Quito. 12 ene 97. Los seis años de acercamientos entre los
presidentes y gobiernos de Perú y Ecuador, luego de 150 años
de relaciones congeladas, han puesto frente a frente a tres
presidentes ecuatorianos con el impertérrito rostro de un solo
presidente peruano, el ingeniero Alberto Fujimori.

El presidente Abdalá Bucaram Ortiz realiza hoy la primera visita
de Estado de un mandatario ecuatoriano al Perú en la historia
republicana. Luego de la guerra de 1995, la relación de los dos
países se ha modificado.

Mientras los acercamientos durante los gobiernos de Rodrigo Borja
y Sixto Durán Ballén buscaban el camino de la distensión y los
negocios, ahora las conversaciones para resolver el viejo
problema limítrofe se encuentran en marcha, bajo la tutela de la
comunidad internacional, que busca terminar con uno de los más
incómodos problemas fronterizos de América Latina.
¿Qué se puede esperar de la visita que realiza mañana el
presidente Bucaram al Perú?

Más allá de la certeza de que un diálogo directo, al más alto
nivel, puede propiciar un clima de distensión, auspicioso a la
hora de abordar los "impasses subsistentes", los analistas no
creen que la visita arroje un resultado mayor. Tiene sí una gran
significación para el Gobierno peruano que atraviesa por un
difícil momento político, con la toma de la residencia del
embajador japonés en Lima.

Bucaram visita un Perú cuyos habitantes, paradójicamente,
mantienen aún la fe en el "dracroniano" modelo de desarrollo del
presidente Fujimori.

EL MILAGRO DEL SAMURAI

El presidente Alberto Fujimori es una suerte de samurai
milagroso. Esa es la imagen que queda luego de la conversación
telefónica de BLANCO y NEGRO con Carlos Amat y León, el decano
de Economía de la Universidad del Pacífico, de Lima.

Es que el Perú que mañana va a encontrar Abdalá Bucaram es uno
que va superando el "trauma populista", causado por el ex
presidente Alan García.
Un país que -dice Amat- tiene ahora el desafío de crecer sin
inflación y con más democracia, de superar la pobreza y de
integrarse a la economía mundial con pie firme, después de que
estuvo interdicto por el Fondo Monetario Internacional, como
"país no elegible" para la inversión extranjera.

El Perú, en la versión del decano Amat, es un país en pleno
proceso de abandonar una profunda crisis, que ha conseguido
estabilizar en 10 por ciento la inflación anual, que era la
tendencia en los años previos al populismo de García, en que la
inflación alcanzó cifras espectaculares: 7.500 por ciento.

Esto se ha conseguido no solo con la paciencia japonesa del
inescrutable samurai, sino con la aplicación férrea de una
política macroeconómica ortodoxa, sustentada en un ajuste fiscal
estricto para el manejo de las cuentas del Estado y, además, con
una política monetaria restrictiva.

Amat usó varias veces la palabra "draconiano" para referirse al
manejo fiscal de Fujimori, que incluso ha arrojado ahorros en las
cuentas corrientes del Estado.

Otro gran logro de Fujimori es haber recuperado la credibilidad
del sistema financiero internacional. Perú ha conseguido
refinanciar la deuda externa (que es de 24 mil millones de
dólares), logrando acuerdos con los acreedores privados. Ha
refinanciado la deuda, ha renegociado montos, ha modificado tasas
de interés. Ha conseguido nuevas líneas de crédito de los
organismos multilaterales de crédito.

Si a esto se suma la inversión extranjera, las cifras gordas son
favorables para Fujimori. Han llegado dólares para petróleo, para
electricidad, para telefonía.

"El capital extranjero ha perdido el miedo al Perú", anota Carlos
Amat.

Los chinos invierten en minería y la Mobil y la Shell han formado
un consorcio para explotar gas y petróleo en la selva central del
país, con inversiones que están alrededor de los tres mil
millones de dólares.
Además, el gobernante peruano suprimió los subsidios a los
servicios del Estado que, antes, se sostenían con emisión
monetaria, lo que condujo a la inflación astronómica.

El último ingrediente del "milagro" peruano es la pacificación
del país y la derrota de las facciones de Sendero Luminoso y del
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Sin dudas, el
enjaulamiento de Abimael Guzmán es un hito en la historia
reciente del Perú, mientras la ocupación de la residencia
japonesa por el MRTA no guarda, según nuestro entrevistado,
ningún peligro trascendental.

El ciudadano común -que en su mayoría es informal-está superando
el "impacto infernal" que le significó la hiperinflación.

Hay menos desconfianza porque, dice Amat, "la gente reaccionó
favorablemente pese al sacrificio económico que le impuso el
draconiano Fujimori".

Los pobres con el Mago

Los éxitos de Fujimori, sin embargo, tienen pendientes la
solución de necesidades básicas en un amplio universo
poblacional. En el Perú todavía un 50 por ciento de la población
carece de agua potable y desagües en sus viviendas.

El 48 por ciento de la población vive dentro de la pobreza,
conforme a reportes oficiales. Eso quiere decir que esa población
no puede comprar una canasta de alimentos que satisfaga el nivel
nutricional mínimo requerido.

Sin embargo, esa misma gente es "fujimorista": el presidente del
Perú mantiene en estos momentos índices de popularidad que
superan el 50 por ciento.

Esto se explica, de acuerdo a la interpretación de Carlos Amat,
porque la gente pobre ha recuperado la seguridad. Ve en el
horizonte la oferta de mejores servicios públicos (el Gobierno
ha reconstruido la red de carreteras que estaban prácticamente
destruidas) y descubre la "vivilidad" y viabilidad de la
economía.

Amat estima que el Perú ha recuperado el sentido común, luego de
superar el descalabro de años pasados, aun cuando la estabilidad
de la economía se ha dado manteniendo bajos ingresos de la
población.

Fujimori es un "mago" con suerte. Pidió 800 millones de dólares
por la telefonía estatal, y consiguió que la privatice una
empresa estatal española pagando 2 mil millones. Ha regresado a
su país la inversión extranjera. Y el incidente de la toma de la
casa japonesa, en Lima, por el Movimiento Revolucionario Tupac
Amaru (MRTA) es -dice Amat- un disturbio superable, sin mayor
peligro que el del manotazo de ahogado de una guerrilla
moribunda.

EL RETO DEL CONGRESO PERUANO

Por Benjamín Ortiz Brennan

El momento culminante de la visita del presidente Abdalá Bucaram,
a Lima, será el discurso ante el Congreso. Será también su
intervención más divulgada. El momento en que cada una de sus
palabras dejarán huella, y cuyo rastro se extenderá a las
negociaciones que arrancarán el 17 de febrero en Brasilia.

El Congreso peruano es un territorio políticamente minado. Y, a
propósito, me ha parecido oportuno evocar la experiencia de los
directores de periódico que viajamos hace cinco años a Lima.
Experiencia en la que nada hubo de ingrato, pero sí mucho de
aleccionador.

ANTES DEL GOLPE

Poco antes de abril de 1992, cuando el presidente del Perú cerró
el Congreso y las Cortes, para forjar un orden a su imagen y
semejanza, los directores de periódicos del Ecuador viajamos a
Lima, como gesto de buena voluntad, para contribuir a crear un
ambiente de distensión.

Visita provechosa, en la cual los colegas peruanos hicieron
ostentación de ser buenos anfitriones, y que contribuyó, al menos
temporalmente, a moderar el lenguaje de algunos periódicos del
vecindario.

Hubo una larga conversación con Alberto Fujimori, muy ducho y
seguro de sí mismo, que hacía profesión de democracia en vísperas
del zarpazo dictatorial. La agenda preveía también una visita de
cortesía al Congreso peruano. En realidad fue menos que eso.
Constituyó un paseo turístico, en el que contemplamos los
escritorios de reluciente y antigua madera, los descomunales
retratos de los próceres sobre los muros, un marcador de estadio
para las votaciones, y las curules hereditarias, en donde se han
sentado abuelos, hijos y nietos del antiguo virreinato, desde que
se convirtió en república.

Los encuentros con los senadores y diputados peruanos, repartidos
fundamentalmente entre la derecha y el APRA de Alan García,
fueron un estrechar de manos, pero no mucho más. Más tarde nos
ofrecieron un almuerzo en un restaurante junto al mar, en el cual
la conversación giró en torno a las delicias del mar peruano,
antes que sobre las amarguras de las relación bilateral.

Nuestros colegas del Perú, según entendimos más tarde, cumplieron
con el ritual de visita al Congreso, pero armaron el recorrido
con habilidad y prudencia, para evitar un encontronazo con
legisladores nada amistosos en relación al Ecuador, tema
recurrente de sus discursos más fervorosos, que les permiten una
buena cosecha de aplausos y votos.

EL ACTUAL CONGRESO

Los partidos políticos tradicionales han quedado muy maltrechos
con Fujimori. La composición de las mayorías es diferente. Sin
embargo, no ha variado las tensiones y asechanzas del Congreso
peruano para la relación con Ecuador. Allí está un oposición
reducida, ahora tensa y a la espera de crecer, que ha utilizado
la política internacional de Fujimori, para acosar al Gobierno.
El presidente Bucaram debería extremar su prudencia en ese
momento culminante del viaje.

FUJIMORI TIENE LA EXPERIENCIA EN ESTAS LIDES

Los seis años de acercamiento entre los presidentes y el Gobierno
de Perú y del Ecuador, luego de 150 años de relaciones
congleadas, han puesto frente a frente a tres presidentes
ecuatorianos con el impertérrito rostro de un solo presidente
peruano.

Desde luego, ese rostro inexpresivo ha experimentado notables
cambios en estos seis años. Alberto Fujimori tiene hoy el aspecto
de un matador experimentado.

El recién elegido y desconocido Fujimori que visitó el Ecuador,
durante el Gobierno de Borja se transformó en el victorioso
samurai que abatió la hiperinflación y el embate de Sendero
Luminoso. El lunes, el enigmático Fujimori recibirá al
presidente Abdalá Bucaram.

Borja declara la paz al Peru

La primera visita en la historia republicana del Ecuador de un
presidente ecuatoriano al Perú, ocurrió el 21 de mayo de 1990,
cuando Rodrigo Borja viajó a Lima para una reunión de los
mandatarios del área andina. Dos meses más tarde asumiría el
poder, el presidente Alberto Fujimori.

Durante el inicio de su mandato, un desconocido y joven Fujimori
tuvo como vecino a un Gobierno que promovía una gran actividad
política internacional y que había designado como Canciller a
Diego Cordovéz, un diplomático de alto nivel de la ONU, mediador
de la guerra de la URSS y Afganistán.

El Gobierno de Borja intentó sacar al Ecuador del relativo
aislamiento al que lo había conducido el Gobierno de su
antecesor, León Febres Cordero, en cuyo marco el problema
fronterizo era tratado bajo la concepción de la "herida abierta".


"Una solución el viejo litigio con el Perú, sobre bases firmes
y permanentes, que atiendan a sus derechos amazónicos, tan
ligados al alma nacional, a la historia y al futuro del país",
fueron las palabras de presentación de Cordovéz de su política
con el vecino del sur.

La política internacional de Borja condujo a varios acercamientos
con los máximos dirigentes políticos peruanos, en foros
internacionales y a la primera visita oficial del presidente
Fujimori al Ecuador.

En diciembre de 1989, por ejemplo, Alan García, presidente del
Perú participó de una reunión del Acuerdo de Cartagena, en Quito.
Esos encuentros allanaron el camino para el primer encuentro
bilateral, de un presidente peruano y un ecuatoriano, que ocurrió
en enero de 1992. La cita no resolvió el problema, pero abrió una
etapa de distensión.

Según Borja un viaje de reciprocidad a Lima nunca se concretó
porque solo estaba dispuesto a viajar para traer una solución
concreta al problema fronterizo y porque, meses más tarde,
Fujimori disolvió el Congreso. Su período llegaba a su fin.

Ya Borja y Fujimori habían discutido el tema fronterizo antes,
aunque en territorio neutral. En diciembre de 1991, los dos
presidentes y sus ministros de Relaciones Exteriores se
encontraron en Cartagena. Esa fue la primera vez que los
presidentes de los dos países discutían el tema. La cita tuvo
lugar dos meses más tarde del incidente fronterizo de Pachakutek.

El presidente Borja promovió la tesis del arbitraje papal con el
que pretendió ganar iniciativa.

SOBRE EL MAPA

En febrero de 1992, tuvo lugar un nuevo encuentro de ambos
mandatarios, esta vez en la suite del presidente Borja en San
Antonio, Tejas (EEUU). Según el relato del presidente Borja,
durante ese encuentro, sobre un mapa desplegado en la mesa, que
llevó Fujimori, Borja habría señalado el trazo de la propuesta
ecuatoriana.

Durante el Gobierno de Borja, Perú admitió la existencia de un
conflicto fronterizo. Este hecho terminó con una era que duró
medio siglo, a lo largo del cual Ecuador sostuvo en pie el
reclamo, mientras Perú respondía que no había nada que discutir.

La tesis del arbitraje papal fue propuesta por el Ecuador en
1991. Perú rechazó el planteamiento y, en respuesta, propuso un
peritaje que coloque los hitos faltantes de la línea del
Protocolo.

De Bahia a Montevideo: sonrisas y desplantes

En una reunión de empresarios y dirigentes políticos del Grupo
de los 7 a la que fuera invitado, junto al presidente argentino
Carlos Menem, su homólogo peruano, Alberto Fujimori, los dos
flamantes líderes de los nuevos tiempos de América Latina, el
presidente peruano confesó que las razones del éxito de ambos
eran tres: el abatimiento de la inflación, la consolidación de
un orden interno y la separación de sus respectivas esposas. La
declaración provocó grandes risotadas y reflejaba, al menos, dos
hechos incuestionables en aquella época.

El "fujishock" que lanzó el presidente peruano, días después de
iniciado su mandato y que contempló alzas de hasta el 2.000 por
ciento logró, finalmente, reducir la hiperinflación, que había
devastado la economía peruana, durante 10 años.

Por otra parte, la captura de Abimael Guzmán, en septiembre de
1992, inició el comienzo del fin de Sendero Luminoso. Fujimori
logró, también, debilitar a lo partidos de oposición y crearse
condiciones favorables. Y si bien la lucha antiterrorista del
Gobierno de Fujimori, desató una ola de violaciones de los
derechos humanos, su triunfo fue un alivio para la sociedad
peruana.

El 5 de abril de 1992, con el apoyo de las FFAA, el presidente
peruano anunció la disolución temporal del Parlamento y la
reorganización de la justicia.

La visita de un frío, maduro y prestigioso Fujimori, concitó el
interés de la prensa, durante la entrega de mando del presidente
Borja. Su presencia contribuyó a realzar un acto, bastante
desdibujado.

NEXOS PRACTICOS

En los meses siguientes, el Gobierno de Sixto Durán Ballén,
prácticamente, abandonó la tesis del arbitraje papal.

Un enfriamiento en el tratamiento del tema fronterizo permitió
que el Perú se retracte del público reconocimiento que había
hecho del conflicto limítrofe entre Ecuador y Perú.

Las relaciones con el vecino peruano pretendían ser fortalecidas
sobre la base de las posibilidades de cooperación económica y de
los proyectos de integración. Seis meses después de su primera
visita, el 16 de diciembre de 1992, Fujimori y su familia
vacacionaron con Durán Ballén en Bahía de Caráquez. Cómo si el
problema territorial no existiera.

MANO EXTENDIDA

Alberto Fujimori y Sixto Durán Ballén tuvieron su siguiente
encuentro luego de la guerra no declarada.

La guerra del Cenepa puso en entredicho aquella percepción de
que la integración económica regional estaba por encima del
conflicto fronterizo.
La guerra, sin embargo, marcó el más importante viraje: la
aceptación del Ecuador del Protocolo de Río de Janeiro, aunque
con la limitación de su inejecutabilidad.

Durante el cambio de mando del presidente Julio María
Sanguinetti, el 3 de marzo de 1995, Durán Ballén dejó a Fujimori
con la mano extendida. "Si, lo ví. Estaba al otro lado del
salón", respondió Durán-Ballén a la pregunta de si se había
encontrado con Fujimori.

Un reencuentro cortés -aunque frío- ocurrió en la Cumbre del
Grupo de Río, cuando las más dolorosas heridas habían empezado
a cicatrizar. Era septiembre de 1995. El presidente Fujimori
había declarado que no venía a Quito, sino a la Cumbre. Sin
embargo, a su llegada, concedió una rueda de prensa que cautivó
a la prensa: Fujimori visitaba Quito y con espectáculo preparado.


Una incierta simpatia

Las tres causas de éxito del presidente Fujimori están lejos. El
abatimiento de la hiperinflación ha cedido el paso a los costos
sociales del severo programa de ajuste del Fujishock, el
desempleo y los niveles de pobreza crítica son notables en el
Perú. El reciente asalto a la embajada ha puesto en entredicho
los éxitos de la lucha antiterrorista. La telenovela del divorció
de Fujimori ha perdido la sintonía. El primer encuentro los
presidentes Bucaram y Fujimori ocurrió en Cochabamba, en el marco
de la reunión del Grupo de Río, en septiembre pasado. Una reunión
reservada de la que solo trascendió que los dos presidentes se
simpatizaron.

La situación fronteriza es distinta después de la guerra. Los
acercamientos durante los gobiernos de Borja y Durán Ballén
buscaban crear un camino de distensión y amitad. Ahora, en
cambio, la negociación para resolver el problema se encuentra en
marcha, bajo la tutela de los garantes, que quieren acabar con
los problemas fronterizos de América Latina.

Si antes los enfrentamientos eran condición del éxito de los
gobernantes, es posible que la condiciones hayan cambiado al
punto de que el éxito dependerá ahora de quién consigue la paz.

UN VIAJE DE SOLIDARIDAD

Al parecer, Edgar Terán, que preside la delegación ecuatoriana
para las negociaciones de fondo con el Perú, tiene razón cuando
dice que de la visita del presidente Bucaram a Lima "no se debe
esperar cosas espectaculares".

En realidad, nadie cree que, a dos años de haberse librado una
guerra no declarada, y cuando las dos naciones enfrentan serios
problemas internos, producto de la crisis económica, en el caso
de Ecuador, y de la violencia terrorista en el Perú, un encuentro
formal entre los dos presidentes, "altere" el curso de una
relación conflictiva, que ha marcado la vida de los dos vecinos.

Y debe ser por este recuerdo que, las expectativas de la visita,
tanto entre ecuatorianos como entre peruanos han sido escasas.
Primero por que los problemas internos son demasiado grandes como
para dar paso al optimismo y, segundo, porque las experiencias
pasadas, de visitas similares no han dejado buenos recuerdos.

En el Ecuador, por ejemplo, nadie olvida que, tres años después
de la visita oficial que Alberto Fujimori hizo a nuestro país y
después de haber sido recibido con muestras de amistad, los dos
países se enfrentaron en un conflicto bélico, con un saldo
trágico de más de un centenar de muertos.

Como fuese, no se puede negar la importancia de una visita de
Estado (la primera de esa jerarquía de un mandatario ecuatoriano
al Perú). Es más, el hecho de que no se haya postergado la cita,
a pesar de los conflictos internos en Perú, donde se tiene
secuestrado al canciller, Francisco Tudela, evidenciaría un afán
de allanar el camino para las negociaciones de paz que, en su
aspecto sustantivo, comenzarán en Brasilia, el 17 de febrero,
aunque también podría ser interpretada como una audaz estrategia,
para bajar el perfil a la noticia más relevante que se genera en
Lima, con el secuestro en la embajada japonesa.

Al menos, eso piensa el analista peruano César Arias Quincot,
quien considera que una eventual postergación del viaje del
presidente ecuatoriano, hubiera revelado signos de debilidad del
Perú, dado que se proyectaría la imagen de que las cosas no
funcionan bien tras la situación de los rehenes".

Aunque la perspectiva puede ser diferente, también Edgar Terán
alude al tema. Para él la visita de Bucaram a Perú es "una
manifestación de solidaridad del Gobierno del Ecuador y de su
presidente, al presidente del Perú en un momento duro de la vida
de ese país y de ese mandatario".

buena vecindad

Pero la pregunta de fondo de ¿qué se puede esperar de la visita
de Bucaram a Lima? no parece tener una respuesta clara, más allá
de la certeza de que un diálogo directo al más alto nivel, en un
momento en que las negociaciones de paz entran a su fase
decisiva, puede propiciar un clima de distensión, propicio para
el momento, y auspicioso a la hora de abordar aspectos delicados
en lo relativo a los "impasses" subsistentes.

Más las cosas no son fáciles. Un conflicto caracterizado "por
políticas exteriores irreductibles, en una negociación donde hay
intereses de terceros países, y en donde las decisiones políticas
sobre la frontera son altamente politizadas en los dos países",
complican el panorama, sostiene Adrián Bonilla, quien duda de los
resultados de la visita de Bucaram. Mientras Ecuador habla de una
salida al Amazonas, Perú apela al Protocolo de Río de Janeiro.

Y como si esto fuera poco, en lo cultural y en lo comercial
tampoco existen las mejores relaciones.

Si Abdalá Bucaram y Alberto Fujimori firmarán o no algunos
acuerdos, es hoy un misterio.

Nada se ha dicho oficialmente, a pesar de que en este tipo de
encuentros es natural que se abran espacios de relaciones a
futuro, puesto que esa es una de las finalidades en las
relaciones bilaterales. Pero por ahora parece que el ansiado
Acuerdo de Buena Vecindad, que Ecuador pretende firmar, desde
diciembre de 1995, tampoco será suscrito por los dos mandatarios.
De allí que, con optimismo, lo que se podría esperar es que las
concesiones que sean menester hacerlas, cuando en la mesa de
negociaciones se sienten las delegaciones de los dos países,
tengan una buena dosis de influencia de esta visita, a pesar que
éstas (las concesiones), surgen solo cuando las sociedades las
impulsan, y los líderes de las naciones son capaces de sintonizar
esos anhelos.

Por ahora, el gran recuerdo de este encuentro parece será
alcanzar una verdadera distensión y un cierto grado de armonía,
auspicioso para las negociaciones.

¿UN ESPALDARAZO A FUJIMORI?

1/2La visita oficial a Lima constituye un espaldarazo al presidente
Alberto Fujimori, de cara a la situación interna provocada por
la crisis de los rehenes. A cambio, Abdalá Bucaram obtendrá para
el Ecuador una mayor fluidez para el desarrollo de las
conversaciones de fondo del problema territorial".

En esos términos concibe al viaje que realizará el mandatario
ecuatoriano entre el lunes y el miércoles de la próxima semana,
un funcionario cercano al presidente Bucaram.

MENSAJE DE PAZ

El lunes, a las 17h00, Bucaram se entrevistará con el presidente
del Congreso del Perú, Víctor Joy Way, y, diez minutos más tarde,
asistirá a la sesión solemne del Congreso de la República, que
se efectuará en el Palacio Legislativo.

Ante el pleno de los diputados, el presidente ecuatoriano
resaltará la vocación pacifista de nuestro país, pero el mensaje
estará centrado en el tema territorial y la disposición del
Gobierno a negociar la solución del viejo diferendo, en términos
justos y equitativos para las dos partes.

"La visita va a ser un paso adicional para el largo camino que
habrá que recorrer hasta llegar a la solución final", puntualiza
el funcionario consultado, en relación a las conversaciones sobre
los desacuerdos fronterizos que empezarán (las delegaciones
negociadoras de ambos países) en Brasilia el próximo 17 de
febrero.


¿PACTO DE NO AGRESION?

Los presidentes Bucaram y Fujimori firmarán cuatro convenios en
el campo cultural y de integración, pero no se esperan acuerdos
de renuncia al uso de la fuerza para resolver la controversia
limítrofe, ni un pacto de no agresión y tampoco habrá una
reactivación de las comisiones de vecindad.

En todo caso, en el Ecuador hay optimismo porque el proceso de
paz y la negociación que se producirá en Brasilia salgan
beneficiados con el encuentro de los dos jefes de Estado.

Como es lógico, luego de la conformación de las delegaciones
territoriales y del establecimiento de la fecha del inicio de las
conversaciones directas (17 de febrero), en esta visita no se
negociarán los "impasses", pero es de esperar que se discutan
otros mecanismos diplomáticos y políticos para despejar cualquier
duda.

"De lo que hablaremos en privado, solo sabemos Fujimori y yo",
ha dicho el presidente Bucaram al tiempo de pedir apoyo a su
decisión de continuar en el proceso de paz.

En esta ocasión, el mandatario ecuatoriano invitará a su homólogo
a que visite el país en los próximos meses, pues "no hay quinto
malo", dice el refrán.

Un pais con la piel completa

El presidente de la República, Abdalá Bucaram, anunció su
disposición de buscar una salida negociada al conflicto
fronterizo. Sin embargo, aún cuando las futuras negociaciones
conduzcan al cierre definitivo de la frontera, deberá pasar el
tiempo para que las relaciones entre Ecuador y Perú se armonicen.

Este es el criterio de varios analistas consultados sobre si el
fin de la disputa territorial producirá una relación franca y
fraterna entre ambos países.

Para el historiador Enrique Ayala Mora, el problema territorial
se actualiza de tiempo en tiempo y capta toda la atención del
público. "El principal problema es que el país no está integrado
hacia adentro. Pero si el problema territorial se soluciona,
sería un síntoma de madurez", explica.

La madurez, a criterio del historiador, se manifiesta en un país
que acepta "su verdadero tamaño", el real, frente al "oficial":
el Ecuador de Río de Janeiro frente al de los mapas.

Un paso significativo es que el país haya reconocido la validez
del tratado de 1942, "no hacerlo era solo prolongar el problema",
mientras que incursiona en una utilización racional de sus
recursos amazónicos actuales.

Ayala Mora señala que el aspecto más positivo del fin de la
vieja disputa territorial será la utilización de los recursos
comunes. Pero es escéptico sobre la actitud del Perú. "Las clases
dirigentes peruanas no ven en la integración regional una meta
económica ni política", dice. En todo caso, Ayala Mora cree que
el Ecuador está en mejores condiciones que el Perú para aceptar
el fin del conflicto: "la mayor parte de gente sabe cómo es el
mapa real, y solo ciertos sectores de la derecha mantienen esa
sensación falsa ( la del país de los mapas)".

Recursos para el desarrollo

Para el analista económico Modesto Rivas, el fin del conflicto
territorial representaría una gran disminución en las
importaciones de armamento y en el gasto militar ecuatoriano.

Rivas explica que, aunque las cifras del gasto en armamento son
reservadas y hay muchas importaciones desconocidas, el fin de la
carrera armamentista entre Ecuador y Perú significaría una
reducción considerable en el endeudamiento externo del país.

Sin embargo, a criterio del experto, el principal efecto sería
la "liberación de recursos en favor de esfuerzos de desarrollo",
que implicarían obras de infraestructura básica, la conformación
de microempresas y el estímulo del desarrollo social.

Rivas afirma que el presupuesto militar sería mucho más manejable
y que recurso político de resucitar la guerra justo antes de las
elecciones terminaría de una vez, facilitando la gobernabilidad.

El fin de la disputa implicaría también que el país no pierda su
confianza productiva en los momentos en los que hay tensión en
la frontera.

El problema territorial, como hecho económico, ha significado que
no se logre la integración regional, lo que ha perjudicado la
economía de las naciones latinoamericanas.

Participación social

Entre tanto, Berta García, analista del tema territorial, opina
que, con el litigio de por medio "no es posible enfrentar el la
globalización".

García es partidaria de "crear las relaciones con el Perú", y
anota la importancia de las reuniones de intelectuales y
periodistas, así como de miembros de la sociedad civil de ambos
países para proponer soluciones.

A juicio de García, hay, en los dos pueblos, "la percepción de
posibilidades conjuntas", como la unidad económica y la formación
de una nueva identidad, con énfasis en lo regional. (DIARIO HOY)
(REVISTA BLANCO Y NEGRO)
EXPLORED
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