Quito. 07.04.91. Carlos Ocapana terminó su último bostezo muy
temprano en su casa de San Bartolo. A las 6h30 se encontró en
la última subida que lo condujo al terminal de los carros
recolectores de basura, en la Mariana de Jesús y avenida
Occidental, un poco más abajito del Pichincha.

Después de descansar un poco se deleitó con un buen desayuno.
El menú le tentó con un caldo de gallina, de 400 sucres, o un
arroz con menestra y carne, de 450 sucres. Para que resbale
siempre es bienvenido un morocho de 120 sucres.

Ahí sí se sintió listo, mientras los 61 vehículos de limpieza
echaban bocanadas espantando al frío de la mañana. El sabía y
sabe que la ciudad necesita por lo menos 110 unidades.
Entonces no se explica como puede estar detenido un trámite
burocrático, por más de un año y medio, para la compra de más
automotores, aunque esta ciudad arroje mil toneladas de basura
y solo sean recogidas 700 mil, el 70 por ciento. Sin darse
cuenta le entró por un momento la cólera.

Regresó a ver y supo que 14 vehículos no laborarían ese día,
por encontrarse en mantenimiento. Mas allá se encontró con los
que estaban paralizados completamente por la falta de
repuestos y el cierre de las fábricas internacionales que los
producían

Carlos se frotó las manos y llamó a sus compañeros de labores:
Pepe Lucho Sandeza, número 367; Nicolás Romero, el 229;
Emiliano Chanataxi con el 903; José Arroyo, el 569, y él con
el número 043. La campana, los palancones, y las manos limpias
harían en breve su obra.

El jefe y chofer del vehículo, Hernán Carrera, preparó la hoja
de ruta y a Cotocollao se dirigieron todos. Pero Hernán apretó
delicadamente el acelerador porque "la hojita del resorte",
que no llega de las fábricas puede dejar toda la basura en las
calles.

En su modelo 78 lo que más se gasta es el embrague. "Porque es
peor que conducir un carro de entierro: despacito y con
cuidado", dijo preocupado.

"Nosotros -añadió- trabajamos duro para que Quito no tenga los
problemas sanitarios de Guayaquil. Por eso pedimos comprensión
y que solo saquen la basura cuando suena la campana".

UN DURO DIA... COMO TODOS

Aquel prometía ser un duro día, como todos, en el cual los 60
kilómetros promedio que caminan levantando basura solo les ha
dado un poco más de músculos y la satisfacción de tener limpia
la urbe. Para Carlos Ocapana este trabajo es como el del
ginecólogo: "laborar donde otros se divierten". Con sus 29
años ha visto toda clase de residuos sólidos (basura), desde
que llegó hace 10 años de Latacunga. Su única preocupación es
que la gente comprenda y ponga la basura en su lugar. "La
campaña del don Evaristo ha sido vital. Ahora se puede mirar
que las fundas nos esperan acomodadas, pero existen barrios
que parece que no tuvieran televisión", comentó.

En esos momentos Pepe Lucho, agitó la campana y los
desperdicios aparecieron poco a poco, seguidos de los
moradores que corrían para no perderse la oportunidad.

Como ya eran las 11h00, se dirigieron a la tienda del barrio a
tomar un refresco con pan. Por lo general, los cinco
asistentes de limpieza recorren todos los sectores juntos
durante varios meses. La camaradería no falta nunca y solo se
separan cuando alguien sale a vacaciones y después es
incorporado con otros compañeros.

Los capariches eran de Llano Grande y Llano Chico

"Antes -recordó Emiliano Chanataxi- nos decían capariches.
Eran tiempos cuando todos los que trabajábamos éramos de
Llano Grande y Llano Chico, lo hacíamos con escobas de retama
y casi era por herencia".

Ya entrada la tarde se dirigieron al botadero de Zámbiza para
descargar los 7 mil kilos de basura. Allí un día más había
acabado.

Fue entonces cuando Carlos Ocapana recordó su llegada desde
Latacunga, su ingreso como asistente de limpieza: "Desde las
dos de la mañana salíamos a limpiar las calles, hasta las
nueve. El problema era que después ya no daba sueño".

Ahora, Carlos con 29 vueltas a cuestas, casado y con dos hijos
que crecen rápido, escucha atentamente la campana de su
compañero y apura a las señoras para que no acumulen sus
recuerdos en la casa y tengan el valor de ponerlos en la
calle.

CORTOS

- La Organización Mundial de la Salud, OMS, considera que se
necesita un recolector de basura por cada 10 mil habitantes.

- Quito, con millón y pico de habitantes, necesita por lo
menos 110 unidades.

- En 1965, Quito tenía 125 unidades y menos de medio millón de
habitantes.

- La Empresa Municipal de Recolección de Basura tiene 450
trabajadores, todos bien numerados.

- La edad mínima para entrar es la de 18 años y la máxima de
30.

- Existe, a veces, ausentismo de los trabajadores lo que
dificulta aún más la recolección.

- No existen mecanismos de control de las ausencias. Claro,
los trabajadores pierden su paga diaria.

- 2.365 sucres es el sueldo diario de los trabajadores.

- La limpieza de la ciudad comienza a las cuatro de la mañana
y termina a las nueve de la noche. Todos los días del año,
menos el 1 de mayo, por ser éste el día del trabajo.

- Carlos Ocapana nunca ha tenido una enfermedad por el
contacto con la basura. (C-8).
EXPLORED
en Ciudad N/D

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