Quito. 16 ago 99. (Editorial) Fujimori y Mahuad atraparon un pez
pequeño en la laguna de Jatuncaño, pegada al Amazonas, como se
registra en la foto de la derecha. Pero, las imágenes para la
televisión mostraron una captura de peces grandes, como se aprecia
en la foto superior. En esta crónica se relata de dónde salieron
aquellos peces y los detalles del último día de la visita de Estado
del presidente del Ecuador al Perú. (DCM)

¡Toc! ¡Tac! Cuando escucho dos piedras golpear en la carrocería
metálica del autobús de la Fuerza Aérea Peruana (FAP), que nos
conduce en un veloz "city tour" por Iquitos, miro que la guapa
esposa del canciller peruano, vestida de impecable camisa y
pantalones blancos, se agacha asustada mientras se aparta de la
ventana. El mismo reflejo actúa sobre otras personas, entre
ellas, Yolanda Kakabadse, ministra de Medio Ambiente del Ecuador;
y, también, en la esposa del embajador ecuatoriano en Lima.

Son las 11h00 del viernes 13 de agosto. Afuera, en una plaza
yerma y aturdida por un calor húmedo de 30 y pico grados Celcius,
una veintena de muchachos, muy jóvenes, intentan,
infructuosamente, dar alcance al vehículo donde han visto caras
extrañas. En el autobús viaja gente importante, de la comitiva
del presidente del Ecuador, que realiza una visita de Estado: el
jefe del Ejército ecuatoriano, el viceministro de Relaciones
Exteriores, el alcalde de Loja, el vicepresidente del Congreso,
algunos de los miembros de la Comisión de Buena Vecindad, los
médicos personales del presidente Jamil Mahuad, entre otros.

Ellos, en un comienzo, no saben lo que sucede, pero lo van
entendiendo poco a poco, entre tanto las prosaicas imágenes de
una típica ciudad tropical pasan como una película en cámara
rápida por los vidrios del autobús, que retorna raudo al
aeropuerto Francisco Secada, de la capital del Departamento de
Loreto. Desde allí nos trasladaremos a Pijuayal, lugar en donde
se construirá la segunda instalación de comercio y navegación
ecuatoriana, conforme lo dispone el acuerdo definitivo de paz,
suscrito por dos países el 26 de octubre de 1998.

Una hora y media antes llegó a ese aeropuerto un destartalado
avión DC-8 de la FAP, con cerca de un centenar de periodistas
peruanos y ecuatorianos, acreditados para registrar la visita;
entre ellos, el enviado de HOY, que escribe esta nota. No
obstante, los comunicadores permanecieron virtualmente
secuestrados en el avión, durante más de una hora, por órdenes
del presidente Alberto Fujimori, quien habría de arribar más
tarde, junto con Jamil Mahuad y su comitiva, en un Boeing 727.

Por disposiciones precisas del jefe de Estado peruano, no se
colocaron las escalerillas de descenso, lo cual hizo estéril
cualquier intento por bajar de la nave. Durante el involuntario
encierro, mediante la radio, los periodistas se enteran de que
hay protestas en Iquitos, en contra de la visita del mandatario
ecuatoriano. Una o dos emisoras de la ciudad transmiten proclamas
incendiarias y leen un texto publicado, a modo de editorial, por
un periódico del lugar. El locutor presume que Fujimori está en
nuestro avión, y repite que el mandatario no desciende por temor.

"Chino maricón, baja y haz la misma pregunta que en Saramiriza",
se escucha, textualmente, en la radio. La pregunta, en la versión
de Fujimori, fue un plebiscito entre los pobladores, quienes
acogieron unánimemente la decisión de ubicar la primera
instalación ecuatoriana a orillas del Marañón.

Solo después de que aterriza el avión presidencial, se colocan
las escalerillas. Los planes cambian violentamente. En vez de
dirigirse a los helicópteros, Fujimori conduce a Mahuad a un
vehículo 4X4 para ir en busca de los presuntos manifestantes, y
los comunicadores intentamos encaramarnos en camionetas abiertas
y en otros vehículos, en medio del desorden y el desconcierto,
porque todo es muy rápido. Un pequeño grupo de cronistas, entre
los que me encuentro, suben a un autobús amarillo,
inevitablemente rezagados de los presidentes. Por extraña
coincidencia, la camioneta en que viajan las cámaras de
televisión se malogra y la presencia de Mahuad y Fujimori, en el
malecón, queda sin registro gráfico. Edgar Vásquez, de
Teleamazonas, y otros, se arrojan del autobús y suben a frágiles
pero veloces mototaxis -como los que se ven en Hong Kong- en su
afán por dar alcance a los mandatarios. No lo consiguen.

Constatan, sí, la indiferencia de la gran mayoría de los
habitantes, y que quienes protestan son contados. "¡Ayayeros!",
gritan a los periodistas. La palabra se traduce enseguida al
ecuatoriano: lambones, aduladores, pagados. Hay quienes, también,
saludan con afecto a los ecuatorianos.

Todo es rápido. Ya en el aeropuerto, nos llevan a cinco
helicópteros de fabricación soviética. Todos funcionan sin
problemas, con excepción de aquel en el que me encuentro junto
con otros 28 pasajeros. Entonces, vemos a un malhumorado Fujimori
que se acerca, hace preguntas, ingresa a la cabina de mando,
desciende, sube nuevamente y nos divide. Estoy entre los diez que
volaremos en un hidroavión monomotor. Los demás se acomodan en
los otros helicópteros.

Luego de 40 minutos de vuelo sobre un mundo interminable de ríos
y árboles, el pulmón del planeta, arribamos a una minúscula
población con un centenar de habitantes. Preguntamos. No. Esto
no es Pijuayal, sino Santa Rosa de Jatuncaño, un hermoso paraje
donde se construye un centro privado de ecoturismo, a orillas de
una laguna. Sobre una embarcación observo un atado de 15 ó 20
pescados, de gran tamaño, amarrados con una cuerda: sábalos y
corvinas de río, la captura de la madrugada, pienso, pero no hay
tiempo para la "ecomeditación". Allí, únicamente operan la agenda
y el reloj de Fujimori. Los presidentes, las hijas-primeras-damas
(Paola y Keiko Sofía), los invitados, pero, sobre todos, las
cámaras de televisión, suben a los botes donde se ven algunas
cañas de pesca deportiva. Son las 12h25.

Quienes nos quedamos en tierra departimos con las escoltas y los
pilotos de la FAP. No hay duda. Es suicida contradecir al
presidente del Perú; ese es el criterio unánime, como lo es el
de que la pesca deportiva constituye uno de los pasatiempos
favoritos de quien, con mano de hierro, gobierna a ese país desde
1990 y busca una segunda reelección, que extendería el fujimorato
a 15 años de duración, al menos.

Tres horas después, pasadas las 15h00, regresan los aburridos
acompañantes, primero, los sonrientes mandatarios, después. Un
día malo. Mordieron pocos peces, pequeños. Mahuad es un sábalo
fuera del agua en materia de pesca deportiva. Cuando se
arremolinan los camarógrafos, fotógrafos, periodistas y curiosos,
en torno a los mandatarios, veo que sostienen un madero entre los
dos, con hombros y brazos. Cuelga allí la captura de la jornada,
porque todo lo que hace Fujimori debe ser exitoso: sábalos y
corvinas de río, los mismos que vi, antes, sobre una embarcación.

Al despedirnos del lugar, miro al presidente del Perú departiendo
con el jefe de la comunidad. Junto a ellos, en el suelo, palas,
lampas, picos y machetes, herramientas flamantes que ha llevado
de regalo.

A 20 minutos de vuelo está el destacamento militar de Pijuayal,
un punto próximo a Pevas, una vieja población amazónica. Allí se
realiza, a saltos y brincos, una breve ceremonia militar, pues
se ha desatado una violenta tempestad que empapa las enormes
banderas del Ecuador y del Perú y a todas las personas, mientras
se las conduce en pequeños botes hacia un lujoso
barco-restaurante, en donde los viajeros repondrán energías:
pisco sour, cerveza, refrescos, pollo o carne, puré de camote,
no sea usted exigente, no ve que estamos retrasados y ustedes son
numerosos.

La suscripción de documentos reversales se posterga para
realizarla en el vuelo de retorno a Lima, según se anuncia en la
conferencia de prensa. Es el momento en que los mandatarios,
escoltados por sus respectivos cancilleres, restan importancia
a las protestas de Iquitos. Fujimori dice que "agacha la cabeza",
a modo de disculpa, cuando Gonzalo Ortiz reclama que se ha dado
mayor importancia a la pesca en Jatuncaño que a la agenda
oficial. Alberto Fujimori sorprende con sus excusas, entre tanto,
promete a los periodistas del Ecuador que siempre serán bien
recibidos. Sobre el río Amazonas no deja de llover cuando
iniciamos el regreso a Lima, a donde arribamos hacia las 20h00,
con la ropa húmeda y los zapatos enlodados.

Mahuad se muda en la base aérea, pues lo esperan 600 personas en
la Universidad del Pacífico. Allí lo nombrarán miembro honorario,
se inaugurará la Biblioteca Ecuador y se instaurará la cátedra
Ecuador, todo ello por gestiones del vicerrector, Jürgen Schultz,
quien vivió varios años en nuestro país. La comitiva tiene los
minutos contados para ir a los hoteles, cambiarse de ropa,
agarrar las valijas, regresar al aeropuerto y tomar el vuelo
presidencial.

Son las 23h30 cuando vuelvo a ver a Fujimori. Luce un abrigo para
protegerse del frío limeño. Se encuentra en el avión de Tame
despidiendo a Jamil Mahuad, a Paola, al canciller Benjamín Ortiz,
al ex canciller José Ayala y a los demás. Asoma su humanidad al
área en la que se acomodan los otros invitados y los reporteros.

Con un gesto de la mano desea buen viaje. Se escucha un aplauso,
a modo de respuesta.

Durante el retorno hay suficiente tiempo para meditar en torno
a los dilemas que enfrentan el liderazgo político y la sicología
del mando.(DIARIO HOY)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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