Quito. 23 feb 99. Aunque el pueblo todavía considera como los
hombres más poderosos a los políticos con altas investiduras
públicas, las elites saben que detrás del poder político
existen individuos con tanta influencia como los que ocupan
los principales cargos del país.

Al explicar su éxito como vendedor de plantas a vapor, Eric
Bouldron solía decir con ironía: "Vendo lo que más ansían los
hombres: poder". En efecto, indistintamente de la cultura, la
raza, el idioma o la nación, una constante en la historia
humana ha sido la búsqueda del poder: "La posibilidad de
imponer la voluntad propia a los demás por algún medio: el
conocimiento, la inteligencia, la fuerza, la riqueza, el dogma
o cualquier otro factor que sirva para impulsar o constreñir a
otros a hacer lo que, en otras circunstancias, no harían",
según la Enciclopedia de la Política del ex presidente Rodrigo
Borja.

Desde la fuerza bruta en la época de las cavernas, hasta la
capacidad de ser omnipresentes a través de los medios de
difusión masiva, las bases del poder han variado
considerablemente. Al término de este segundo milenio, "en un
mundo encendido por televisores, entrecruzado por satélites y
regido por el dinero, la definición de poder ha cambiado.
Antes del encogimiento global y de la explosión de la era de
la información, los hombres poderosos eran una raza familiar:
presidentes, primer ministros y monarcas. La influencia de los
titanes de la industria u otro tipo de líderes sobre el poder
político era limitada", sostiene la revista Vanity Fair en un
amplio reportaje sobre los 65 hombres más poderosos del
planeta. Añade: "Ahora, tras el deshielo de la guerra fría,
encontramos que las riendas del poder -previamente en pocas
manos- están a disposición de otras manos. En esta singular
era, un hombre muy rico puede dominar las relaciones
internacionales de un país. Por ejemplo, el magnate George
Soros creó un fondo de 1.000 millones de dólares para generar
cambios políticos en 31 países del mundo. Eso es poder. O
magnates como Bill Gates, Rupert Murdoch, Gianni Agnelli y
Gustavos Cisneros que controlan los tentáculos de gigantescos
pulpos industriales, tienen tanta o más influencia que jefes
de Estado. Otro, Alan Greenspan, presidente de la Reserva
Federal desconocido para 99% del mundo, es una persona
mundialmente poderosa por su capacidad para alterar los
mercados y controlar las tasas de interés. Probablemente es el
hombre de mayor influencia en un mundo de economías en
expansión".

El Ecuador no podía apartarse de esta corriente. Al menos así
lo refleja una encuesta hecha por la firma Survey Data, a
comienzos de este año, para Vistazo. Aunque la quintaesencia
del poder en el país, sigue siendo la política, en la
percepción de la mayoría hay otros hombres y mujeres, que sin
tener poder político son vistos como tremendamente influyentes
o poderosos. Pero no solo eso, sino que la misma encuesta
hecha a los líderes de opinión del país -ex presidentes, ex
candidatos presidenciales, jerarcas de la Iglesia, presidentes
de las cámaras de la producción, líderes sindicales, analistas
y editores de medios de comunicación, etc.- los políticos no
son los únicos hombres más poderosos del país.

En un régimen presidencialista, la lógica política apunta a
que el hombre percibido como el más poderoso del país sea el
Presidente de la República. No lo es, de acuerdo a la
encuesta. Para el 70.4% de los ecuatorianos, el actual alcalde
de Guayaquil León Febres-Cordero es el hombre más poderoso del
Ecuador. En política las percepciones erradas o ciertas son
realidades. Varios factores han contribuido para la
preeminencia de Febres-Cordero en estos últimos 10 años. El
primero, a diferencia de otros ex presidentes, que una vez
cumplido su mandato optaron por no hacer política partidista
activa -con excepción del doctor Rodrigo Borja, en el último
año- Febres-Cordero no se apartó nunca del poder. Buscando
consolidar la fuerza electoral de Jaime Nebot, se candidatizó
a la alcaldía de Guayaquil en 1992 y ya en el sillón de
Olmedo, hizo transformaciones a la ciudad que le ganaron
simpatías aun entre antiguos opositores políticos. El segundo,
la debilidad personal y política de los mandatarios con los
que ha tratado desde que es alcalde le ha permitido consolidar
su poder. Ni Sixto Durán-Ballén, ni Fabián Alarcón ni Jamil
Mahuad tienen una personalidad agresiva, ni tampoco han tenido
el respaldo de fuerzas mayoritarias en el Parlamento para no
obviar el apoyo o la oposición de los socialcristianos. Solo
con Abdalá Bucaram, en los primeros meses, mantuvo un perfil
bajo. Finalmente, gracias a la habitual rueda de prensa de los
jueves, opina de todo lo que ocurre en el país. Los años no
han disminuido sus arrestos. Verbalmente sigue tan arrogante
como cuando era Presidente y sus declaraciones siempre
polémicas lo mantienen vigente en las primeras planas de
periódicos y noticieros de televisión.

En la percepción del pueblo, el segundo lugar corresponde a
Álvaro Noboa. La campaña electoral donde aseguró que era el
hombre más rico del Ecuador y el creador de 115 empresas, se
quedó en el imaginario de la gente, que asocia riqueza con
poder. Noboa es percibido como poderoso principalmente en las
provincias de la Costa, donde un 76.5% lo mira como tal. En la
Sierra, su poder desciende a un 50.7%.

El tercer lugar, le corresponde al presidente Jamil Mahuad. En
seis meses, Mahuad no ha conseguido proyectar una imagen de
liderazgo consistente. Su solidez en el campo internacional
contrasta con su debilidad en el manejo de la economía. Ha
cedido la iniciativa en las propuestas -buenas o malas- al
diputado Jaime Nebot, quien al tomarle la delantera, ha
impuesto las condiciones. A mayor poder de Nebot, menor poder
de Mahaud.

Su imagen se ha deteriorado, además, por otras circunstancias.
La primera fue la dureza del ajuste económico, cuyos ingresos
se evaporaron con un cuestionado rescate al mayor banco del
país. Resulta -en la percepción popular- incongruente exigir
mayores sacrificios a las grandes mayorías y en cambio tener
mano abierta para salvar a los banqueros. Finalmente existe la
percepción de que no cuenta con un equipo económico sólido. El
ministro Fidel Jaramillo -un académico de prestigio- es
aplanado por consideraciones políticas y cuestionado duramente
al interior del mismo gabinete. El distanciamiento, hecho
público por el propio Presidente, con el Banco Central por
diferencias técnicas lesiona aún más la imagen del gobierno.

Jaime Nebot es visto como el cuarto hombre poderoso en el
país. A diferencia de otras ocasiones, Nebot "se ha mojado el
poncho". Está ensayando propuestas con mano ajena. Sin
embargo, los réditos o costos electorales por esa
participación dependerán del éxito o fracaso del régimen.

A bastante distancia de estos cuatro hombres, están Isidro
Romero, Abdalá Bucaram, Alfredo Adum, Sixto Durán-Ballén,
Rodrigo Paz, Juan José Pons y Rodrigo Borja. Para la gran
mayoría, Isidro Romero sigue vinculado al imperio de su ex
suegro Luis Noboa Naranjo y queda su popularidad como
presidente del Barcelona. Romero tiene índices muy altos sobre
todo en Guayaquil. Abdalá Bucaram, por su parte, mantiene un
electorado fiel. Curiosamente, su índice de percepción de
poder es 15.2% cercano a los índices de votación parlamentaria
de su partido.

Adum, al igual que Álvaro Noboa, en su paso por la vida
pública y política ha puesto énfasis en demostrar su gran
riqueza empresarial, lo que se traduce en poder. Finalmente,
los dos ex presidentes Durán-Ballén y Borja, tienen el aval de
su paso por la Presidencia y su reciente participación activa
en política. Juan José Pons, como presidente del Congreso, ha
comenzado a tener permanencia constante en los medios de
difusión y eso traduce un grado de poder. Un caso interesante
es el de Juan Eljuri, cuya percepción de poder se acerca a la
del doctor Rodrigo Borja. Eljuri lo consigue porque en Cuenca
ocupa un cuarto lugar -44.9%- aun sobre Jaime Nebot.

Ana Lucía Armijos, ministra de Gobierno ha sido definida como
"la dama de hierro". La actual ministra de Gobierno, con seis
años de actividad política de primer plano es considerada como
la mujer más poderosa del Ecuador, tanto en la Sierra como en
la Costa. Le sigue de cerca, Joyce de Ginatta, quien no ha
ocupado ningún cargo público ni tampoco ha ganado ninguna
elección popular. Sin embargo, ha destacado como presidenta de
la Cámara de Pequeños Industriales. Ninguno de los altos
dirigentes gremiales o sindicales tiene visibilidad pública.
El secreto de su poder está precisamente en su ubicuidad. No
hay foro importante en que no se la encuentre ni semana en la
que no aparezca en los noticieros u otros medios de prensa.

Pese a que en las recientes elecciones presidenciales Rosalía
Arteaga llegó a un distante sexto puesto, sigue siendo
considerada como una mujer poderosa. Ocupa el tercer lugar. El
cuarto le corresponde a la hija del presidente, Paola Mahuad.
Cercana al corazón, influencia directa parece pensar la gente.
En quinto lugar está Gloria Gallardo, cuya trascendencia es
regional. Si solo se toma como muestra la ciudad de Guayaquil,
ella se ubica en tercer lugar. En el resto del país no se la
conoce. En Guayaquil su aporte a la difusión popular y la
organización barrial, le ha generado popularidad. La abogada
Elsa Bucaram es sexta, con respaldo en las provincias
costeñas. A distancia le siguen las diputadas Cecilia
Calderón, Nina Pacari y Susana González, la ex ministra Juana
Vallejo y la esposa de Álvaro Noboa, Anabella Azin, quien se
volvió una figura pública a raíz de la reciente campaña
electoral.Un rubro importante dentro del universo del hampa
son los adolescentes infractores. Por falta de estadísticas
anteriores no se puede cuantificar si proporcionalmente hoy
son más que antes los niños delincuentes, pero lo que sí es
real es que por la distribución de la pirámide demográfica el
número de adolescentes respecto a otros segmentos de la
sociedad se ha incrementado notablemente. Mientras en 1950 los
jóvenes de 15 a 24 años constituían el 18% de la población,
hoy sobrepasan el 23%.

Parecer poderoso no necesariamente significa serlo. Por ello,
Vistazo acudió a un segundo sondeo entre los miembros de la
elite política, informativa, económica, sindical y religiosa
del país. De 50 entrevistados obtuvimos datos que muestran
otra visión, aunque no radicalmente distinta, del poder.

Así, hay coincidencia en que los tres hombres más poderosos
del país son León Febres-Cordero y en un empate Jamil Mahuad y
Jaime Nebot. Al igual que el pueblo, las elites conceden el
primer lugar al alcalde de Guayaquil. Perciben a Mahuad como
débil en su liderazgo y coinciden en la inmensa influencia de
Jaime Nebot.

Un dato interesante, para la elite serrana Jaime Nebot tiene
más poder que León Febres-Cordero. A lo mejor, ha llegado la
hora de cumplirse aquella frase del general McArthur, tantas
veces citada por el ex presidente Febres-Cordero: "Los viejos
soldados nunca mueren, simplemente se desvanecen". El retiro
ha comenzado y Nebot es el número uno en la tendencia.

En la Sierra como en la Costa, dos banqueros son considerados
en cuarto y quinto lugar. Fidel Egas, quiteño, presidente del
Banco del Pichincha es el uno y Fernando Aspiazu,
guayaquileño, presidente del Banco del Progreso, Emelec,
Diario El Telégrafo y SíTV, entre otras empresas.

Por una alta mención en la Sierra, monseñor Alberto Luna Tobar
ocupa el sexto lugar. Luna, sin más riqueza que sus
convicciones y una vida dedicada a la defensa de los más
pobres, es una voz de notable influencia.

La lista de otros nombres considerados poderosos incluye a
distancia al ex presidente Osvaldo Hurtado, al presidente del
Congreso Juan José Pons, al presidente de la corte Suprema
Héctor Romero, al secretario general de la Administración
Jaime Durán y al banquero Roberto Isaías, quien según algunos
de nuestros entrevistados todavía tiene gran influencia. De
los 50 entrevistados, apenas dos mencionaron como poderoso a
Álvaro Noboa.

Para Aristóteles la política era el último estadio de la
civilización y el poder político era la cima de todos los
poderes. En el Ecuador en ese estadio, las manos que se
levantan todavía siguen siendo en su mayoría masculinas, pese
a que 52% de la población del país es femenina. No sorprende
entonces, que en una lista mixta sobre el poder, ni para el
pueblo, ni para las elites, aparezca en los 10 primeros
lugares una mujer. Estas aparecen cuando se hace la división
de género y es más, a nivel de elites una gran cantidad de
entrevistados demoró para nombrar a mujeres poderosas. En son
de broma uno nos dijo: "Mi mujer y mis hijas". Diez no
encontraron a ninguna.

En los que contestaron la pregunta, hubo consenso: Ana Lucía
Armijos, Joyce de Ginatta y Nina Pacari. En cuarto lugar está
la directora de diario El Comercio Guadalupe Mantilla, por la
fuerza de ese periódico. Ella es nombrada principalmente en la
Sierra y poco en la Costa.

Este retrato del poder confirma el hecho de queparecer
poderoso, no necesariamente significa serlo. A nivel de masas,
poder es ante todo difusión de imagen. A nivel de elites, la
percepción es distinta: poder es influencia. Por ello, hombres
virtualmente desconocidos para la masa, son considerados
inmensamente poderosos. No obstante, una imagen bien
promocionada es el capital de base para la búsqueda de poder,
siempre y cuando exista en quien la posee lo que Nieztche
define como "voluntad de poder", un rasgo probable en todos
quienes conforman las listas de esta encuesta. (Texto tomado
de Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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