Se lo prometieron y cumplieron. No murieron en el intento y el V Festival Internacional de Teatro "Escenario 2002" se cumplió más allá de las expectativas. Este encuentro, que hizo de Quito la capital latinoamericana de las artes escénicas, tuvo perfume de mujer, exclusivamente. El equipo de producción, el concepto y hasta la logística, estuvieron conformados por chicas, todas amantes del teatro, pero especialmente, de los desafíos.

Rossana Iturralde, actriz guayaquileña, fue uno de los motores de esta exitosa empresa. El concepto, los contactos y los conflictos del caso pasan por esa mezcla de simpatía, arrestos y tenacidad que terminan en sus rulos coquetos y se expresan en su estilo desenfadado y frontal de encarar las cosas. "A veces, los hombres son los que figuran, pero nosotras estamos siempre en la movida", dice. Aunque esta vez, los muchachos solo están en tarima en varios de los 60 programas de calidad que integran la propuesta del festival, que incluyeron a ocho grupos locales y 12 internacionales. Los programas del Teatro Nacional de la CCE tuvieron asistencias promedio de 600 personas. "Eso nos invita a superar las marcas el año próximo", apunta, siempre ambiciosa, tenaz e incansable.

Cuando el festival era apenas un sueño apasionado, desde febrero se decidió contactar a una amiga de años de similar carácter y agresividad, Mariana Andrade, al mando del cine Ocho y Medio, refrendó su fama de mujer emprendedora y eficaz. Serena, organizada y totalmente adaptada a trabajar bajo grandes presiones, configuró un equipo de chicas súperpoderosas, tal como las del cómic. Total, siete mujeres que se batieron con uno de los valores que todas reconocen: la solidaridad entre ellas, a pesar de los rollos, los desencuentros y otros matices nada rosa que tienen empresas de la magnitud de Escenario 2002.

Sicóloga, de pocas palabras, conciliadora pero sistemática y rigurosa, Mariana combina la mano dura con la suficiente sinceridad y gracia indispensables para el trabajo en equipo. "Entre mujeres el trabajo es más ameno y divertido", apunta, sin proclama feminista alguna; todo lo contrario, disfrutando desde el chisme y la conversación hasta esto de demostrar que, en todo el festival, los hombres, más bien, obedecen y ejecutan. "Han sido jornadas durísimas. Hemos hecho de traductoras, recepcionistas, gerentes y hasta protocolo. Todo, con una sonrisa... la mayor parte del tiempo", señala.

La coordinación de teatros estuvo a cargo de Anabell Arias, una experimentada productora de televisión que, meses atrás, salió más que bien librada de un festival de danza. Aprendizajes, crecimientos; esto de estar al pie del cañón, con todo y todo el tiempo, apunta esta guapa quiteña que, como bien lo señala, se ha sacado el aire, aunque tras bastidores "en un trabajo que tiene un peso específico para la concentración y rendimientos de los actores, el gran objetivo del festival".

Alegría Jácome hace honor a su nombre, y con esa simpatía corrió con el moroso y detallista trabajo de coordinar los arribos, reservas, rutas y conexiones de los grupos internacionales. "Si hay algo que nos identifica a todas...¡son las ojeras!", dice sonriente. "Empezamos antes de las siete de la mañana y no salimos antes de medianoche, después de comprobar que todo salió según lo previsto; incluso, atendiendo los deseos de los grupos por darle unas vueltitas a la ciudad de Quito", dice esta productora de televisión.

Pequeñita, hiperactiva, decidida y capaz de enfrentar varias tareas al mismo tiempo, la ecuatoriana más joven del grupo es Paula Parrini, una veinteañera estudiante de teatro y comunicación. Informal y decidida, Paula es la secretaria de producción y fue responsable de uno de los rubros de programación. El teatro, como para el resto del equipo, es su religión y oficio. Sumó una experiencia valiosa en la producción de Cara o Cruz, (cine, con Camilo Luzuriaga), y con la obra de Rossana, Jaula de viento. A pesar de sus aportes al festival, enfatiza que "dejar de actuar, ni muerta". Es que, para Paula, el tema es "no abandonar el barco, y para eso, hay que tener ñeque".

Para la cantante Alexandra Santos, lo más duro ha sido robarle tiempo al cantautor Alberto Caleris, su pareja y su hija Romina. "Lo valoro demasiado, pero estoy clara de que es parte de un reto a cumplir". La paciencia, el desarrollo de este valor al que acude para aportar al grupo de trabajo, ha sido ratificada como alguna de sus grandes cualidades. "Se trata de un equipo complementario, que se suma y se integra". Y claro, has desmitificado aquello, en broma o en serio de que donde hay más de tres mujeres juntas, no pasa nada. "Resultados a la vista, chicos", remata.

Con solo 20 años y con la vocación total para regresar a su Alemania para estudiar teatro, cine y literatura, Anna Lilja Moll terminó el festival, feliz por la experiencia. "El equipo es maravilloso. El lado femenino no es una suposición, para nada. La fraternidad, confianza y cercanía que se dio en el grupo ha sido una de las claves para cumplir las metas. Todo esto fue muy duro", apunta contenta.

Pues ahí están: guapas, emprendedoras, peleadoras, tenaces. Son las siete mujeres a las que Quito debe un festival de teatro que tuvo éxito en taquilla y en crítica. Del sueño, a la realidad. Y sin perder la simpatía, ni la gracia, ni la alegría. ¡Las mujeres arriba! (Han dicho ¿no?) (HOY DOMINGO)
EXPLORED
en Ciudad Quito

Otras Noticias del día 20/Octubre/2002

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el