Quito. 11 nov 2000. En el concierto, los españoles cantaron los éxitos
del pasado. Más de 16 mil espectadores concurrieron al espectáculo de
Miguel Bosé y Ana Torroja.

Una evidente complicidad dentro de un escenario que se caracterizó por
una sincronía perfecta entre sonido, luces y escenografía, llevó a más de
16 mil espectadores a transportarse a la época de los ochenta, cuando
Mecano y Miguel Bosé provocaban la euforia de los jóvenes de copete y
chompa de cuero.

Eran aproximadamente las 20:00 del jueves y el Coliseo General Rumiñahui
estaba casi lleno. La gente compraba desesperada hotdogs, canguil, papas
y la infaltable biela para aguantar por lo menos las tres horas de
espera, de quienes estuvieron desde las 18:00.

Las luces se apagaron por completo a las 20:30 y luego de algunos
comentarios como "qué bestia, por fin un concierto comienza puntual", las
espectativas se acrecentaban. Gritos, olas, chiflidos y una que otra
barra estaban listos para recibir al dueto español.

No obstante nadie tenía idea, que el primer plato serían Las Lolas.
Con una presentación corta y acertada, las chicas intentaron amenizar al
público que al principio las recibó en silencio y disfrutó de dos
canciones reeditadas. Sus voces merecieron fuertes aplausos y pronto
salieron del escenario.

Nuevamente la espera por ver a Bosé y Torroja en escena continuó.
"Ojalá empiece con Sevilla", decía Diego Ayala, un joven de 24 años, que
se jactaba de conocer todos los temas del cantante. "No, calla, verás que
empiezan con una de Mecano", le respondía Santiago Vera, su amigo, quien
sacaba un dólar del bolsillo para comprar un vaso de cerveza.

Todo quedó oscuro, el cruce de dos luces iluminaron de pronto la parte
superior del escenario y se empezó a escuchar "en la puerta del sol como
el año que va ..." el público deliraba por ver a Ana Torroja.
El concierto arrancó. La espectacular aparición de Bosé dejó con la boca
abierta a la gente. Los desplazamientos y las interpretaciones que una
tras otra fluyeron, agrandaron los ojos de los asistentes.
Hijo de la luna, Te amaré, Barco a Venus, Creo en tí y el popurri de las
canciones clásicas que cantaron los artistas fue el clímax total de la
noche. Tras salir tres veces de vuelta a la tarima a petición de sus
fanáticos, Bosé y Torroja cerraron el concierto con su más reciente
canción, Corazones.

Girados se carga el Rumiñahui

Esteban Michelena
Especial para HOY

Para montar la infraestructura del concierto, los organizadores
dedicaron tres días de trabajo. Un técnico español y otro norteamericano
dirigieron la labor con el trabajo de sus similares ecuatorianos
(Ecosonido). Fueron dos horas a mil por hora y cero error: ni una sola
distorsión, peor un pitazo o descuido en la iluminación. Las pantallas,
nítidas, combinaron el directo
con imágenes de los vídeos sin un desliz. Lo bien hecho, paga. Y el
público, que repletó el Rumiñahui, disfrutó de un concierto que, como
debe ser, bien pudo presentarse en cualquier cotizada plaza del mundo.
Una banda poderosa e hiperensayada que, si bien no arribó a los solos
ni se salió del libreto, obsequió precisas muestras de la calidad de los
músicos. Tres magníficas voces en coros y esa maestría aplicada en el
juego temas- iluminación-escenografía y artistas, crearon el ambiente
propicio para que Torroja y Bosé no solo entreguen un repertorio de sus
clásicos, sino que a algunos de ellos incluso les agregaran su respectiva
puesta en escena.

Torroja no ha cedido un ápice de su voz, copa el escenario con una
riquísima combinación de frescura, agresividad y sensualidad. Bosé, tan
gestual, acrobático, impredecible, avasallador pero siempre en perfecta
armonía, confirmó que es en la música donde le caben autoría y autoridad.
Los dos suscitaron la euforia del auditorio, que, cuando no se sumó a
los coros, se rindió ante los coqueteos y provocaciones que la pareja,
coros y bailarines ejecutaron gozosos y entregados.

Bosé nuevamente deja un recuerdo grato y reconfirma su capacidad de
generar conciertos cruzados por un concepto y que trascienden el desfile
de temas y libreto. Su creatividad en la tarima, esa facilidad para crear
atmósferas donde enbroma y sorprende al público, la gracia de sus
movimientos, eso de actuar cada canción y, sin duda, la potencia, el
cuidado y la versatilidad de su voz, le ubican donde le toca: este es de
los grandes.

Abajo los de sillas

Muchas de las chicas que casi se desmayan en el concierto, fueron para
ver de cerca y en vivo, el cuerpo, las piernas, la carita, los
movimientos y desplazamientos escénicos de Bosé. Algunas hasta pagaron
sillas. Pero no ven lo que han pagado. El público quiteño insiste en una
contradicción insufrible: sale la estrella y todo el mundo se para en las
sillas. Para nada importa el otro, el que en la fila posterior se hallen
niños, abuelitos o simplemente, espectadores que quieren ver el concierto
sentados. Pero no.

Yo veo bien y el resto que se joda. Bueno: en las calles, la conducta de
los buseros y choferes resulta ídem, ¿no?. ¡Y eso que no pagan silla!
(Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

Otras Noticias del día 11/Noviembre/2000

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el