PARA ALVARO MUTIS TODOS ESTAMOS CONDENADOS AL OLVIDO Por Hugo
Montero

Quito. 31.03.91. Lo dicho aquel día al desnudarte en el
campo./Todo irá desvaneciéndose en el olvido;/ Y el grito de
un mono,/ El manar blancuzco de la savia/ Por la herida
corteza del caucho,/El chapoteo de las aguas contra la quilla
en viaje,/ serán asunto más memorable que nuestros largos
abrazos. ("Un bel morir", del libro Los trabajos perdidos).

Avanza en su escritura de la fragilidad del hombre, con recio
timbre para declarar el desarraigo y la rabia, sus confesiones
como fabulador de historias sobre sitios de dolor para asir
los caminos del olvido.

-Alvaro Mutis, ¿Cómo pasamos el río del olvido?

El... (ríe)... bueno, la pregunta, es una pregunta
tramposísima. Yo he intentado pasarlo escribiendo. Con eso,
solo se logra aplazar el olvido. Al olvido estamos destinados
y sobre todo quienes escribimos obra literaria. Es antes que
la piedra y antes que todas las otras artes, la que más frágil
duración tiene en el tiempo. Yo creo que la única manera de
combatirlo, es escribiendo. Sin hacerse ilusiones.

Después de vivir 33 años en ciudad de México, a todo el que le
dice que ya es un mexicano más, Mutis responde, como
aferrándose a su propia nostalgia mutilada por la ausencia del
país, que no, que él cada día es más colombiano.

Dice que cierra los ojos para conservar intacto el recuerdo de
los sitios que ahora, a pesar del paso del tiempo y los
cambios, no le impiden sentir la diaria, terrible y vivísima
presencia de la vida por los rincones del país, por ciertas
calles. De ahí sale todo lo que yo escribo, de ahí nace, lo
que yo quiero, también el impulso.

Y sus libros se venden más en Italia, Francia, Alemania,
Rumania, Holanda, Grecia, Portugal. Circulan más que en su
patria. Hace poco fue premiado en Italia y Francia por su
novela "La nieve del almirante".

Como las vidas de los hombres no sean eternas

Mutis, de 67 años, fue un lector voraz que considera que se
salvó desde muy joven al encontrar sin medida ni juicio,
libros de toda clase, en gran proporción relatos de historia
universal. Cita desde, según su juicio, lamentables biografías
de Steefan Zweig hasta la historia de Francia de Michellet.

Asegura que esta experiencia le dejó un sabor muy especial de
placer por la lectura aunque no estrictamente de corte
literario, sino de conocimiento del mundo y sobre todo del
destino tan frágil de los hombres.

Recuerda la conmoción física, real hasta el dolor, cuando
viene a su mente la muerte de don Quijote. Siente un nudo en
la garganta, relata, y afirma que con esa muerte, morimos
todos nosotros.

Para él, la escena de la partida final del Ingenioso Hidalgo
está escrita con una humildad y una noción tan directa de ese
suceso que nos define y nos pone frente a la eternidad que es
la muerte. Sus palabras más altas de elogio son: Esa página
sigue siendo para mi la más emocionante que yo he leído y que
tendré frente a mis ojos hasta mi último día.

Aquel capítulo, cita, que comienza con "Como las vidas de los
hombres no sean eternas". Ese capítulo que hasta hace poco me
lo sabía de memoria.

Para Alvaro Mutis, ¿qué es escribir?

Un trabajo bestial, siniestro, terrible.

Ha escrito seis novelas, pero rechaza esa denominación para
sus libros en los que siempre hasta ahora vive un Mutis que
narra por boca de su personaje almirante, Maqroll el Gaviero,
las ensoñaciones, mentiras y verdades del escritor que
prefiere considerarse narrador antes que novelista o poeta.

No me considero poeta. He intentado serlo. Me parece una gran
responsabilidad, dice.

En su época de estudiante apenas curso los primeros años, y
desde que es escritor nunca ha empleado ningún método. Sin
embargo en su última novela editada en Colombia y España,
"Amirbar", cuenta que intentó llevar un sistema de fichas que,
al final, le dieron una sola sensación: la certeza de su
inutilidad como sistema de trabajo.

Vive convencido con la idea eterna de dos o tres temas para
tratar, y si le obsesiona una cuarta imagen, ya considera eso
una exageración. Narra en cualquier forma posible, ya sea
poema, cuento o novela, prosa poética, como sienta su visión
del mundo.

-¿Por qué en todas sus novelas, siempre Maqroll el Gaviero?

Tuve que inventar a Maqroll el Gaviero cuando empecé a
escribir, a los 17 años, porque era una poesía que suponía una
experiencia vital muy grande, y suponía también haber pasado
por pruebas que eran perfectamente inconcebibles en una
persona de mi edad.

Entonces tuve que inventar este personaje para que fuera el
que viviera, y el que testimoniara de esas pruebas. Fue
creciendo y tomando forma Maqroll el Gaviero a tal punto que
el tercer poema que se publicó mío en el suplemento dominical
de el Espectador, se llamaba "Oración de Maqroll el Gaviero" y
consta en mis libros de poesía.

A Mutis su personaje lo vuelve a acompañar en su novela,
"Abdul Bachur, soñador de barcos". Se convirtió en su doble,
un ser con experiencias que no tiene su creador, un personaje
que vive por él, o que con su presencia le exige a Mutis
sentarse frente a la máquina todos los días para relatar
aventuras mientras apenas se percibe la melodía de Chopin,
como telón de fondo, para la iniciación de la saga a través
del mar.

El primer poema que Mutis publicó se titula "El miedo", y el
primer cuento, "El viaje, una historia para no olvidar", de
una belleza suficiente y rara para que ahora en Francia lo
editen junto con toda la obra suya.

-¿Hacia dónde apunta su mundo literario?

Bueno... ya no apunta (risas). Lo único que hago es persistir
en mis obsesiones. Mientras tenga estas visiones de trozos de
la realidad, de mi juventud, de mis recuerdos, de momentos, de
zonas de mi memoria, seguiré consignándolas, y dejándolas
escritas. Nunca he tenido ninguna escuela, así como no he
pertenecido jamás a ningún partido político, ni he votado, ni
votaré. Tampoco me he sumado a ningún grupo literario.

En este momento no sé qué voy a escribir. Deseo escribir
poesía sobre ciertos santos de la Iglesia Católica. Me da
miedo ese trabajo, primero porque creo en ellos, y segundo
porque no he entrado mucho en el tema de lo sagrado. Tengo esa
tentación. Si eso es apuntar hacia algo, hacia eso voy.

Insiste en dejar en claro que él no es un novelista, ni ha
tenido intención de escribir novelas. Manifiesta, eso sí, que
su objetivo es prolongar hasta dónde la imaginación alcance y
el relato mismo, ciertas experiencias de Maqroll el Gaviero.
Diviertido expresa que lo que ocurre es sencillo. Maqroll el
Gaviero, dice, está aprendiendo a ser novelista y me tiene
embarcado en esto. Las estructuras de mis libros son débiles,
no hay ninguna novedad, no hay ningún intento de ensayar.

Amigos: Paz, Proust...En 1982, Mutis decía que sus amigos eran
Marcel Proust, Luis Cernuda y Joseph Conrad. En 1990 siguen
las mismas compañías, pero enfatiza "cuando se trata de citar
a los amigos y poetas favoritos, las influencias y las mujeres
que amé, siempre se olvidan los más importantes".

Deja de lado en esa enumeración al que considera con Proust el
más grande escritor francés: Louis-Ferdinand Celine, autor de
"Viaje al fin de la noche". Y también reúne entre su club a
Charles Dickens, el fabulador.

Sueña con regresar a Coello, a la finca, ojalá intacta,
indiferente al paso de los años y a los largos períodos lejos
de los suyos. Acostarse en la terraza donde secan café, sobre
una hamaca y abrir un libro de Dickens.

Recuerda otras amistades vitales: Garcilaso, Antonio Machado,
Rimbaud y otros.

Acerca de la muerte, sostiene que en su último libro
desarrolla una idea sencilla: la de que cada uno de nosotros
lleva adentro su propia muerte. La peor tragedia -dice-, el
peor horror que nos pueda pasar, es recibir una muerte que no
sea esa. Morir con la muerte que me corresponda, eso debe ser
así.

Le gustaría vivir en Coello, Tolima, en su Colombia natal; ese
es su ideal de felicidad. En la mujer y el hombre prefiere la
indulgencia como grandes cualidades. Su meta favorita, para
conseguir como virtud, es tratar de guardar dentro de sí el
menor rencor posible contra nadie.

De niño, Mutis, vivió una etapa con grandes comodidades, lo
que le produce una insensibilización hasta perder bastante el
contacto con lo humano. Al viajar a México en 1957, en hechos
dolorosos, después de una acogida grata, Mutis es confinado en
la crujia de la penitenciaría del distrito especial. El
carcelazo dura quince meses. Antes no había tenido un contacto
verdadero con lo humano.

Un derrumbe que no deja ver la luz.

-¿Cómo es su visión de lo humano, ahora?

Nunca he perdido el contacto con lo humano. No he intentado
rescatar al hombre, ayudar a mejorar la sociedad; sino procuro
estar cerca de los hombres con la indulgencia que quiero
tener, porque los hombres hieren terriblemente. Todo contacto
con una persona es un atentado a cierta intimidad, pero hay
que acostumbrarse, y hay que saber que estamos hombro a
hombro, con todos los hombres del mundo.

En todos mis relatos, a partir de "La nieve del almirante", es
evidente, no la solidaridad con el hombre, sino con su
condición humana, y su destino nefasto que es igual al mío.

El autor recurre a sitios de dolor: cárceles, hospitales,
cementerios, lugares de exilio, el mar, los barcos sin rumbo.

-¿Por qué la anécdota frecuente en sitios de dolor?

Allí, en esos lugares, allí, es donde somos de verdad; una de
las lecciones que me dejó mi paso por Lecumberri, en México,
es que lo mismo que en la guerra, ya no nos puede pasar nada.
Allí estamos en una situación de inocencia, ya nos pasó, no
tenemos que contar o que presumir, o que destacar en el fin,
en la cuerda, en el fondo del pozo.

Sostiene que es una lección maravillosa de humildad absoluta,
pero la verdadera, no la hipócrita, la de Tartufo
-puntualiza-, cuando ya no se tiene una salida y, exclama, ahí
es donde nos encontramos los hombres de verdad.

El sabor de lo antiguo en los libros de Mutis se presiente con
la descripción de unos ambientes con cero absoluto... esa es
la condición humana.

En marzo de 1989, "La nieve del almirante" fue publicada en
francés y en noviembre recibió el Médicis. La historia se
repetió el mismo mes, pero en Italia, al ganar el Monino.

-¿Cuál es el porvenir del hombre?

Dio mío. Creo que en pocas épocas el porvenir del hombre se ha
visto más oscuro, más negativo y más tenebroso. Hemos pasado
por esas épocas. En los momentos que los bárbaros invaden
Europa al comienzo de la Edad Media, al final del Imperio
Romano, se vivieron esos momentos tan oscuros. Lo que pasa
ahora es que la oscuridad es mundial. Estamos en un derrumbe
del cual no veo la luz.

Espero que en el fondo exista una ligerísima y lejana
posibilidad de rescatar algo de la inmensa herencia que el
hombre está desperdiciando criminalmente. Somos la única
especie que destruye el medio ambiente en donde vive. Lo
estamos haciendo con tanta eficiencia que realmente se debe
tener mucho optimismo para pensar que vamos a salir de este
vértigo. (IPS) (C-3).
EXPLORED
en Ciudad N/D

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