Nuevos episodios de corrupción salen a la luz con cada vez menos intervalo, confirmando que esta es una constante, una dimensión que se ha tornado estructural, que se ha arraigado en la vida económica y política a escala nacional y global.
Sin embargo, casos como Enron, WorldCom, Bush y Cheney, resultan invaluables para ilustrar que, aún con los obvios matices, no hay una línea divisoria entre países del primer mundo transparentes y del tercero corruptos.
Este engañoso esquema, levantado sobre discursos y hasta indicadores de muy dudosa validez, ha llevado a estigmatizar países y regiones como intrínsecamente corruptos, a convertir la corrupción en rasgo cultural, en factor explicativo de todos los males que nos aquejan. Es un enfoque que viene bien para deslindar responsabilidades frente a hechos como el empobrecimiento masivo: análisis encaminados desde el entorno de las multilaterales aseguran que la política y la corrupción tienen mayor responsabilidad que la política económica como generadoras de pobreza, lo que equivale a decir que somos pobres porque somos corruptos.
Sin duda, acá las proporciones del problema son mayores, en directa relación con el debilitamiento del Estado y de las instituciones nacionales. Contrariamente a lo que inducen como necesario para nosotros, los Estados del primer mundo no se han debilitado y mantienen una misión estratégica de velar por el bienestar de sus ciudadanos, aún con las variadas connotaciones de sus distintos gobiernos. Pero aquí y allá, quienes lideran prácticas corruptas son personas con intereses privados y empresariales, ubicadas en ocasiones en puestos públicos justamente para encaminar mejor el logro de sus objetivos de enriquecimiento.
Este protagonismo directo se complementa o encubre con el de funcionarios ‘de alquiler’ -no solo los diputados hacen parte de esta extendida categoría-. El tema está en debate, pero no siempre se aprecian de manera cabal los orígenes de la corrupción. Se tiende a vincularla con la ética, la moral, los valores, los principios, vistos como no pertenecientes al campo de lo económico, y más bien circunscritos al sistema educativo, la cultura, la familia (con infaltables alusiones a la inadecuada formación dada por las madres). Optica que a menudo conduce a estereotipos, a un reclamo de valores perdidos de tinte conservador, olvidando que la mayoría de barbaries han estado presididas por la invocación de la moral y los principios. A nuestro entender, las modalidades de corrupción en boga son consustanciales al modelo económico aplicado en las última décadas, se entretejen con las concepciones y medidas económicas impuestas. Así, el debilitamiento simbólico y real del Estado en nuestro país ha supuesto la erosión de instituciones que, despojadas de capacidades -aunque no de recursos-, se convierten en una especie de cascarones vacíos, adecuados para promover y favorecer el interés privado de modo más desembozado que nunca, propiciando la apropiación privada de recursos públicos y el saqueo de recursos de particulares en condiciones de impunidad.
Toda acción y política económicas encarnan sin duda una ética; en el modelo neoliberal se llevan al extremo los principios de competencia, egoísmo, disputa de recursos, interés particular. En temporal desventaja pero con enorme potencial, coexisten concepciones y prácticas económicas presididas por el altruismo, la solidaridad, la búsqueda del bien común, la colaboración; una ética distinta para una economía diferente. Entonces, las políticas económicas resultan primordiales para salir de este modelo corrupto y corruptor.

*Red Latinoamericana Mujeres
EXPLORED
en Ciudad Quito

Otras Noticias del día 13/Julio/2002

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el