Quito. 31 jul 97. En el país existen 104 perros entrenados
para detectar drogas. Contrario a lo que suele creerse, los
animales no son adictos sino que hacen de su trabajo un juego.
Se ha dicho por mucho tiempo que el perro es el mejor amigo
del hombre, pero esa afirmación no es del todo cierta. Más
bien se debería decir que es el mejor amigo de ciertos hombres
o, como mucho, de la mayoría de ellos.
Con toda certeza, el perro no es el mejor amigo de quienes
trafican con drogas por los aeropuertos, puertos y puestos de
frontera del país. Si lo dudan, ahora tiene 104 buenas razones
para convencerse de que esos animales son sus peores enemigos
o al menos su peor pesadilla. El Centro de Adiestramiento
Canino, (CAC), tiene en el país 104 perros frente a cuyas
narices no pasa ni un solo gramo de droga.
Y, justamente, todo este asunto es cuestión de narices: los
perros tienen el sentido del olfato un millón de veces más
desarrollado que el nuestro.
Así, cuando a las 03h00 comienza el movimiento en la zona de
carga del aeropuerto Simón Bolívar de Guayaquil, el equipo de
guías de la Unidad del Centro de Adiestramiento Canino sale
con sus perros para exponerlo todo ante los 80 mil millones de
células olfativas de los ocho perros que cubren ese turno. Los
otros ocho perros permanecen en la base a la espera de que
llegue su hora de trabajo.

El túnel

El lugar donde más trabajan los perros y sus guías es lo que
ellos conocen como el túnel. Es ahí donde llegan las maletas
registradas por los pasajeros en los mostradores de las
compañías de aviación.
Antes de colocar las maletas en los coches que llevan el
equipaje hasta los aviones, la banda eléctrica se detiene y
los perros husmean sobre ellas para detectar el olor de
mariguana, clorhidrato de cocaína o heroína.
Si algún perro da la señal de haber encontrado algo, los
agentes abren la maleta, buscan la droga y si la encuentran
detienen al dueño del equipaje.
Esto es lo que ocurre cuando se presenta un caso simple pero,
según explicó el Teniente Iván Bourgeat, responsable de la
Unidad, los narcotraficantes cada vez usan mecanismos más
sofisticados y extravagantes para cubrir el olor de la droga.
En una ocasión, encontraron cocaína mezclada con excremento de
tigre.
Otra vez, uno de los miembros de la Unidad entró a la oficina
de su superior para notificarle que su perro Jon había
detectado algo junto a cuatro soldadoras eléctricas.
Averiguaron que los aparatos tenían como destino España y eso
fue lo primero que hizo dudar a los agentes.
Fueron al lugar donde estaban las soldadoras, las prendieron,
desarmaron algunas piezas pero no encontraban nada. Finalmente
el jefe de la Unidad pidió un taladro y se puso a perforar una
bobina. Al sacar la broca, brotó el polvo blanco. Eran dos
bloques de cocaína de un kilo cada uno que además de estar
herméticamente sellados dentro de la bobina, estaban envueltos
en papel carbón y habían sido recubiertos con una capa gruesa
de pimienta. Nada de eso fue suficiente ante el olfato de Jon.

Adiestramiento

Contrariamente a lo que se cree, a los perros no se los droga
para que aprendan a detectar las substancias narcóticas. "Es
como si diéramos dinamita a los perros que buscan explosivos",
dijo Bourgeat.
Según este, para los perros todo empieza como un juego. Cuando
apenas tienen nueve meses, se detectan aquellos canes dotados
De ciertas características. La principal de ellas: el instinto
al juego. Luego viene el de la cacería.
Desde pequeños se los acostumbra a jugar con una toalla
envuelta sobre sí misma y amarrada hasta que se obtiene un
objeto compacto de unos diez centímetros de largo. Este
juguete, sirve para enseñar al animal a que vaya tras de él
cuando lo arrojan lejos. Cuando ha entendido este mecanismo,
está listo para convertirse en un detector de drogas.
El siguiente paso es impregnar la toalla con el olor de alguna
droga. Desde entonces, cada vez que el perro percibe ese olor,
cree que encontrará su juguete, jugará con su amo y recibirá
como recompensa sus caricias.
Pero como el perro no debe ser engañado, cada vez que
encuentra algo, su guía le entrega el juguete, le acaricia, le
habla, juega con él y así el can sabe que ha hecho bien su
trabajo.

Fuera de la Unidad

Los guías y sus perros también actúan fuera del aeropuerto. En
el operativo denominado Bosque, en el año 1994 el Sargento
Luis Arcos, con 20 años de servicio en el Centro de
Adiestramiento Canino, fue llevado con su perro Ney hasta
Vinces donde se había detectado un casa en la que
supuestamente se almacenaba droga.
Llegaron a la villa pero no encontraron nada. El operativo
parecía haber fracasado hasta que Arcos entró a la casa; el
perro llevó a su guía hacia el patio posterior de la villa, se
soltó y fue hacia el río, lo bordeó, ingresó al terreno
aledaño y se dirigió a la casa de al lado donde se puso a
husmear.
Viendo esa escena, los agentes del GIR y de la OID se burlaban
de Arcos pero este ya estaba en camino hacia la casa donde su
perro había detectado algo. Arcos, con tan solo acercarse a la
puerta sintió el olor de la droga y se lo dijo a su superior.
Este al principio no quiso creerle, pero luego de romper el
candado de la puerta se toparon con 805 kilos de clorhidrato
de cocaína. Gracias a Ney y a su guía todo fue un éxito.
Ahora Ney es uno de los perros más viejos de la Unidad. Está
por cumplir ocho años, que es lo que se ha señalado como edad
máxima para el trabajo de estos animales. Cuando esto ocurre,
los perros son enviados a hogares que los acogen y los tratan
bien, hasta que mueren.

Perro que ladra no muerde

Hay una relación de amistad y fidelidad entre los perros y sus
guías. Cuando uno de estos se acerca a la jaula, el perro se
alborota; sabe que de la mano de su amo cuando menos recibirá
una caricia.
Los animales son traídos de Colombia o Estados Unidos y
cuestan entre 10 mil y 20 mil dólares (entre 40 y 80 millones
de sucres).
Bourgeat aseguró que los oficiales han recibido amenazas de
muerte y que también se ha amenazado con matar a los perros
pero dijo, refiriéndose a los narcotraficantes, "perro que
ladra no muerde".
"El trabajo que nosotros hacemos, -dijo Bourgeat-, se enaltece
cada vez que concluimos un caso. Sabemos que estamos
trabajando bien. El solo hecho de evitar que esa droga vaya a
manos de un expendedor que se ubicará a la salida de una
escuela en cualquier parte del mundo, nos congratula mucho".

Más de 300 vuelos al mes

La labor de la Unidad consiste en prestar servicio a todas las
compañías aéreas internacionales y nacionales. Chequean
equipaje, personas y la zona de carga. Diariamente revisan de
entre diez y doce vuelos internacionales.
El mes pasado la Unidad revisó 376 vuelos de las diferentes
compañías aéreas. Uno de los últimos hallazgos fue en valijas
de correo en las que unos libros tenían en sus pastas cocaína.
La unidad recibe de las compañías aéreas 10 dólares por vuelo
revisado aunque, señaló Bourgeat, no todas entregan esa
contribución que va al CAC que invierte el dinero en los
perros, les compra medicinas, vitaminas, juguetes, etcétera.
El CAC está en Quito y depende de la Dirección Nacional de
Investigaciones, DNI. En Guayaquil, como en otras ciudades del
país, funciona una Unidad del CAC en el aeropuerto y otra en
el Puerto Marítimo.
Las nuevas instalaciones de la Unidad del aeropuerto fueron
inauguradas hace poco y en ellas se entrenará a los canes que
ya no deberán ser enviados a Quito.
Los 16 oficiales de la Unidad son los primeros hombres que
están en contacto con la droga. Cuando encuentran los
estupefacientes detienen al propietario de la maleta. Hacen
una investigación preliminar. Indagan si hay algún contacto
afuera para proceder, si es el caso, a detenciones rápidas.
Elaboran un parte informativo y entregan la droga a la
Interpol que toma el relevo en las investigaciones. (Texto
tomado de El UNIVERSO)
EXPLORED
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