Washington. 20.08.93. El presidente de Estados Unidos, Bill
Clinton, obtendrá la ratificación en el congreso del Tratado
Norteamericano de Libre Comercio (TLC) para el 1 de enero, si
logra unificar las divididas opiniones sobre el pacto entre las
bases de su partido.

Pero más allá de las divergencias en cuanto a los beneficios del
pacto trinacional, Clinton tendrá que trascender la influencia de
nuevas fuerzas políticas que guardan fuertes sentimientos sobre
la liberalización de las relaciones comerciales, con México en
particular.

La conclusión la semana pasada de los acuerdos colaterales al TLC
sobre mano de obra y medio ambiente, con México y Canadá llevaron
el pacto directamente a debate para su aprobación legislativa,
que deberá ser un hecho para principios del próximo año.

Sin embargo, a ocho meses de haber asumido el poder, Clinton
atraviesa un momento político delicado: su popularidad es menor
que la de cualquier presidente durante los últimos 50 años, en un
momento comparable de su período en la Casa Blanca.

Además, su victoria política más importante en ese lapso, el
paquete de medidas para la reducción del déficit, dista
inmensamente de la demostración de fuerza que necesita para ganar
la batalla del TLC.

El problema más inmediato se encuentra en las mismas bases de su
propio partido. Durante décadas, los demócratas han ganado
elecciones nacionales únicamente cuando han forjado poderosas
alianzas con los sindicatos, minorías y activistas de clase
media.

Son precisamente estos sectores los que constituyen la columna
vertebral de la oposición al TLC en el ambiente estadounidense.

"Esta es la coalición que básicamente eligió al presidente
Clinton", afirma Lori Wallach, representante del grupo de
consumidores públicos, con sede en esta capital.

Los sindicatos se oponen casi sin excepción al pacto, que en su
opinión acelerará la fuga de trabajos hacia la frontera con
México, dejando a los trabajadores que se queden con salarios más
bajos y menores beneficios.

"Cuando se observa desde nuestra perspectiva, lo que se ve es que
las corporaciones terminan con (los beneficios) del TLC y los
trabajadores de este país terminan timados", señaló Ron Carey,
director del Sindicato de Camineros" al saber de los acuerdos
colaterales.

Clinton fue el primer mandatario demócrata que contó con el apoyo
de los transportistas de los últimos 15 años.

Por su parte, los dirigentes de las minorías estadounidenses, con
la excepción de los latinoamericanos, se oponen al TLC, pues
temen la desaparición de gran cantidad de trabajos que devengan
salarios bajos, con frecuencia la única esperanza para los
jóvenes y más pobres de los centros urbanos.

Charles Bremer, director de la Comité Nacional de Legisladores
Estatales Negros, sostiene que el acuerdo "probablemente amplíe
(el mercado) de mano de obra calificada para alta tecnología...
en detrimento de los trabajos para mano de obra poco calificada".

En ese sentido, subrayaron que esa especialización del mercado
dificultará cada vez más que los desempleados encuentren
cualquier tipo de trabajo.

Con algunas excepciones notables, los representantes de los
principales grupos ambientalistas y de consumidores, quienes
temen que el pacto debilite las regulaciones ambientales y
sanitarias actualmente vigentes en Estados Unidos, han
manifestado distintos grados de oposición al acuerdo comercial.

El hecho de que una porción tan amplia de la oposición al
convenio han constituido por tradición las bases del partido
demócrata, se refleja sin lugar a dudas en el Congreso.

Los demócratas que representan a los distritos electorales de
pequeños productores, minorías y obreros, se oponen tajantemente
al TLC, mientras los legisladores de circunscripción donde
predominan industrias de servicios y desarrollo de alta
tecnología e información de momento se reservan sus juicios.

Sin embargo, los demócratas son solo una parte del problema del
mandatario.

Pese a que amplios sectores de la oposición republicana apoyan el
trato, su unidad ya no es tan sólida como cuando Bush, quien
inició el TLC, luchaba contra Clinton por la reelección.

El ex candidato independiente a la presidencia Ross Perot, se ha
referido tradicionalmente al TLC como el gigantesco "sonido
succionante que ustedes escuchan" al trasladar cantidades masivas
de la frontera laboral hacia la frontera con México.

Clinton no puede menospreciar las posibilidades de Perot, pues
las mismas encuestas que han señalado un decrecimiento paulatino
de su popularidad sugieren que Perot, más que los republicanos,
ha obtenido los mayores beneficios.

Tales declaraciones han tenido un impacto considerable en el
sector obrero, uno de los grupos con mayores posibilidades de
apoyar una candidatura de Perot en 1996.

El columnista Pat Buchanan, quien retó a Bush durante las
elecciones primarias del año pasado, lanzó una ofensiva contra el
convenio.

Buchanan se refirió al TLC como "un caballo de Troya, diseñado
para contrabandear el poder burocrático sobre la economía
estadounidense, en favor de individuos que ni siquiera son
estadounidenses".

Algunos analistas consideran que una alianza entre Perot y
Buchanan podría tener un gran imán en muchos legisladores
republicanos de los sectores más conservadores para consolidar
una oposición en torno al acuerdo trinacional (IPS)
EXPLORED
en Autor: Jim Lobe - Ciudad N/D

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