El escritor señaló que es viable instalar un observatorio sobre los asuntos indígenas.

José Saramago paró en seco cuando ingresó a la sala del hotel donde estaba concertada la reunión con los líderes del movimiento indígena ecuatoriano, a las 10h15. Observó las sillas colocadas en línea recta frente a un escritorio donde estaba señalado su sitio. “Esto no está claro”, dijo, y pidió a los dirigentes de Pachakutik y la Conaie que rompieran la disposición del espacio y formaran un círculo a su alrededor, para observarlos y escucharlos a todos.

Ayer, en la primera actividad pública de su visita al país, el Nobel de Literatura 1998, recibió la propuesta de conformar una veeduría internacional de lo que ocurre con los movimientos indígenas en América. Gilberto Talahua expuso la propuesta: que junto con otros premios Nobel conforme un comité que apoye el proceso organizativo de los movimientos indígenas en el continente y vigile la regionalización del Plan Colombia y la aplicación de políticas neoliberales.

Ricardo Ulcuango completó la idea y dijo que otro tema de la veeduría también sería la violencia y los atentados que sufren los líderes indígenas en el Ecuador. “Queremos tener una voz a través de un premio Nobel”, puntualizó Ulcuango.

Nina Pacari, quien inició las gestiones para concertar la cita con Saramago, calificó al escritor como un compañero de la lucha indígena.

Después de escuchar a cinco dirigentes, Saramago habló del genocidio que sufrieron los pueblos aborígenes durante 500 años, y comentó que junto con Pilar del Río, su esposa, mantiene contacto –en ocasiones clandestino– con las organizaciones indígenas.

Hace pocos meses, en Chile, mantuvo una reunión secreta con líderes del movimiento Mapuche. Ahora, el principal líder mapuche presente en la reunión está bajo prisión.

Con respecto a la propuesta de la Conaie, Saramago señaló que es viable instalar un observatorio sobre los asuntos indígenas. Sin embargo, dijo que la primera tarea de los movimientos del continente es lograr la unidad.

Hizo a la Conaie una contrapropuesta: la organización de un gran congreso que reúna a todos los líderes de la región.

Saramago concibe un congreso no solo sobre los problemas actuales del indigenado, sino de su historia.

Dejó en claro que un acto de esa magnitud no se organiza de la noche a la mañana. No obstante, sería una buena ocasión para iniciar el debate continental. “Pueden reunirse algunos señores europeos para hablar sobre los indígenas. Sería simpático, pero no creo que dé muchos resultados”.

Saramago cerró la reunión con el propósito de mantener un contacto íntimo con el movimiento indígena del Ecuador.

Así concluyó el encuentro con la Conaie, que empezó en la recepción del Swissotel con un recibimiento por parte de Nina Pacari.

En el camino hacia el salón de reuniones, Pacari le comentó al Nobel de Literatura que en el país se lee mucho su novela Ensayo sobre la ceguera. ¿Ah, sí? –exclamó Saramago–, también tengo el Ensayo sobre la lucidez.

Por la tarde, en su discurso de agradecimiento después de recibir la medalla Oswaldo Guayasamín, de la Unesco, Saramago fue frontal en su defensa de los pueblos indígenas. “Los indígenas son dueños ancestrales de estas tierras y tienen derecho a su espacio, les debemos respeto”, aseveró.

Destacó el hecho de que en Ecuador la reunión con los dirigentes indígenas no tuvo que ser clandestina e, incluso, estuvieron presentes los medios de comunicación.

"Si Ecuador le pidiera a Estados Unidos permiso para establecer una base militar en su territorio, ¿qué respondería George Bush?".

"Que el movimiento indígena es un peligro para la democracia es una afirmación monstruosa. La democracia de los blancos es un peligro para los indígenas".

Quien es

José Saramago nació en Azinhaga, Portugal, el 16 de noviembre de 1922, en una familia de labradores y artesanos. Es un escritor autodidacto. No pudo seguir estudios universitarios por falta de recursos económicos y para subsistir trabajó en diversos oficios: cerrajero, empleado sanitario y de la beneficencia, editor, traductor y periodista.

Comenzó a escribir joven y en 1947, cuando tenía 25 años, publicó su primera novela, Tierra de pecado. En esa misma fecha nació su hija Violante. Tras ese libro, Saramago guardó un silencio de casi 20 años.

En la década del 70 volvió a publicar. Al quedarse sin empleo, decidió no buscar trabajo y dedicarse por entero a escribir. El reconocimiento internacional le llegó en 1982, con Memorial de un convento, libro al que siguieron otros, como: El año de la muerte de Ricardo Reis, Cuadernos de Lanzarote, La balsa de piedra, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, La caverna y El hombre duplicado, por citar unos cuantos. En marzo próximo circulará su nueva novela, Ensayo sobre la lucidez.

Casado con la periodista sevillana Pilar del Río, Saramago vive entre Lanzarote, España, y Portugal. Tiene tres perros: Pepe, Greta y Camoens.

En 1998 obtuvo el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra. Su hija Violante le dio dos nietos.

El escritor dice que el hombre más sabio que ha conocido en su vida no sabía leer ni escribir. Ese es su abuelo materno: Jerónimo Melrinho, al que evocó en su discurso de aceptación del Nobel. De formación izquierdista, defensor de los derechos humanos y crítico de los Estados Unidos, a Saramago le parece un despropósito la conquista de Marte cuando falta tanto por hacer en la Tierra. Dice que lo realmente obsceno no es la pornografía, sino que alguien pueda morir de hambre. Opina que en el mundo hay una gran potencia que espera ser despertada y esa es la opinión pública.

El escritor caminó por el Centro Histórico de Quito

José Saramago observaba absorto la belleza de la iglesia de San Francisco cuando su esposa, Pilar del Río, le quitó un libro que llevaba en sus manos para que estuviera más cómodo. El escritor pareció no inmutarse y continuó, de la mano de Pilar y en compañía del alcalde de Quito, Paco Moncayo, su recorrido por los templos y plazas del Centro Histórico, a las 13h00.

La pareja rechazó una carroza que el Municipio destinó para transportarlos y prefirió caminar por las calles del casco colonial bajo un sol intenso. Por la calle Imbabura, avanzaron hacia la plaza de San Francisco.

Los transeúntes observaban con curiosidad a la comitiva, pero no conocían quién era su figura central.

El historiador Gonzalo Ortiz Crespo relataba al Nobel la historia y las anécdotas de los templos. Al escuchar la leyenda del indio Cantuña, en el atrio de San Francisco, Saramago comentó que el trato con el diablo para construir el templo fue un buen negocio. “Lograr que satanás trabaje en beneficio de los hombres es un logro”, manifestó.

En la plaza, Saramago y su esposa pidieron un momento de privacidad. El escritor tomó de la mano a Pilar y, con prisa, entró a una galería artesanal ubicada bajo el atrio de piedra.

“Quieren estar solos”, manifestaron los funcionarios municipales, mientras la pareja se perdía en medio de los túneles construidos por los franciscanos hace 500 años.


El Nobel reflexionó con los jóvenes en el Teatro de la Casa de la Cultura


El colegial quiteño David Erazo le ganó ayer una batalla al escritor José Saramago detrás del telón en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

David obtuvo el autógrafo del Nobel a pesar de que, minutos antes, en su encuentro con los lectores en ese escenario, había manifestado que sus firmas no tienen una utilidad real. “No debería hacer esto, pero tú eres impertinente y la impertinencia ganó hoy”, dijo el autor.

Saramago manifestó sus impresiones con respecto a la juventud cuando los estudiantes le preguntaron sobre la actitud de los jóvenes frente a las injusticias de los gobernantes.

“El 80% de las personas que se reúnen conmigo son adolescentes. Algunos con rostros serios, pelos pintados, cabezas rapadas. Son asustadores, a veces”, comentó Saramago y arrancó risas al auditorio, conformado, efectivamente, por estudiantes de colegios y universidades que coparon el teatro.

Allí, el Nobel de Literatura habló por cerca de hora y media y dio respuestas largas. Confesó su dificultad para dar opiniones cortas. Abordó temas tan variados como la democracia, la educación, los pueblos indígenas y los vicios del poder. Además, se refirió al amor, al divorcio, a la condición humana y a su edad. “Yo me encuentro en la cuarta edad. A una persona de más de ochenta años es ridículo ubicarla en la tercera”, sentenció. El escritor tiene 82 años.

El escritor sacó a relucir su sentido del humor, y también, con una claridad similar a su estilo literario, reflexionó sobre los asuntos que le preocupan. “La democracia, tal como la conocemos, no es el único sistema posible.

Debemos darle su contenido. Somos ciudadanos, tenemos derechos”, manifestó.

A los jóvenes, les aseguró que no son responsables por el estado del mundo en que están viviendo y dijo que el colegio y la universidad solo les pueden dar instrucción, no educación.

“La familia es la educadora. ¿Pero, cuál es el estado de la familia ahora?”. Se manifestó ateo por convicción, pero piensa que escribió la novela El Evangelio según Jesucristo porque Dios lo quiso.

Contó que la obra fue producto de una ilusión óptica. Al leer de pasada un periódico en una calle de Sevilla, en España, creyó ver la frase ‘el evangelio según Jesucristo’.

“Fue como si Dios me dijera: bueno, eres ateo, pero no escribes mal. Hazlo”.

"El hambre es la obscenidad máxima, y cada minuto hay personas que mueren de hambre en el mundo".

" Como los gobernantes son quienes administran la justicia, les es muy fácil cometer injusticias".
EXPLORED
en Ciudad Quito

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