le pido a Jesús que me proteja y
me de fuerzas para poder aguantar las tres horas que dura la
procesión.

- ¿Cómo se siente después de la procesión?

Me siento aliviado espiritualmente y más tranquilo, porque he
cumplido mi promesa. También me siento un poco cansado, porque
la procesión es larga.

- Durante la procesión ¿cómo se siente usted y cómo le ve la
gente?

Lo único que pienso es en la promesa que le hice a Cristo. La
gente lo ve a uno con curiosidad y a veces trata de ayudar.

- ¿Hace algún tipo de penitencia como azotarse o usar corona
de espinas, como lo hacen algunos hasta ahora?

No, pero, eso sí, desde hace nueve años desfilo descalzo.

- ¿Qué significa desfilar descalzo?

Desde la primera vez que desfilé prometí que lo haría sin
zapatos. Es una manera de pedir perdón por mis pecados.

- ¿Hasta cuándo va a seguir siendo cucurucho?

Ahora que mi padre está enfermo le he prometido a Dios que
desfilaré mientras que me dé vida.

- ¿Quisiera que sus hijos también sigan sus pasos?

No tengo familia todavía, pero cuando tenga hijos esa será su
propia decisión. No les obligaré a nada.

Víctor empieza a inquietarse. No quiere perderse ni un solo
momento del retiro: "hay que estar preparado", dice. Cada año
que desfila es como si fuera el primero, pero igual él siente
que cada vez tiene más asegurado un puesto en el cielo.
Apurado, se va a recibir las últimas instrucciones aunque, de
seguro, las sabe ya de memoria.

La penitencia es de color morado

Desde hace 35 años, la procesión de viernes santo "Jesús del
Gran Poder" sale desde la iglesia de San Francisco. Cristos,
soldados romanos, cucuruchos y todos quienes hayan ofrecido
cumplir una penitencia, desfilan para "recordar la agonía de
Cristo antes de ser crucificado" y cumplir una que otra
promesa.

El padre John Castro, encargado de la procesión desde hace
cuatro años, nos cuenta con lujo de detalles los orígenes de
esta tradición.
Según dice, los cucuruchos aparecieron con el inicio de la
Iglesia.

Como no existía el sacramento de la confesión, los primeros
cristianos se confesaban entre ellos. Para pagar la penitencia
permanecían parados a la entrada de la iglesia y mientras más
tiempo estaban parados, mayor era su culpa. Como todos
reconocían a los "pecadores" la gente dejó de confesarse. Para
hacer penitencia empezaron a cubrirse la cara y a vestirse de
morado.

Ahora los penitentes ya no se paran en una esquina, pero su
vestimenta y el color no han cambiado.

Las procesiones se iniciaron en Europa y constituyen -según
el padre Castro- una tradición española que posteriormente
pasó a nuestro país. El padre Francisco Fernández fundó, en
1963, el culto a Jesús del Gran Poder, y gracias a él, cada
viernes santo se realiza la procesión "religiosamente".

Mientras que en España los cucuruchos conforman toda una
institución -tienen asociación y constituyen una tradición
hereditaria- en nuestro país, la cuestión es más personal.

Entre los cucuruchos hay de todo, pero la mayoría vive en los
barrios del sur.

Hay médicos, taxistas, albañiles, estudiantes, desocupados y
creyentes que -por curiosidad o fe- quieren, alguna vez en su
vida, imitar el sufrimiento de Cristo.

Cambio de ruta

-Este año la ruta de la procesión es diferente, pues, debido a
la presencia del trolebús en la Guayaquil, hubo que hacer
cambios. Los participantes creen que será más larga que en
otros años.

-Ahora la procesión se inicia en la Cuenca, sigue por la
Bolívar hasta la Venezuela, baja hasta la Manabí y toma la
Vargas hasta la Riofrío.

Aquí circunvala el colegio Mejía y empieza el camino de
regreso por los bajos de la Basílica hasta la Esmeraldas, sube
después hasta la García Moreno, toma la Oriente hasta la
Benalcázar, y después va por la Bolívar hasta llegar a San
Francisco.

- La procesión contará con la ayuda de 700 policías para
controlar el orden.

Se espera que desfilen más de 600 cucuruchos, incluidos los
que vienen de otras provincias.

- La inscripción para ser cucurucho cuesta cuatro mil sucres.
De alguna manera hay que ayudarse para la confección de los
trajes.

- Hasta no hace mucho habían 12 cucuruchos de traje negro,
pero por culpa de los amigos de lo ajeno poco a poco fueron
desapareciendo. Este año volverán a aparecer.

- Hace dos años desaparecieron del convento 120 trajes, pero
no hace mucho fueron descubiertos los ladrones vendiendo los
trajes detrás de la iglesia. Este año fue necesario
confeccionar 52 trajes más.

- El color de la vestimenta tiene su significado. El negro
representa luto y tristeza; el morado es signo de penitencia y
el concho de vino significa triunfo o gloria. (Diario HOY)
(5B)
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