¿UN CONCURSO DEL LIBRO LEIDO?. Por Blasco Peñaherrera

Quito. 03.04.92. (Editorial) Anticipo que no me voy a referir
al certamen estudiantil creado por el Concejo Municipal de
Quito por iniciativa de ese infatigable y generoso promotor de
fecundas tareas intelectuales que es el doctor Guillermo
Bossano Valdivieso, sino al absurdo giro que se le está dando
a la campaña electoral por la presidencia de la República, a
la misma que se pretende convertir en una especie de nueva
versión del concurso del libro leído. Todos los gremios,
todas las asociaciones, todos los clubes, han incluido en su
programa de actividades desayunos, almuerzos, cenas, debates,
foros o "paneles" para escuchar a los 17 candidatos y sus
correspondientes "binomios". Dicen que con esto se pretende
que los tales aspirantes "den a conocer" lo que piensan y la
capacidad que tienen para ejecutar sus planes o realizar sus
propuestas de gobierno. Esto implica partir de tres
supuestos: primero, que los distinguidos concurrentes a estas
importantísimas reuniones no conocen a los candidatos y
tampoco lo que ellos piensan; segundo, que los disertantes o
debatientes mostrarán ante el auditorio lo que realmente son y
expondrán lo que realmente piensan; y tercero, que los
distinguidos asistentes actuarán como una especie de "gran
jurado calificador" para orientar al grueso de la población (o
sea, a todos aquellos que no son miembros de clubes, ni de
organismos gremiales, ni de asociaciones de beneficencia),
sobre la verdadera capacidad y calidad de quienes quieren
gobernarnos a partir del próximo diez de agosto, para que, ese
grueso de los electores (exactamente el 99,99%) pueda votar
con tranquilidad de conciencia. Esta curiosa manera de
concebir lo que es la decisión del 17 de mayo próximo
venidero hace que, al final de los referidos desayunos,
almuerzos, cenas, debates, foros y paneles, se inicien
acaloradas discusiones entre los miembros del "jurado
calificador" acerca de ¿quién estuvo mejor? Unos opinan que
fulano, porque habló con gran desenvoltura, con buena
entonación de voz, sin vacilaciones. Otros opinan que el
triunfador fue más bien zutano porque, durante su larga
exposición no recurrió al auxilio de papeles ni anotaciones:
lo dijo todo de un solo tirón y "de memoria". Otros, en fin,
sostienen que el vencedor indiscutible fue perencejo, porque
(a pesar de su apelativo), fue un lince para replicar a sus
contendores. En suma pues, para estas distinguidas damas e
ilustres caballeros, la campaña electoral de 1992 se ha vuelto
ni más ni menos que una versión para adultos del concurso de
Guillermo Bossano: un concurso de oratoria sobre "el libro
leído". ¿Será admisible que decidamos por quién votar a base
de impresiones tan efímeras y superficiales? ¿Será posible
que llevemos la frivolidad política a semejantes extremos? De
ninguna manera. Eso sería una auténtica barbaridad; una
soberana tontería; la máxima irresponsabilidad. Por fortuna,
el grueso de los votantes, ese 99.99% que no concurre a los
desayunos, ni los almuerzos, ni a las cenas, ni a los debates,
ni a los foros, ni a los paneles en los que se escucha repetir
"el libro que se ha leído", sabe que no debe elegir como
conductor de su patria simplemente a un charlatán de feria,
sino a un ser humano capaz de cumplir con esta tremenda tarea.

Y por eso, al margen de lo que es importante pero accidental
en la conformación de la personalidad de un estadista, intuye
como tal a quien puede mostrar "el libro de su vida", sin
páginas en blanco, sin borrones ni tachaduras. Ese es el
"concurso" que se decidirá, el tercer domingo del mes de
María. (4A)

EXPLORED
en Ciudad N/D

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