Quito. 23.02.95. En los años veinte, Argentina era uno de los
países más ricos del mundo. Las cosechas abundantes de
cereales y la ganadería de las pampas llenaban sus arcas.
Rebosantes de dinero, los argentinos fueron de los primeros
pobladores del mundo en establecer un plan nacional de
pensiones. Hoy, el sistema estatal de pensiones está en
quiebra; pese a las decisiones recientes de los tribunales,
los funcionarios alegan que no pueden pagar las cuantías que
se les exigen. El gobierno abriga la esperanza de que el
sector privado entre al rescate.

Argentina está tratando de aprender del éxito de su vecino,
Chile, el cual privatizó el sistema de pensiones en 1981 con
resultados positivos. En ambos países, debido al
envejecimiento de la población, las prestaciones desembolsadas
han superado en gran medida la suma de los aportes actuales.

La política tampoco ayudó; en ocasiones, el efectivo de los
fondos estatales se utilizó para subsidiar los servicios
sociales.

Los economistas del anterior dirigente de derecha chileno, el
general Augusto Pinochet, decidieron poner la gestión de las
pensiones en manos privadas por medio de un régimen de ahorro
obligatorio. Insistieron en que los trabajadores depositaran
por lo menos una décima parte de sus ingresos gravables en
cuentas individuales de capitalización manejadas por fondos
competitivos privados.

Los resultados de todas esas medidas fueron asombrosos. En
1992, los activos de los fondos de pensiones representaban
casi la mitad del PIB, o cerca de US$20 mil millones. Julio
Bustamente, supervisor general de los fondos de pensiones en
Chile, considera que las inversiones realizadas han sido
cruciales para el desarrollo de la economía. Al sistema se le
atribuye el hecho de haber estimulado el ahorro privado, el
cual creció de 2.8% del PIB en 1980 a 14.3% en 1991.

Sin embargo, no faltan problemas en el sistema chileno. Uno de
ellos es que los costos de operación de los fondos privados
son elevados en virtud de las campañas de mercadeo demasiado
intensas que estimulan el cambio frecuente de un fondo a otro
y de los sistemas anticuados de nómina. Bustamente dice estar
estudiando incentivos para alentar a los clientes a permanecer
con un mismo fondo durante más tiempo y además está tratando
de modernizar los métodos de pago.

En opinión de Andrés Gluski, economista latinoamericano, otra
preocupación consiste en que como la responsabilidad por las
pérdidas del viejo sistema sigue siendo del gobierno, el cual
es al mismo tiempo garante del sistema nuevo, podría tener que
responder por una cifra inestimable de millones en caso de que
ambos fracasen. Es poco probable que tal cosa suceda. Los
chilenos han vivido con el esquema nuevo durante 14 años.

LA GRADUALIDAD ES LA CLAVE

En otros países, los encargados de reformar los sistemas de
pensiones se han dado cuenta de que no es tarea fácil en una
democracia. Por una parte, a los trabajadores no se les puede
obligar a incorporarse a los esquemas privados; lo que debe
hacerse es ganar su confianza lentamente. A principios de
1994, los funcionarios argentinos en su afán trataron de
obligar a los fondos de su nuevo sistema privado a comprimir
su mercadeo en un período de dos meses. La publicidad engañosa
confundió a los ciudadanos con respecto a los nuevos sistemas;
hasta ahora, menos de la mitad de los 5.5 millones de
argentinos que deberían pasarse a los fondos privados lo han
hecho.

Ahora, un torrente de decisiones judiciales ha exigido al
gobierno argentino pagar a los pensionados del Estado una
compensación adicional, lo cual amenaza con quebrar el sistema
estatal, a menos que se apruebe pronto una legislación
pendiente que limita la responsabilidad del gobierno. Los
fondos privados comienzan ya a aprovecharse de las desgracias
del sistema público atrayendo a los pensionados insatisfechos.

En Colombia, el gobierno, que deseaba privatizar completamente
el sistema de pensiones, se vio obligado a aceptar un sistema
mixto en 1993. Los fondos privados competirán contra los
estatales por los afectos de los trabajadores, cuyos aportes
aumentarán de 8.5% del ingreso a 13.5%. Los defensores de este
arreglo señalan que la competencia de los fondos estatales
obligará al sector privado a mantener sus costos en un nivel
bajo. Podría ser. No obstante, no pueden explicar cómo es que
un sistema oficial que perdió US$20 mil millones en 1992 pueda
competir contra el sector privado sin subsidios.

Perú ha adoptado con más éxito el modelo chileno, en parte
porque sus expectativas eran menores. Más de 900.000 peruanos,
o una décima parte de la fuerza laboral, ha optado por el
sistema privado desde que el plan entró en vigencia en 1993
aproximadamente el ritmo de aceptación del plan chileno en su
primer año. Algunos extranjeros como el American International
Group, una compañía aseguradora, y la International Finance
Corporation, brazo privado del Banco Mundial, han invertido en
los fondos de pensiones privados de Perú.

México se ha decidido por un cauteloso enfoque múltiple,
concepto que cuenta con el respaldo del Banco Mundial. Uno de
los pilares de este sistema múltiple es un fondo curioso
denominado Intonavit, al cual llega 5% del salario de todos
los miembros quienes a su vez, si son elegibles, pueden
obtener préstamos para hipotecas. El acceso a los huevos del
nido es viable siempre y cuando pagen estos préstamos antes de
jubilarse.

El SAR, principal fondo de jubilación, recibe apenas 2% del
salario de los mexicanos. Los aportantes pueden después
escoger el banco privado que debe invertir su dinero. Pero los
bancos dicen que es tal la burocracia mexicana que son los
empleadores, no las personas, quienes determinan cuál banco
debe utilizarse. Y lo que es peor, la única "inversión" que
los bancos están autorizados a realizar en este momento con el
dinero del SAR consiste en entregarlo al banco central por un
mísero rendimiento de 0.5%. Francisco Padilla, de Serfin, un
importante grupo financiero de México, dice que a menos que se
ponga en marcha cuanto antes un sistema más simple y que a los
bancos se les permita invertir el dinero de los clientes en
activos más rentables como las acciones, todos los fondos de
pensiones mexicanos permanecerán en rojo.

Quizás el enfoque más innovador frente a la reforma de las
pensiones es el que comienza a cobrar forma en Bolivia. El
presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, mente maestra de la
recuperación del país después del caos hiperinflacionario en
el que estuvo sumido durante los años 80, desea privatizar las
compañías más grandes, vendiendo la mitad de las acciones a
compradores privados. La otra mitad aspira a distribuirla
entre todos los adultos bolivianos en forma de acciones en sus
fondos privados de pensiones, las cuales podrán redimir en el
momento de jubilarse. Considerando que el ciudadano común
podría recibir decenas de miles de dólares al jubilarse -en un
país con un ingreso por cabeza inferior a los US$1.000- este
atrevido plan no deja de ser muy atractivo.

*Texto tomado de: revista CASH INTERNACIONAL #47 (pag.6-9)
EXPLORED
en Ciudad N/D

Otras Noticias del día 23/Febrero/1995

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el