REUNION CUMBRE DE GUADALAJARA

Quito. 18.07.91. Durante la IV Reunión de Presidentes del
Mecanismo de Consulta y Concertación Política, del Grupo de
Río, que se celebró en la ciudad de Caracas, el 11 y 12 de
octubre de 1990, el presidente de México, Carlos Salinas de
Gotari, invitó a los Jefes de Estado y de Gobierno de los
países iberoamericanos, así como a los de España y Portugal, a
un encuentro de reflexión y diálogo que permita, en un marco
de cooperación, traducir la fuerza de nuestra comunidad
cultural una voluntad de colaboración más estrecha entre
nuestros países. La convocatoria ha tenido tremendo éxito.

En el texto de la invitación para asistir a la reunión que dio
inicio ayer, en la ciudad de Guadalajara, el presidente
Salinas de Gotari destaca que el objetivo de este encuentro de
la comunidad iberoamericana es dialogar sobre sus procesos
respectivos de integración regional, sus desafíos para la
década del noventa y sobre la mejor manera de conjugar
esfuerzos para alentar una cooperación más amplia y acreditar
intercambios que mantengan vivo y desarrollen su acervo
cultural común.

El famoso escritor mexicano Carlos Fuentes afirma que
"Iberoamérica emerge penosamente de una década perdida".

Subraya la carga excesiva de la deuda externa. Crisis
negativa, ha sido, sin embargo, positiva en por lo menos dos
aspectos.

Primero, afirma, nos hemos dado cuenta que ésta también ha
sido una crisis de crecimiento, explosivo, desordenado:
crecimiento de la población, de la vida urbana, de la sociedad
civil con todas sus energías, sus exigencias, sus
contradicciones.

Segundo, hemos asistido al derrumbe de muchas teorías
políticas y esquemas económicos que poco o nada tenían que ver
con nuestros problemas reales. Pero en medio de estos
derrumbes, algo se mantuvo en pie: la cultura que a lo largo
de los siglos, hemos logrado construir juntos todos los
iberoamericanos.

La aparición de la cultura como protagonista de la vida
iberoamericana va aparejada con la aparición de la población
civil como portador de la cultura. Hemos visto cara a cara lo
mejor de nosotros mismos, lo que hemos creado con la mayor
alegría, la mayor gravedad y la mayor resistencia. Nos hemos
dado cuenta de que nuestra cultura es multirracial: indígena,
europea, negra y, sobre todo, mestiza, mulata. Nos hemos
sentido herederos de una policultura con raíces en la América
pre colombina, el Africa negra y una Europa de rostro
múltiple. La presencia española y portuguesa en el nuevo mundo
fue portador de la cultura mediterránea, griega y romana, pero
también árabe y judía.

Carlos Fuentes destaca que la crisis que nos empobreció
económicamente también puso en nuestras manos estas riquezas y
nos obligó a darnos cuenta que no hay un solo iberoamericano,
del río Bravo al Cabo de Hornos, que no partícipe de pleno
derecho en cada uno de los aspectos de nuestro patrimonio
cultural. La memoria de piedra de Chichán Itsa y Machu Picchu.
El sueño barroco de Oaxaca y de Minas Gerais. La incorparación
del mundo aborigen al mundo cristiano en Tonantzintla de
Puebla o, en San lorenzo de Potosí.

La presencia actual de las formas indígenas en Rufino Tamayo
o, de las formas africanas en Wilfrido Lam. La presencia de
los mitos indígenas en Asturias, los mitos judeo-musulmanes en
Borges o los mitos renacentistas en Carpentier.

De sor Juana Inés de la Cruz a Pablo Neruda, de Assis a García
Márquez, de Aleijadinho a Lucio Costa, los iberoamericanos
hemos sido capaces de crear una cultura continua, duradera y
en ella cada uno de nosotros puede descubrir a sí mismo y
reconocer a los demás iberoamericanos.

Pocas culturas del mundo poseen una continuidad comparable.
Por ello, precisamente, resulta más dramática la ausencia de
un reconocimiento, seguido de una acción, comunes, en los
campos de la política y de la economía. No hemos sido capaces
de trasladar la riqueza y continuidad culturales a una riqueza
económica y a una continuidad política similares.

La falta de correspondencia entre la unidad cultural y la
desunión política y económica de Iberoamérica es preocupante
porque revela una incapacidad, un vacío. No hemos logrado una
y otras, porque, con demasiada frecuencia, hemos buscado o
impuesto modelos de desarrollo escasamente relacionados con la
realidad cultural. La cultura puede, por ello mismo,
devolvernos una necesaria visión de las coincidencias reales
con la política y la economía. Y la cultura, al cabo, es la
portadora por quienes también hacen la política y la economía:
los ciudadanos, los miembros de la sociedad civil.

Carlos Fuentes pregunta: "¿Podremos, en la década del noventa,
unir los tres factores de nuestra existencia personal y
colectiva, iniciando la unidad política y económica a partir
de la unidad cultural?."

Luego anota: "Poseemos ya una fuerza de arranque. En
Iberoamérica coinciden la nación y la cultura. Este hecho se
lo debemos no sólo a nuestros artistas y escritores, sino
también a nuestros mejores estadistas. Estos han sido, en
efecto, los que no han descuidado el vínculo entre la nación y
la cultura. El hecho es cada vez más importante en el mundo
actual, donde se multiplican los separatismos, los reclamos
regionales y las insurgencias étnicas. en Iberoamérica, la
nación integra las facetas policulturales, sin
fundamentalismos religiosos o amenazas contra estados
vecinos".

España, Portugal y América se enfrentaron antes que nadie hace
quinientos años, al problema del encuentro con los hombres y
mujeres diferentes, de otra raza, de otra cultura. Ese
fenómeno se repite hoy a escala mundial, de Nueva York a los
Angeles, de Londres a Berlín, y de París a Nápoles. Ojalá que
el emigrante moderno cuente con su Bartolomé de las Casas y su
Francisco de Vitora, puntualiza el afamado escritor. (7-A).
EXPLORED
en Ciudad N/D

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