Quito. 1 feb 98. Los italianos viajaron a Francia, sede de la
Tercera Copa Jules Rimet, a ganar su segundo título
consecutivo bajo la conducción del entrenador Vittorio Pozo y
a ratificar que su equipo se había convertido en el número
uno del mundo. Francia no era una potencia futbolística, pero
se le otorgó la organización del torneo gracias al prestigio y
a la persuasión de Jules Rimet. La competencia se efectuó en
nueve ciudades, del 4 al 19 junio de 1938.

Los cuatro países británicos fueron invitados a participar, a
pesar de que no eran miembros de la FIFA, pero no aceptaron.
Otros tres importantes retiros ocurrieron antes: Argentina,
resentida porque no se le otorgó la sede, Austria, ocupada por
Alemania, y España, que estaba en medio de una cruenta guerra
civil. Los uruguayos continuaban enojados por la ausencia de
los europeos en 1930, y Chile se excusó pese a que estaba
clasificado sin jugar, junto con Brasil. Por primera vez el
país sede y el campeón pasaron a la final, sin tener que
participar en las eliminatorias regionales en las que se
inscribieron 36 países, pero participaron 26.

Asia se hizo presente por primera vez con Indias Holandesas,
tras el retiro de Japón. Solo dos países de América, Brasil y
Cuba, llegaron a las finales con distinta suerte. Los
brasileños fueron terceros y los cubanos quedaron eliminados
en la segunda vuelta, que se desarrolló en momentos en que el
fantasma de la Segunda Guerra Mundial se cernía sobre Europa.

Suecia avanzó a la segunda ronda sin jugar, ya que Austria, su
rival en la primera vuelta, se retiró luego de su anexión a
Alemania en el comienzo de la campaña de expansionismo de
Adolfo Hitler, que culminaría con la conflagración mundial.
Los austríacos tenían buenos futbolistas, disputaron el tercer
lugar en la Copa Mundial de 1934 y llegaron a la final
olímpica de 1936 en Berlín, que perdieron en tiempo extra con
Italia.

RETIRO DE AUSTRIA

Solo 15 equipos jugaron en Francia, por el retiro de Austria y
el rechazo de Inglaterra de ocupar su lugar. Cinco de los
siete partidos de la primera rueda terminaron en empate y se
extendieron a tiempo extra. Los desconocidos cubanos
enfrentaron a Rumania en Tolosa, en un partido que finalizó 2
por 2 en el tiempo reglamentario y 3 a 3 en el alargue. Fue
necesario un segundo encuentro, en el que se impusieron los
antillanos 2 por 1. El éxito inicial de los cubanos tuvo un
estrepitoso fracaso en la rueda siguiente,al caer frente a
Suecia por goleada de 8 a 0. Cuatro goles anotó Gustavo
Wetterstrom, gran figura del equipo sueco. Fue la única
actuación, hasta ahora, de Cuba en las finales de un
Campeonato Mundial.

EL DIAMANTE NEGRO

Los brasileños, con el fenómeno Leonidas Da Silva en su
apogeo, vencieron en Estrasburgo a Polonia 6 por 5 en tiempo
extra. Los 90 minutos reglamentarios finalizaron 4 por 4.
Leonidas marcó cuatro goles, uno de ellos descalzo, al quedar
uno de sus zapatos enterrado en el barro y dio una exhibición
de maestría y habilidad.

El "diamante negro" intentó seguir jugando sin zapatos, pero
el juez se lo impidió. También estaba el defensa Domingos da
Guía, otro de los colosos de la época y semilla de lo que más
tarde sería el poderío brasileño en las canchas del mundo.
Los polacos, que igualaron al término de los 90 minutos tras
ir perdiendo 3 por 1 en la primera etapa, tenían su propio
astro, Ernest Willimowski, quien anotó cuatro de los cinco
goles polacos. Fue uno de los mejores partidos del torneo.

En Marsella, Italia derrotó 2 por 1 a Noruega en tiempo extra,
no sin antes pasar sustos debido a que subestimó a su
inexperto rival. Los noruegos anotaron otro gol, pero el
árbitro anuló el tanto. El astro italiano Silvio Piola marcó
el gol de la victoria en el tiempo extra, y su equipo pasó a
la segunda ronda.

En El Havre, Checoslovaquia venció a Holanda 3 por 0, luego de
que el tiempo reglamentario finalizó sin goles. En Colombes,
Francia doblegó a Bélgica 3 a 1; en Reims, Hungría apabulló a
Indias Holandesas 6 por 0, y en París, Suiza fue la sorpresa
al eliminar a la poderosa Alemania en dos partidos. El
primero finalizó 1 por 1 en tiempo extra y en el segundo Suiza
ganó 4 por 2.

A pesar del nacionalismo de Hitler, que aprovechaba el deporte
como propaganda, los alemanes fueron quintos en el torneo
olímpico de 1936 y quedaron fuera en la primera vuelta de la
Copa Mundial de 1938. Pese a la eliminación, el nuevo
entrenador, Sepp Herbeger, sobrevivió al frente de la
selección durante más de dos décadas y ganó una Copa Mundial
en 1954.

SEGUNDA VUELTA

En la segunda vuelta, los brasileños continuaron su avance,
aunque con dificultades. Eliminaron a Checoslovaquia después
de dos partidos en Burdeos. El primero finalizó empate 1 por
1, tras tiempo extra, y el gol brasileño lo anotó Leonidas.
En el segundo, los sudamericanos ganaron 2 por1 con goles de
Roberto y Leonidas.

Otros ganadores de la segunda vuelta fueron Hungría, que
venció 2 por 0 a Suiza, en Lila, y Suecia que eliminó a Cuba
en Antibes. En Colombes, Italia venció a Francia 3 por 1 y
terminó con el sueño de los anfitriones de llegar a la final.
Los italianos vistieron esta vez de negro, el color del
partido fascista. Piola, su mejor hombre, marcó dos de los
tres goles.

SEMIFINALES

En semifinales, Italia impuso la fuerza europea sobre la
habilidad sudamericana y venció a Brasil 2 por 1 en Marsella.
Los goles fueron anotados por Gino Colaussi y Giuseppe Meazza,
de penal, para Italia y Romeu para Brasil. La derrota de
Brasil fue atribuida a un error fatal de su entrenador
Pimenta, quien dejó en la banca a Leonidas y Tim,
reservándolos para la final. Pimenta estaba tan seguro de la
victoria, que incluso había reservado todos los asientos del
único vuelo de Marsella a París, donde debía jugarse la final,
pero el viaje lo hizo Italia.

En la otra semifinal, Hungría venció a Suecia 5 a 1 con tres
goles de Szengeller.

Los brasileños retornaron a Burdeos y vencieron a Suecia 4 por
2 en la disputa del tercer lugar. Esta vez la "orquesta"
volvió a funcionar bajo la batuta de Leonidas, quien marcó dos
tantos y se convirtió en el goleador del torneo.

En la final, nuevamente los italianos se encontraron con un
equipo de Europa Oriental. El juego metódico y casi artístico
de los húngaros, frente al fútbol veloz y directo de los
italianos. Italia contaba con el goleador Piola y Hungría con
Sarosi. En el estadio Colombes, de Paris, con presenciada de
65 mil personas, Piola se llevó todos los honores e Italia el
título al vencer 4 por 2 a los húngaros.

LA GRAN FINAL

Los italianos solo tenían dos sobrevivientes del campeón de
1934, pero contaban con un nuevo "oriundo", el uruguayo
Andreolo. En 1936, en los Juegos Olímpicos de Berlín, el
entrenador Pozzo ganó con un discutible conjunto aficionado y
luego incluyó a tres de esos jugadores en el equipo que ganó
el Mundial de 1938.

Los húngaros, también con algunos sobrevivientes del torneo en
Roma, tenían habilidad y una de las delanteras más goleadoras
con 13 tantos en tres partidos previos, pero les faltaba la
técnica y planificación del equipo de Pozzo.

Abrió el marcador el italiano Gino Colaussi a los cinco
minutos. Los húngaros conquistaron el empate dos minutos
después, a través de Titkos. A los 16 Piola puso en ventaja a
su equipo. Con tranquilidad, Italia logró contener los
avances de su rival y en un contragolpe, Colaussi de nuevo
anotó. El primer tiempo terminó 3 por 1 en favor de Italia.

En la segunda etapa los italianos salieron a cuidar la ventaja
y solo vivieron momentos de incertidumbre cuando Sarosi
descontó para Hungría a los 70 minutos y la cuenta quedó 3 por
2. Los italianos, con más experiencia, anularon al goleador
húngaro Szengeller. Piola marcó a los 82 minutos e Italia ganó
finalmente 4 a 2.

Meazza recibió la Copa Mundial entregada por el presidente
francés Albert Lebrun. Los italianos se llevaron el trofeo de
vuelta a casa, culminando así una extraordinaria campaña, ya
que en pocos años ganaron dos torneos mundiales y un título
olímpico.

Arbitró el francés Georges Capdeville. Italia (4): Olivieri;
Foni y Rava; Serantoni, Andreolo y Locatelli; Biavati, Meazza,
Piola, Ferrari y Colaussi. Hungría (2): Szabo; Polgar y Biro;
Szalay, Szucs y Lzar; Sas, Vincze, Sarosi, Szengeller y
Titkos.

Se marcaron 84 goles en 18 partidos, el promedio subió a 4,66
tantos por encuentro. El brasileño Leonidas fue el artillero
máximo con ocho anotaciones, seguido por el húngaro
Szengeller, con siete. (Editors Press Service) (DIARIO HOY)
(P.3-B)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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