El Ecuador, lamentablemente, viene acostumbrándose a vivir en permanente crisis, la poca confianza y optimismo se desvanecen, los problemas sociales y económicos se agudizan, los conflictos se recrudecen, en vez de ir encontrando mejores formas y modos efectivos de resolverlos. Vivimos de sobresalto en sobresalto, de escándalo en escándalo, de una desilusión a otra, constituimos una permanente contradicción imposible de resolver.
Cada cuatro años volvemos a vivir el mismo drama, un país pequeño con apenas 12 millones de habitantes termina totalmente fragmentado, con candidaturas presidenciales débiles, 12 candidatos, demasiados en número y muy pocos que convencen o animan, de los cuales los líderes de las encuestas hasta el momento son un candidato incierto que mantiene a todo un país en suspenso y pendiente de su decisión, y el otro, un personaje casi desconocido, que no habla ni se lo ve, que es todo un misterio, casi un fantasma o tan solo una nueva ilusión.
Cada uno analiza la realidad desde su particular punto de vista, conveniencia ideológica o intereses electorales, especialmente cuando nos aproximamos al tiempo de elecciones. Entonces, nadie es responsable, todos culpan al contrario, y cada uno promete ser el nuevo salvador, para luego de pocos meses de mandato convertirse en el nuevo villano o defraudador de millones de ilusiones. Durante dos décadas de democracia, hemos elegido a todos, desde el joven idealista sin mayor experiencia que con la fuerza de su juventud y la promesa de cambio encantó a una amplia mayoría, incluyéndome, hasta los más viejos que con su experiencia y madurez ofrecieron todo lo que los anteriores no pudieron.
Así fueron fracasando casi todos, ninguno fue capaz de lograr los cambios, los consensos, la estabilidad, la verdadera visión que el país necesita. Estamos peor y hemos hipotecado nuestro futuro con una deuda impagable que nos agobia. El petróleo, que fue un afortunado descubrimiento, ha sido un recurso desperdiciado y malgastado. Las mayores reservas y el nuevo oleoducto que podrían ser fuente renovadora de riqueza y trabajo, para los cientos de miles que han emigrado, es todavía un recurso incierto, dado que ni el Estado tiene los medios para explotarlo, y porque quienes se oponen permanentemente al progreso, quieren impedir las nuevas inversiones que se requieren para extraerlo.
Los problemas del Ecuador no son económicos como muchos afirman o sostienen, ni es la moneda, como tampoco es de dominio regional. Los problemas de fondo son políticos y más aún morales, de valores, de educación, finalmente, de verdadero liderazgo. Mientras el Ecuador no logre liberarse de la corrupción que nos corroe y nos envuelve, de la demagogia y la mentira que nos engaña y nos distrae, y no aprenda a escoger con mayor sabiduría a quienes merezcan verdaderamente el poder de la nación, seguiremos repitiendo los tristes episodios de nuestra reciente democracia, período tras período, hasta la total postración o verdadera revolución.
El Ecuador necesita de un auténtico líder que encarne las ilusiones de un pueblo que sufre y merece un mejor futuro. Tenemos los recursos y la capacidad para lograrlo, reflexionemos y preparémonos a escoger mejor.
EXPLORED
en Autor: Luis Villacrés - [email protected] Ciudad Quito

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