Guayaquil. 11 sep 2000. El repunte de los precios internacionales del
camarón, que subieron de 3 a 7 dólares en promedio por libra el último
año, ha permitido aminorar el efecto de la mancha blanca en la industria
ecuatoriana.

Las camaroneras son el eslabón de la cadena productiva que ha afrontado
las mortalidades masivas de hasta del 100 por ciento de sus crustáceos,
encarando las cosechas de emergencia y provocando que el 60 por ciento de
las piscinas del país se seque desde octubre de 1999.

La provincia más afectada fue Esmeraldas con alrededor del 80 por ciento
de hectareaje perdido.

Las empacadoras por su parte, trabajan a media llave. Las máquinas
procesadoras de camarón se prenden únicamente en los aguajes, dos veces
al mes. Esto produjo el recorte de alrededor de 90 mil trabajadores de
todo el sector desde 1999 y la reducción de las ventas en un 60 por
ciento en volumen y 43 por ciento en valores, comparando abril de este
año con el de 1999.

Los compradores internacionales exigentes, como el Japón, se mueven hacia
otros mercados. La solución a corto plazo podría ser el policultivo, es
decir, criar otro tipo de especie junto con los camarones.

Aquí hay ventajas. Criando tilapias, por ejemplo, se puede limpiar las
piscinas pues la babosidad de estas actúa como un bactericida natural.

Pero todo aún es iniciativa privada. La ayuda del sector gubernamental
para la reactivación de los acuicultores sigue en espera. Por su parte
los representantes gremiales del sector aseguran que la necesidad, para
la reactivación, es de una línea de crédito de 50 millones de dólares.

El cuidado sí da resultados

El canoso Francisco Suárez tiene el semblante triste cada vez que arriba
a Puerto Jelí, Santa Rosa, en El Oro, con su hijo Bolívar. Los 1,44
dólares que le pagaron en el muelle por los cuatro kilogramos de lisa que
pescaron, apenas si les alcanzan para cubrir el alquiler 0,80 centavos de
la canoa.

Con los pies descalzos camina a paso lento para empuñar el remo de la
embarcación y trasladarse a su vivienda que queda al otro lado del Estero
Maderal, donde hasta hace un año, tenía una pequeña camaronera de menos
de una hectárea.

Sin ningún tipo de tecnificación, los Suárez capturaban larvas de mar y
las sembraban en su piscina. Hoy el sitio luce seco y la malahierba es
mayoría.

De similar aspecto pero en mayor dimensión, está la camaronera de 3,5
hectáreas de Luis Toledo ubicada en la Cooperativa La Delicia del mismo
sector. Él es uno de los que perdieron todo su cultivo por la mancha
blanca y que teme volver a sembrar.

Otros, en cambio, decidieron aumentar la densidad de siembra. Luis
Riofrío cosechó el 5 de junio pasado 680 kilogramos que le generaron
ingresos de USD 7 mil con ganancias por USD 2 mil por criar los
crustáceos en 120 días. El productor considera el negocio como "una
lotería donde se pierde o se gana". Su dedicación de 16 horas al día, es
el secreto de su éxito. Mas aún cuando su vida entera se desarrolla entre
piscina y piscina. Incluso su vivienda la levantó en la misma zona para
ahorrar tiempo.

Su esposa María Bravo le alista el desayuno a las 10:00, cinco horas
después que Riofrío inició su jornada al encender la bomba de agua que
elimina las impurezas asentadas en la piscina el día anterior.

A las 15:00 vuelve a su casa para el almuerzo donde participa también su
hijo que cursa el tercer año básico. Diferente suerte tiene Luis Miguel,
hijo de Carlos Cueva, el encargado de la hacienda de al lado. Su sueldo
de 16 dólares semanales, que gana por criar las larvas en el día y por
hacer guardianía en la noche, no son suficientes para pagar sus estudios.

Con resignación, Cueva acepta su realidad removiendo tierra y poniendo
cal antes de sembrar las larvas. El procedimiento de regar 15 sacos de
cal de 25 kilos por cada hectárea, es la clave para desinfectar el suelo.

Los cuidados desde el arribo de las larvas son también fundamentales. Eso
lo entiende muy bien Riofrío.

Para evitarles el estrés a las diez mil larvas que compró en un
laboratorio a 50 sucres cada una, el productor aclimata al pequeño
crustáceo en un proceso que demora entre dos y tres horas, cada vez que
siembra.

El primer alimento del camarón, en sus primeros estadíos, es balanceado
con 35 por ciento de proteínas. Para lograr buenos resultados, se colocan
2,3 kilogramos por hectárea por la tarde y por la mañana.

Las empacadoras operan al 10%

Procesar 350 mil libras de camarón en períodos de aguaje en fases de
lunas llenas y nuevas, era la única preocupación de Walter Serrano
Mackliff, gerente propietario de la empacadora y exportadora Mar Ecuador
de Machala.

La abundancia entre 1997 y 1999 lo obligó a contratar 60 empleadas entre
descabezadoras y clasificadoras. De ellas unas pocas quedaron con la
reducción de más de la mitad de la producción.

Esta empacadora despidió a sus empleadas y se quedó únicamente con cinco
jefas de grupo que las convocan al destajo según la cantidad de camarón
para procesar. El mapa de destinos de exportación de Serrano que colocaba
el 50 por ciento de crustáceos en EE.UU. y el resto en Europa y Asia
cambió.

En Japón, los más exigentes en la coloración del animal cancelaron los
pedidos desde que Mar Ecuador le envió camarones de diferentes colores,
pues en esta provincia los suelos de distintas texturas: arenosas,
salitrales, de manglar y mixta generan camarones desde blancos hasta café
y rojos que toman su pigmentación del suelo por el mimetismo.

Los argumentos de Serrano no convencieron a la cadena de restaurantes de
sushi japonés que preparan el crustáceo crudo delante de los clientes.
Resultado: cambiaron de proveedor.

Los mercados son diversos y con gustos diferentes. A los chinos les gusta
el camarón café y en Estados Unidos no tienen ninguna preferencia.
Serrano ahora tiene más preocupaciones que antes, peor aún con los
niveles de procesamiento de 45 y 90 toneladas promedio al mes durante
este año, el 10 por ciento de la capacidad de la planta.

La empacadora apaga sus luces cuando no procesa el animal. Las bandas que
transportan los camarones se remojan en agua con cloro. La máquina de
recepción, la sección de diez mesas, el lavado y la clasificación, lucen
solitarias. Los congeladores ni siquiera almacenan camarón. Los niveles
de procesamiento son tan pocos que ni bien se embalan se exportan y los
frigoríficos de tres congeladores con 7 toneladas de capacidad, se
desenchufan.

Una de las fórmulas que aplican aquí para paliar la crisis es la
importación del crustáceo desde Perú. Otra es la exportación de un tipo
de pescado, cuya especie no fue descrita. Similar realidad vive Luis
Aguirre, presidente del Grupo Camaronero Grucam que solo prende su
empacadora en época de aguaje. Allí procesa 45 toneladas, seis veces
menos que el año anterior y contrata hasta 450 trabajadores temporales y
50 estables.

Los que no se logran emplear elaboran trampas de jaibas. Con una botella
plástico amarran una red donde encierran un pescado como cebo. La jaiba
se enreda y se la vende a 97 centavos el kilo. (Texto tomado de El
Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Guayaquil

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