Quito (Ecuador). 01 ene 96. La imagen del director de orquesta
define de forma precisa el liderato que corresponde a un jefe
de Estado. Así como el director de orquesta conoce la
partitura e imprime un estilo propio a la interpretación de
una composición musical, un presidente de la República debería
tener una concepción del gobierno, de los problemas del país y
de sus soluciones. El director conoce y confía en las
capacidades individuales de los miembros de la orquesta y su
destreza en armonizar las diferencias personales consigue el
objetivo de interpretar en común la partitura. Algunos de
estos atributos son indispensables para el jefe de Estado:
conocimiento de sus colaboradores, capacidad de decisión
personal, habilidades para imponer el sello presidencial en
cuanto ejecutan quienes componen el equipo de gobierno.

Aunque Sixto Durán Ballén es un melómano, la imagen del
director de orquesta no sirve en absoluto para ilustrar su
propia conducta como jefe de Estado si no es por los atributos
inversos. Tanto que las desarmonías que surgieron del propio
seno del gobierno han dado lugar a sus más fuertes traspiés.
Este gobierno no ha tenido una oposición encarnizada. La
oposición que más daño ha hecho al régimen provino de las
filas del propio gobierno, de su torpezas e inconsistencias.

Sixto no ha ocupado nunca el podio como el director único de
orquesta. Otras batutas se agitaron para crear desconciertos a
lo largo de su período presidencial.

El poder detrás del trono

Después de que el ex vicepresidente Alberto Dahik se escapó a
Costa Rica, se repitió como chiste que Sixto Durán Ballén iba
por fin a asumir la presidencia de la República. Pero no sólo
el lenguaje de las broma apunta a la falta de liderazgo
presidencial. Múltiples comentarios a través de los medios de
comunicación han puesto de relieve esa carencia, y días atrás
un dirigente empresarial guayaquileño declaraba a la prensa
que, en su opinión, la silla presidencial se encuentra
vacante.

Para nadie es un secreto que quien tenía las riendas del
mando en el Ecuador era Alberto Dahik, razonaba el empresario.
Sin él en el gobierno, los nueve meses que restan para que se
produzca la sucesión presidencial son un tiempo muy dilatado
para que el Ecuador resista ese vacío.

En realidad, el sólo hecho de conocer que en la
Vicepresidencia de la República se manejaron en las famosas
cuentas con gastos reservados 20.000 millones de sucres es un
fuerte indicio del inmenso poder que tenía en sus manos el ex
vicepresidente Dahik.

La función constitucional básica del segunda mandatario es
dirigir el organismo planificador del Estado, el CONADE.
Tradicionalmente, los gastos reservados estuvieron, en otros
regímenes, en manos del ministro de Gobierno, responsable de
la estabilidad política interna.

Esta vez el vicepresidente rompió una marca en disponer desde
las cuentas abiertas a nombre de sus secretarios en un banco
privado una astronómica suma del erario público.

Pero, además, desde la Vicepresidencia de la República había
salido el programa económico del Gobierno y se empollaban los
programas privatizadores del Consejo Nacional de
Modernización, CONAM y por la vicepresidenciales manos pasaban
importantes manejos políticos.
Otra límite para el ejercicio de un fuerte liderazgo ha sido
la interferencia de la familia presidencial en el gobierno.
Tampoco en este tema han faltado las observaciones
humorísticas. Por ejemplo, diálogos como el que sigue han sido
frecuentes en las reuniones sociales:

-¿Sabes que Durán Ballén es el único presidente con cuatro
primeras damas?

-No. ¿Cómo es eso?

-La Finita, Susana, Alicia y...César Durán Ballén.

Las dos hijas de Sixto y sobre todo una de ellas, Alicia,
ejercen una fuerte influencia sobre el primer mandatario.
Bastante más, en realidad, que la esposa de Sixto y que el
hermano del primer mandatario, un prestigioso empresario
guayaquileño.

Halcones y palomas
El gobierno escindido por contradicciones internas y la
ausencia de liderazgo presidencial han provocado algunas de
las mayores crisis.

Uno de los primeros ministros interpelados por el Congreso, el
ministro de Energía Andrés Barreiro, criticó a su propio
gobierno casi al mismo tiempo que fue renunciado por el
presidente. Endilgó al régimen la acusación de su falta de
sensibilidad social.

Detrás del reclamo de mayor preocupación social la más fuerte
explosión en el interior del gabinete ocurrió con la salida
del primer ministro de Gobierno, Roberto Dunn Barreiro, y del
ministro de Finanzas Mario Ribadeneira.

Los palomas y los halcones fueron imágenes para representar
dos tendencias y los opuestos intereses dentro del propio
gobierno. Los unos estaban muy ortodoxamente por los ajustes
económicos, la política de precios reales, el quitar los
subsidios, el cumplimiento a rajatabla de las metas
macroeconómicas, el control de la inflación y del gasto
público, etc. Los otros abogaban por cierta flexibilidad en el
ajuste económico, de tal forma que no se creara una situación
social y política explosiva. Pero más allá de todo ello, se
manifestaban filiaciones y rechazos al vicepresidente y a las
hijas del presidente y tensiones y contrapuestos intereses
entre los diversos grupos. Las discrepancias apenas
disimuladas estallaron y la salida de las cabezas visibles de
halcones y palomas no terminó de soldar las incoherencias
entre un poder escindido detrás de las indecisiones y
ambigüedades del jefe de Estado.

Comedia de las equivocaciones

Durante los aciagos meses de enero y febrero del 95, la imagen
del presidente Durán Ballén tuvo por obra del enfrentamiento
bélico con el Perú un inusitado repunte. La movilización
popular y la súbita unidad nacional manifestada por esos día
permitió al presidente estrenar un liderazgo que le llevó a la
plaza pública como orador de infinidad de manifestaciones
populares. Por primera vez se percibió la imagen de un
presidente que hasta se había recuperado de sus achaques a la
columna vertebral y adquiría los perfiles de un jefe de
Estado.

La historia deberá reclamar a la política exterior de Durán
Ballén y sobre todo al ex canciller Diego Paredes por qué
dejaron deteriorar tanto la relaciones con el gobierno del
Perú a tal punto que, de los abrazos entre Sixto y Fujimori en
Bahía, pasaron a los cañonazos en el Alto Cenepa. Los
domésticos y miopes celos hacia la gestión diplomática del
gobierno anterior cortaron la continuidad de una gestiones
que habían adelantado notablemente en orden a buscar una
solución pacífica al diferendo territorial.

El liderazgo en medio de la euforia nacional por los días de
guerra subió y bajó como la espuma de champán: las
concentraciones finales, en las que Durán Ballén utilizó
imprudentes comparaciones triunfalistas para calificar el
desempeño de los soldados ecuatorianos, marcó el descenso de
la imagen presidencial.

Pero casi de inmediato la debilidad de liderazgo se sintió de
una forma superlativa en la postura del presidente frente a su
vicepresidente a propósito del tema de la corrupción y del
juicio por el uso que hizo Alberto Dahik de los gastos
reservados: primero pidió la renuncia al segundo mandatario
que, en juicio político, con un bien calculado efecto escénico
se calló ante ese pedido aunque no dejó de hacer una profesión
de amistosa fidelidad al jefe de Estado; después, en señal de
arrepentimiento, llamó Durán Ballén al presidente de Costa
Rica a interceder por el asilo político al ex vicepresidente.

El vacío de liderazgo ha llevado al país a una situación
exasperante. Parece tan frágil la situación del presidente que
una sindicación en el caso de los fondos reservados sería como
la gota de agua que derrama el vaso y, en ese caso, la crisis
tendría el más deplorable remate si el presidente tiene que
ser reemplazado como un fracasado director de orquesta.
(Política) (Diario HOY) (10A)
EXPLORED
en Autor: Diego Araujo - [email protected]

Otras Noticias del día 01/Enero/1996

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el