Sonrían, que les están filmando¡ "(risas). "¡Sonrían, que es cámara escondida¡" (más risas). Dos niños, de 10 y 12 años, se paran al frente, hacen muecas y se despiden. Las cámaras del Sistema de Vigilancia Ojos de Aguila están atentas en la Plaza Grande. Son las 13:00. Es que frente a una cámara todo puede pasar, "desde un robo hasta un rabo". Paúl, de 18 años, y sus tres amigos, se quedaron grabados una madrugada, en el sector de la Villa Flora. Eran las 02:00. Se agotaron los cachos, andaban "happies", hasta que "caímos en cuenta de que una cámara nos estaba poniendo el ojo". Se miraron las caras y "nos bajamos los calzones, mostramos el "poto" y nos faltaron "patitas" para correr".
También quedó archivado un asalto: hace tres meses, en la Plaza del Teatro, tres personas no solo que tuvieron tiempo para robar a un señor sino para mirar a la cámara, sacar el dedo medio y emprender la fuga. La Policía no pudo reaccionar. "A veces, los cuarteles de la Policía Comunitaria no están cerca, por lo que no pueden llegar entre los 5 y 10 minutos previstos para actuar", cuenta Luis Revelo, jefe de la Central de Atención Ciudadana de la Policía Nacional.
¿Será que los "ojos de águila" se están quedando ciegos?, bromea Marcelo Armas, de 28 años, al reflexionar que los niveles de delincuencia no han bajado en los dos últimos años. "No, es que tienen cataratas y se están quedando tuertos de a poco", le responde Carmen Trujillo, de 25 años.
Y aunque los ciudadanos se rían de estos mecanismos de control, con gestos y cachos, no a todos les parece gracioso que una cámara les vigile en el colegio. "No somos reos sino estudiantes. Nos estarían robando nuestra identidad e invadiendo un espacio donde vivimos gran parte del tiempo", cree Edison Revelo, de 16 años, estudiante del Mejía.
Su intimidad está en juego: "No es justo que quieran vigilarnos todo el rato, para saber qué decimos, qué hacemos y qué dejamos de hacer. Nos despojan del derecho a la intimidad". Carlos López, de 14 años, estudiante del colegio Máster, sugiere: "Sería mejor que pusieran cámaras en el Congreso o en Carondelet, ahí sí se llevan la plata del pueblo y nadie les dice nada".
Algunos "pelados" relacionan "ojos de águila" con los reality show. ¿Por qué será? "Es como si estuviera viviendo los capítulos del Gran Hermano, porque nos observan cada detalle de nuestras vidas", piensa Rosa Ramírez, presidenta de la Federación de Estudiantes Secundarios de Pichincha (FESE).
Milton Paredes, de 18 años, estudiante de primer año de Derecho, en la Universidad Central, deja claro: "Venimos a educarnos, no a delinquir, ¿para qué las cámaras?".
Y aunque no se sabe si ya están instaladas, Mónica Balcázar, de 17 años, del Odilo Aguilar, está "triquiada". "Desde que se habla de los ojos, tratamos de no estar en las áreas verdes del "cole", pues si nos ven en grupo enseguida piensan que estamos bebiendo o drogándonos".
Ya no hay chiste para algunos chicos, "porque no es lo mismo, ¡sonrían, es cámara escondida a decir, sonrían, les estamos vigilando" (risas). (GV)


El especialista


¿Con qué queremos que sueñe la juventud?

"Las tecnologías de la vigilancia "Ojos de Aguila", chips inteligentes, o esas especies de pulseras de control que, hace poco, fueron colocadas en el tobillo de una inmigrante peruana, que debía abandonar EEUU, son las formas modernas de los dispositivos de control, estudiados por Foucault en Vigilar y castigar. Lo que para él era un mecanismo panóptico que se reducía a las prisiones, hoy se traslada a la sociedad entera y, sin mayor reflexión, se ha convertido en una panacea y hasta en una moda, al trasladarse a una sociedad como la nuestra.
Como si la tecnología fuera inocente. Al ser vigilados, por los poderes, los seres humanos pasamos de ciudadanos a posibles sospechosos dentro de esa macabra ideología de la guerra preventiva de Bush. Los jóvenes tienden hoy a ser criminalizados y vigilados. Como dice Jesús Martín Barbero, “no es entre los jóvenes donde se están acabando los valores, ellos hacen visible lo que desde hace tiempo se ha venido pudriendo en la familia, en la escuela, en la política". De tal manera que identificar la juventud con la ausencia de valores es otro gesto más de hipocresía de esta sociedad incapaz de preguntarse: ¿Con qué queremos que sueñe hoy la juventud?
Cabría además preguntarse sobre las ambigüedades concretas del ejercicio del poder del Gobierno que tenemos, ¿para qué va servir y quién va a tener el control de estos dispositivos de vigilancia, por más justificaciones que inventemos?".
Pepe Laso, comunicador

Otras opiniones

Gloria Ortega, de 16 años, estudiante.
"Nos están arrinconando para darnos seguridad. Si la seguridad depende de nosotros. Nos cuidamos entre todos y sabemos quiénes no pertenecen al colegio".

Paúl Velásquez, de 18 años, presidente de la FESE nacional. "El hecho de que quieran ponernos cámaras en los estadios, coliseos y colegios es quitarnos la libertad en nuestra propia casa".

Patricio Cruz, subinspector del Odilo Aguilar. "Deberían dejarnos trabajar en paz. No tenemos nada que esconder, pero deben respetarnos. Y poner cámaras en los estamentos gubernamentales".

Jorge Taco, de 37 años, padre de familia. "Tengo tres hijos, dos en el Mejía y una en el Gran Colombia, no me gustaría que les trataran como a prisioneros".

LOS protagonistas

"No quiero que violenten mi hogar"

"La propuesta de poner cámaras en los colegios supuestamente más conflictivos es del jefe de Policía del Distrito Metropolitano. Se pretende violentar la libertad de expresión y la libertad de asociación. Eso es represión. El "cole", es mi segundo hogar y tengo miedo, pueden ver lo que hago y dudo si podré seguir viviendo en libertad, qué tal si viene alguien y me apresa porque dizque soy "subversiva", por decir lo que pienso".
Rosa Ramírez, presidenta FESE de Pichincha

"No es cuestión de colocar cámaras"

"Nos sentimos ultrajados. Es una violación a nuestra vida y a la intimidad. Con el pretexto de la seguridad ciudadana quieren identificar a los líderes de las movilizaciones para luego reprimirles. Al colegio venimos a estudiar, no a robar. La solución no es llenar de cámaras la ciudad, el Gobierno debe atender las necesidades de educación, salud y servicios básicos que tiene la gente. La inversión social no es un gasto".
Franklin Hermosa, presidente Consejo Estudiantil, colegio Mejía

"Hay que valorarlos y respetarlos"

"No me gusta mucho la idea, pero si existieran casos como los que se escuchan de robos, fugas e intentos de violación a las chicas por parte de otras personas o de los mismos compañeros en el caso de los colegios mixtos, estaría bien.
La idea de la seguridad no solo debe ser de control, sino también de autoestima, de responsabilidad y de confianza en los chicos, nosotros los formamos y no sería justo dudar de ellos".
Irene Llumipanta, madre de familia, de 37 años

"Las protestas deben ser canalizadas"

"No hemos dicho que las cámaras estarán en los colegios, sino en los lugares más conflictivos para controlar la inseguridad. Nos propusimos concienciar a la ciudadanía, a los estudiantes y a las autoridades de que se canalicen bien las protestas y no se afecte a la propiedad privada, a las actividades productivas del sector y tampoco a las actividades estudiantiles. Se pretende identificar a los infiltrados que causan el caos y portan armas". (GV)
Víctor Jiménez, de la Unidad de Vigilancia del Centro Occidente de Quito
EXPLORED
en Ciudad Quito

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