Quito. 21 jun 96. Una vez más estamos en campaña electoral. Y
no se trata de la que enfrenta al PRE con los Socialcristiano
para hacerse con el poder político del país, sino a una lucha
más sorda y feroz, a la que enfrenta a diversos sectores de la
cultura por hacerse con el control de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana.

Actualmente hay tres candidatos a la Presidencia de la Casa de
la Cultura: Sergio Vélez, doctor en Filosofía y actual
secretario de la actual administración de Camilo Restrepo,
Simón Zavala, abogado y presidente de la Sociedad Ecuatoriana
de Escritores y Stalin Alvear, actual presidente del núcleo de
Loja.

Cuando se analizan los planes de acción de los tres
candidatos, sorprende lo similarmente intrascendentes que son.
Quizás, porque los aspirantes comprenden que el tener ese plan
es un requisito de maquillaje para la opinión pública, y no el
fundamento de su posible elección.

Así, donde Sergio Vélez plantea como misión de la Casa de la
Cultura el "incentivar, mejorar y democratizar el disfrute, y
principalmente, la producción cultural de la sociedad
ecuatoriana, buscando fortalecer su cohesión interna y la
identificación internacional del Ecuador como riqueza y
potencia pluricultural", Simón Zavala propone "llevar adelante
un Plan de Desarrollo Cultural de nuestro país que,
fundamentalmente debe sustentarse en la organización de
talleres de Literatura y de las distintas expresiones
artísticas, para niños de 8 a 12 años y, jóvenes de 13 a 18
años de edad... Pienso que, esto permitiría en pocos años
tener en el país un numerosísimo grupo de creadores, de gran
nivel, cuya producción nos llenaría de orgullo."

En tanto, el tercer candidato, el presidente del núcleo de la
CCE en Loja, Stalin Alvear, señala que la prioridad será el
establecimiento de un sistema nacional de librerías y
almacenes y la creación de premios y concursos, tanto a nivel
nacional como internacional, para que incentiven la actividad,
sobretodo literaria. Cree necesario también la fundación de
emisoras de radio y canales de televisión educativos y
culturales a nivel nacional.

En su plan de 13 páginas, con una introducción, que sirve de
diagnóstico, y 10 capítulos, Sergio Vélez esboza un esquema
racional de administración de los recursos de la CCE: acciones
para conseguir financiamiento, políticas de personal,
descentralización administrativa, acciones normativas,
difusión, informatización y relaciones externas.

Como acciones gestoras de cultura, la propuesta de Vélez se
pierde en la retórica y en la organización de "encuentros"
nacionales culturales, "para definir consensual y
participativamente las políticas y acciones culturales de la
CCE."

Simón Zavala en una carta dirigida a los presidente de los
núcleos provinciales de la CCE, quienes ejercen de grandes
electores del presidente, bosqueja en 30 puntos un plan de
acción que se fundamenta en la creación de nuevas instancias
burocráticas, en la cual sobresale, por lo sui generis, un
instituto de "desarrollo de la creatividad". En la carta, no
se bosqueja como y hacia dónde se orientará el funcionamiento
de los institutos y nuevos departamentos propuestos y como se
insertarán en el contexto más amplio del sistema educativo.
Ferias de libro permanente, planes para "embellecimiento de
las capitales de provincia", reuniones internacionales de
creadores, acuerdos de cooperación cultural internacional y la
publicación de la gran Historia de la Cultura Ecuatoriana, con
historias por cada área, son otros puntos a resaltar del plan
de Zavala.

Los tres candidatos señalan que propulsarán las reformas a la
Ley de Cultura. Las diferencias están en los tonos de la
reforma. Para Simón Zavala deben dirigirse a lo financiero,
para Stalin Alvear, a lo eleccionario y para Sergio Vélez, a
lo administrativo.

TODO SE DECIDE EN EL JUEGO POLITICO?

Como se planteó antes, las elecciones en la Casa de la Cultura
es sobretodo un juego político, en la cual incluso entran a
participar las relaciones que establecen los aspirantes a la
presidencia de la CCE, con los dos binomios finalistas, en la
carrera al Palacio de Gobierno.

A Camilo Restrepo y su "delfín", Sergio Vélez, lo sostiene una
alianza entre los socialistas y el APRE. El APRE ha
establecido una alianza política con el binomio Abdalá
Bucaram-Rosalía Arteaga.

La semana anterior y ésta, se reunió un grupo de intelectuales
quiteños, aparentemente para apoyar la candidatura de Simón
Zavala, aunque en realidad ese apoyo, como grupo, más allá de
ciertos respaldos personales, jamás se discutió de manera
explícita. Sin embargo, en este grupo estaba Edmundo
Ribadeneira, quien apoya la candidatura de Jaime Nebot, y
gente como el escritor Marco Antonio Rodríguez y el mismo
Simón Zavala, a quienes se los vio recientemente en un cóctel
de apoyo a Rosalía Arteaga.

¿Qué papel jugará el futuro Gobierno en el destino de la CCE?,
es una incógnita, más aún cuando se ha planteado la creación
de un Ministerio de la Cultura, que, sin duda, dejaría sin
papel a la actual CCE, y obligaría a repensarla en otros
términos, menos oficiales, menos administrativos y quizás más
libres y creativos (en un contexto distinto al terminó
"creadores", que utilizan los actuales candidatos).

Es posible prever que, de seguirse jugando con las reglas
actuales, sin duda Sergio Vélez tiene asegurada su elección,
en una fórmula en la cual, al haber fracasado la reforma legal
que iba a permitir la reelección de Camilo Restrepo, éste
pasaría a ocupar un alto cargo en la nueva administración.

Esto es así, por que en el actual (y perverso) esquema, el
gran elector son los presidentes de cada núcleo provincial y
de las secciones académicas, gente nombrado por el presidente
en ejercicio y sin la real intervención de la comunidad
intelectual quiteña.

EL DESTINO DE LA CCE

Esta institución, que nació bajo el influjo de Benjamín
Carrión como algo que ahora llamaríamos una ONG, se ha
convertido con el tiempo en el organismo oficial de la
cultura, en un cuasi ministerio, con exceso de burocracia y
escasez de recursos públicos, en donde la cultura es más que
nada un acto administrativo.

La dinámica de esta situación provoca que el perfil de la
persona necesaria para presidirla sea la de un hombre que sepa
manejar las redes de las alianzas políticas y capaz de
desentrañar y revertir a su favor la inercia del pesado
aparato burocrático.

En ese sentido, la actual presidencia, la de Camilo Restrepo,
ha sido ejemplar. Desde su elección hasta su sostenimiento y
posible prolongación -pese a la hostilidad de amplios sectores
intelectuales y artísticos, sobretodo de Quito, que se
sintieron traicionados y nada representados por un hombre que
no tiene "ninguna obra, ningún mérito cultural o artístico"-
ha sido un ejercicio de malabarismo político. (DIARIO HOY) (P.
6-B)
EXPLORED
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