Benjamín Ortiz Brennan

Quito (Ecuador). 01 ene 96. Un visitante que hubiese llegado
al Ecuador en el primer trimestre de 1995 y, tras alejarse sin
posibilidad de recibir noticias, hubiese regresado en octubre,
seis meses más tarde, no podría entender el cambio ocurrido.

Hasta podría pensar que se equivocó de país, porque la
realidad y los humores de un pueblo y de sus autoridades es
increible que hayan caído del cielo al infierno, en tan breve
lapso.

El año comenzó con sombríos augurios porque otra vez, al cabo
de catorce años de los combates de Paquisha, la historia de
las mútuas acusaciones de infiltraciones de soldados y del
intercambio de fuego en la zona no delimitada con el Perú, se
repitió.

Fin de una pesadilla

Sin embargo, la guerra no declarada de enero y febrero, en el
curso alto del Río Cenepa, representó para el Ecuador un
despertar de la pesadilla de haber sido antes sometido por el
Perú, su condicioso vecino con el cual tiene una disputa
territorial heredada de los padres fundadores de ambas
patrias.

Esta vez, los combates se concentraron en una superficie de
alrededor de 100 kilómetros cuadrados en la vertiente oriental
de la Cordillera del Cóndor, y terminaron sin que los soldados
ecuatorianos hayan rendido sus posiciones. Más bien alcanzaron
victorias resonantes, incluso en combates aéreos, siempre
concentrados en esa intrincada región selvática.

El pequeño David mantuvo a raya a Goliat hasta que una
solución negociada, con el respaldo de cuatro países
americanos, consiguió el cese al fuego, el 17 de febrero en el
Palacio de Itamaraty, Brasil. Perú tiene el doble de población
y de producto interno bruto; en superficie territorial es
cuatro veces más grande que Ecuador.

Cambio diplomático

La exitosa defensa militar abrió el espacio para que la
dirección política y diplomática sacará al Ecuador del
callejón sin salida de la declaratoria de nulidad del
Protocolo, proclamada en 1960 por el presidente José María
Velasco Ibarra, en una tumultuosa manifestación en Riobamba.

Sixto Durán Ballén, en un acto de realismo y coraje político,
reconoció que el Protocolo en mención estaba vigente y acudió
a los cuatro países garantes -llamándoles así, sin el
subterfugio de denominarles amigos- para que vinieran en apoyo
de los dos países para detener las hostilidades.

Tal reconocimiento no cabe juzgarlo desde la perspectiva del
toma y daca. Se trata de un problema político y de fervor
popular respecto al cual el momento de tomar la decisión
resultó crucial.

Inejecutabilidad

Volvió entonces el Ecuador a la tesis de inejecutabilidad
parcial del Protocolo de Río, que le fuera impuesto con el
país invadido en 1942, pero que había sido posteriormente
ratificado por el congreso y ejecutado por varios años por las
respectivas comisiones de límites.

La inejecutabilidad se basa en la inexistencia del divorcio de
aguas entre los ríos Santiago y Zamora, señalado como
frontera, porque entre ambos ríos, en lugar del tal
"divortium", corre el río Cenepa, que precisamente fue el
escenario de la guerra.

Luigi Einaudi, el embajador especial que EE.UU. asignara al
conflicto dijo en alguna conversación, que Ecuador esta vez no
había querido desorganizar el mapa del continente con su tesis
de la nulidad.

En efecto, más allá de los valores morales e incluso
patrióticos que envuelve la nulidad, carece de viabilidad
porque las fronteras, incluso las de EE.UU. y de otros países
garantes, se trazaron como secuela de hechos de fuerza, aunque
hayan afectado zonas en donde nadie dudaba quien tenía el
derecho.

Si el Ecuador dió un paso en dirección al realismo, también
Perú abandonó su posición irracional de que no existe
problema. El acta de Itamaraty se comprometieron los dos
países a solucionar "los impasses subsistentes".

Impasse o problema

El Perú, un poco para salvar la cara respecto a su obstinada
negativa, aceptó la existencia de problemas con una palabra en
francés "impasse" que suele traducirse como callejón sin
salida, o punto muerto si se habla de negociaciones.
¡Bienvenido el galicismo si sirve para reconocer y después
solucionar el problema!

En este ambiente dominado por la generalizada convicción de
que es peciso separar las fuerzas y después dar una solución
definitiva al problema, impasse, diferendo, - como quiera
llamárselo- se llegó a determinar en julio la zona
desmilitarizada, equivalente a cuatro veces la región del
conflicto de enero, que como otras historias de un asunto que
envuelte puntos de honor y emociones tuvo dos versiones: según
Ecuador está excluído el helipuerto de Banderas, según el Perú
se lo incluyó en la zona dismilitariza. Colocadas las fichas,
nadie quiso ir más allá en el debate ni en las averiguaciones.

Unidad y crisis

Ecuador mostró una rara unidad interna durante el conflicto.
Ex presidentes que se habían agredido sin cesar se reunieron
con el gobernante en funciones, Sixto Durán Ballén y dejaron
la imagen de un país diferente. Sin embargo,el gobierno no
encontró el camino para mantener un razonable consenso y menos
todavía la imagen de unidad.

Las controversias sobre corrupción, la fuga del vicepresidente
Alberto Dahik -el poder tras el trono- y la crisis energética
convitieron al último trimestre en un castigo para el gobierno
y el país. El ambiente de desastre probablemente no haya
perjudicado al trámite de las negociones con el Perú, pero ha
restado energías al país, cuando el desenlace de la guerra y
el reconocimiento de la vigencia del Protocolo le han puesto
en camino para arreglar dignamente su viejo problema
territorial.

Armamentismo y procedimientos

1996 comenzará con un encuentro de los cancilleres de Ecuador,
Galo Leoro, y de Perú, Francisco Tudela, en Lima, para abordar
los procedimientos a seguirse en la negociación de la cuestión
territorial de fondo, que la Declaración de Intamaraty
denomina "impasses subsistentes".

En el mismo encuentro, los jefes de la diplomacia abordarán el
espinoso asunto de la compra de armamentos, respecto al cual
las tensiones han crecido en los últimos días, alentadas por
la prensa peruana, tanto gobiernista como de oposición.

Alberto Fujimori es un político monolítico, una fuerza que
igual ha realizado purgas diplomáticas y militares, dejando
sin sustento a fuerzas de poder tradicionales en el Perú.

Sus adversarios han descubierto, que el hombre que derrotó la
subversión, puso en orden la economía y atrajo la inversión
para crecer, puede resultar sospechoso en materia de
"peruanismo" y "chauvinismo" por aquello de su origen japonés.
Cada vez que pueden le lanzan andanadas por los entendimientos
con Chile, por ejemplo, y peor todavía por las complicadas
relaciones con Ecuador.

Así han vuelto al ataque por los Kfir, lo cual también ha
obligado a la dócil prensa oficialista a mostrar un enardecido
patriotismo del gobierno, que en definitiva significa
hostilidad hacia el Ecuador.

Armamentismo

Los elevados gastos militares es una de las peores y más
lamentables consecuencias del enfrentamiento. Ecuador y Perú
tienen un ingreso per capita que bordea los mil dólares al
año, o sea 20 veces menos que Canadá. La distribución de ese
promedio es escandalosamente inequitativa. Tres cuartas partes
de sus poblaciones viven bajo los niveles de pobreza.

Los militares peruanos alegaron después del conflicto de enero
pasado que fueron sorprendidos por la guerra con un material
bélico obsoleto que es preciso renovar. Desde entonces han
realizado cuantiosas y discretas adquisiciones.

Entre tanto, Ecuador adquirido 4 aviones Kafir para remplazar
a otros tantos que había perdido en diversas circunstancia, lo
cual dio pie al Perú para pretender formar un tormenta.

Ecuador ha propuesto un mecanismo de mútua información, pero
hace falta un mayor compromiso de los garantes para evitar una
carrera armamentista. El tema será tratado por los dos
cancilleres.


Procedimientos

La definición de los procedimientos para llegar a una solución
definitiva comenzará con la determinación de la materia de la
controversia. Si recordamos lo que se había avanzado hasta
1992, durante el período de distensión y acercamiento, el
Ecuador había sostenido la necesidad de someter el diferendo
al arbitraje papal, mientras el Perú había aceptado el
peritaje del Vaticano.

Tal cuestión sugiere que el Ecuador demanda la definición de
la línea de frontera, mientras el Perú entiende el asunto como
diferencias demarcatorias. En todo caso, aunque existen
problemas de aplicación del Protocolo de Río en varios puntos
de la línea, es evidente que la cuestión central será cómo
tratar el inexistente divortium aquarum Santiago-Zamora.

Cualesquiera que fuere la fórmula fácilmente se volverá a
puntos muertos en la negociación, si Ecuador y Perú no amplían
la mirada al conjunto de sus relaciones y sus intereses, sin
quedarse exclusivamente en los detalles de los hitos
territoriales. (Política) (Diario HOY) (5A)
EXPLORED
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