San Jose. 24.05.93. (Editorial) Después años de lidiar con las
compañías bananeras, un grupo ecologista de Costa Rica decidió
buscar aliados dentro del campo enemigo

La Fundación AMBIO de Costa Rica y la Alianza del Bosque Lluvioso
(Rainforest Alliance), con sede central en Nueva York lanzaron un
proyecto que dará sus primeros frutos en estos días: la
producción ecológicamente sustentable de bananos.

"Banano amigo del ambiente" es un proyecto para apoyar a aquellos
productores que cumplan con ciertas reglas de cuidado del
ambiente, de la salud de los trabajadores y la población del
lugar, y de protección del bosque tropical.

El proyecto empezó en abril de 1992, tomando como modelo un plan
similar desarrollado por la Rainforest Alliance para la
producción maderera.

Ambos proyectos culminan en la colocación de un "sello verde" a
los productos certificados por expertos de los programas, con lo
cual los consumidores preocupados por el deterioro ambiental
tienen parámetros para elegir mercadería en cuya extracción y
producción se dañó lo menos posible el entorno.

Richard Donovan, director del proyecto "Smart Wood" de
certificación maderera de la Rainforest Alliance, explicó que a
medida que más y más empresas comprendan que el certificado verde
es una extraordinaria herramienta de mercadeo, más posibilidades
tendrá el proyecto de desarrollarse y autofinanciarse.

"El sello verde tiene su origen en un movimiento de consumidores
en los países industrializados", puntualizó Donovan.

Una de las características que presenta el "consumidor verde" es
que, al no estar apremiado por estrecheces económicas, puede
darse el "lujo" de comprar un producto acorde con sus principios
ambientales, aunque sea más caro que sus competidores.

Desde 1988, fecha en que comenzó "Smart Wood", el programa ya
certificó a 18 empresas. "Ahora estamos empezando con compañías
realmente grandes, y eso trae un gran desafío y también
peligros".

El crecimiento del proyecto trae también cambios en sus formas de
financiación.

"Smart Wood" comenzó operando con fondos de donaciones y aportes
de grupos ecologistas, gobiernos y entusiastas, estado en el que
se encuentra actualmente "Banano Amigo".

Sin embargo, en la actualidad 45 por ciento de los gastos de la
certificación maderera son cubiertos con pagos de los mismos
establecimientos controlados, y Donovan expresó su deseo de que
pronto los montos aportados por las empresas que busquen
certificación para sus productos lleguen a 80 por ciento.

De cualquier manera, Donovan dejó en claro que su proyecto no
certifica compañías enteras, sino fincas, en las cuales se sigue
el proceso desde la elección del terreno hasta la distribución de
los muebles, artesanías u otros productos manufacturados.

Similar estrategia está comenzando a adoptar el proyecto "Banano
Amigo". Según declaraciones de su director, el costarricense
Lenin Corrales, "este proyecto comenzó con discusiones entre ONG,
el gobierno y las compañías bananeras".

Corrales explicó que "llevó más de un año ponernos todos de
acuerdo sobre los requisitos que pediríamos" a una producción
bananera para otorgarle el sello "Eco-Ok", que en este momento
identifica las maderas de "Smart Wood" y otros productos
certificados por la Rainforest Alliance.

En Costa Rica, las dos instituciones planean aplicar el sello
genérico para certificar producciones de café y otros cultivos
críticos, que han estado por años en la mira de los ecologistas.

El programa "Banano Amigo" se encuentra en estos momentos
certificando la producción de dos fincas: una de un pequeño
propietario en la costa occidental del país, y otra del grupo
educativo "Earth".

Pero Corrales comentó a IPS que expertos del programa ya
comenzaron a asesorar a productores fuera de Costa Rica, como un
finquero de Hawai.

"Estamos viendo como las prácticas sustentables pueden
transmitirse no solo a través de expertos, sino también entre
pequeños productores. Ahora los finqueros de Costa Rica y Hawai
quieren conocerse para intercambiar conocimientos", comentó
Corrales.

En toda América Latina hay ejemplos de productores que se
preocuparon durante décadas por no usar agroquímicos ni
perjudicar el ambiente. De hecho, la mayoría de las prácticas
agrícolas indígenas entraba en lo que ahora se conoce como
"sustentable".

Sin embargo, es solo un cambio de actitud de los consumidores que
esta práctica tiene importantes consecuencias económicas, con lo
cual surgen competidores desleales que pretenden hacer aparecer
como "verdes" productos que no lo son.

Es en este momento que son necesarios los "certificados". Smart
Wood y Banano Amigo hacen respetar sus certificados por el solo
prestigio de las organizaciones que garantizan los programas,
pero en algunos países se ha probado certificaciones oficiales.

En Argentina, la Secretaría de Agricultura emitió un decreto en
1992 que autorizó, bajo ciertas condiciones, el trabajo de
expertos para certificar que la producción agrícola de
determinadas fincas se realiza "orgánicamente".

Hasta ahora, dos organizaciones vinculadas al ámbito académico se
presentaron ante las autoridades y obtuvieron sendos permisos
para operar como certificadores. Los sellos que ellos otorguen
tendrán validez oficial.

La ingeniera agrónoma Lidia Valla, miembro de uno de los equipos,
explicó a IPS que la certificación de productos agrícolas en
Argentina es pagada por los mismos productores.

"A ellos les conviene, porque sus productos tienen posibilidades
de entrar en un nicho codiciado de consumo en Estados Unidos y
Europa, y a su vez los genuinos productores orgánicos vigilan que
no se certifique a cualquiera", comentó Valla.

Según la experta, "nosotros también tenemos que cuidarnos mucho,
porque nos pueden sacar el permiso oficial".

Por ahora la producción "ecológicamente sustentable", ya sea de
madera, de banana o de cereales, es minoritaria en América
Latina. Sin embargo, solo en Argentina creció cinco veces en la
última década debido al incremento de la demanda y a la mayor
preocupación de la ciudadanía por temas ambientales.

Por lo tanto, además de no contaminar el ambiente, empobrecer la
tierra o envenenar a las poblaciones cercanas, ahora los
productores verdes encuentran beneficios en términos
estrictamente económicos para sus prácticas.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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