La supuesta indecisión de León Febres Cordero, ex presidente de la República y líder del Partido Social Cristiano (PSC), respecto de una posible candidatura suya para la Presidencia de la República, debe ser observada desde una perspectiva que nos ubique por encima de los hechos incidentales y las declaraciones del personaje como, por ejemplo, su salud, las razones de su médico, sus temores reales o ficticios a la altura de Quito y su estado de ánimo, antes o después de sus chequeos en un hospital de Miami, en la sala de embarque o en la de llegada del aeropuerto de Guayaquil. Sin menospreciar lo episódico, hay que preguntarse: ¿Por qué la decisión de este personaje es tan importante para las fuerzas de la centroderecha, en la perspectiva electoral de este año? Descontando sus atributos personales, lo cierto es que en ese sector de la política, en especial, así como en todos los partidos políticos con mayor relevancia electoral, no ha existido una promoción de cuadros con fuerza nacional. Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil, candidato por dos ocasiones a la Presidencia, es la mayor figura socialcristiana después de Febres Cordero. Pero, en los últimos años, él ha preferido desarrollar y consolidar su liderazgo regional o local. Esta realidad, de contar con pocas alternativas con dimensión nacional, es el fruto de un proceso de concentración de poder en el PSC, en donde, para muchos observadores, no existe un funcionamiento democrático pleno, sino el de una camarilla con afinidades personales más que ideológicas o programáticas. Lo propio acontece en la Izquierda Democrática (ID), en la Democracia Popular (DP) y en el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE). La esterilidad interna de los partidos es el síntoma de la ausencia de una limpia lucha programática con dimensión estratégica. Ahora, en las tiendas políticas, y entre ellas, las posiciones se construyen sobre la base de los pros y los contras: en pro o en contra de la globalización, de la dolarización, de las privatizaciones, del oleoducto de crudos pesados, de la reforma a la seguridad social, de la Base de Manta, del Plan Colombia, ¡y pare de contar! Se soslaya una confrontación en serio con el regionalismo, la corrupción, el crecimiento económico, la pobreza y las deficiencias en el campo educativo, que son, probablemente, los problemas más profundos que siguen sin resolverse, y frente a los cuales se deberían organizar pensamientos y fuerzas con legítima expresión electoral. Mientras Febres Cordero mantiene en vilo a sus partidarios, en el horizonte electoral se dibuja un cuadro peculiar: los dos partidos con mayor potencia en las urnas están sin candidato propio. Eso abre convicciones o posibilidades, ciertas o no, de personajes independientes y de figuras de dudosa convicción democrática, y legítimas expectativas que, no obstante, ahondan diferencias en grupos y partidos reconocidos como inscritos en la tendencia de la llamada centroizquierda. Si el PSC y el PRE van a las elecciones sin candidato propio, todos, o muchos, pretenderán ser los beneficiarios de sus votantes. Como se ve, un cálculo pragmático, que confirma lo que ya es un lugar común: no se vota por ideas, sino por personas. Mientras esto siga así, continuará debilitándose el régimen de derecho y el sistema democrático cosechará más descréditos que puntos a favor, en vez de desarrollo, una atrofia política. ¿Por qué los líderes no se percatan del riesgo que se corre? Si lo hacen, al menos ello no se expresa en las conductas que son públicas, lo cual es una irresponsabilidad histórica.
EXPLORED
en Ciudad QUITO

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