OTRA CATASTROFE. Por Ernesto Albán Gómez

Quito. 04.04.92. (Editorial) Es una lástima que, en el
Ecuador, quienes comentamos los acontecimientos de la vida
nacional en los medios de comunicación tengamos que
lamentarnos con tanta frecuencia de las cosas que nos ocurren
a los ecuatorianos, de las desgracias que nos caen encima. Si
no son las inundaciones es la sequía y el consiguiente
racionamiento de la energía eléctrica; y si no nos quejamos de
los problemas en la distribución de gasolina, tenemos que
referirnos a la huelga de los maestros o de los servidores de
la salud, o a la insólita actitud de los burócratas que, para
celebrar de la mejor manera su día festivo, decidieron no
obedecer las órdenes de sus superiores. Pero la catástrofe a
la que alude el título de este comentario es la que se ha
cernido sobre la municipalidad de Guayaquil y que es,
probablemente, una de las más pertinaces y de peores
consecuencias de todas cuantas se pueden registrar en estos
últimos años.

Tanto se ha escrito sobre este caso que hasta parece ocioso
seguir insistiendo en el mismo. Pero creo que hay que hacerlo;
que hay que insistir machaconamente en el tema, hasta que
tengamos una plena conciencia de lo que está ocurriendo, de
sus efectos perniciosos y de la necesidad indispensable de
poner fin a la situación. Y también debemos hacerlo porque los
problemas de Guayaquil y de sus organismos representativos son
problemas nacionales, que de alguna manera nos involucran a
todos y exigen, por lo tanto, un esfuerzo nacional para
solventarlos. Y además, porque todo lo que ha sucedido en ese
municipio y lo que puede suceder en el futuro refleja de
alguna manera los riesgos a los que está expuesta la
institución municipal en el conjunto del país, si no se
produce un replanteamiento de su estructura, de sus funciones,
de sus recursos. En definitiva, de su papel en el panorama
global del Estado ecuatoriano.

Como se ve, la gravedad de la crisis va más allá de lo
anecdótico de un alcalde que desaparece un buen día y
reaparece al día siguiente como si nada hubiera pasado. Va más
allá inclusive de las deficiencias en los servicios públicos y
de los peculados que pudieran haberse cometido. La crisis
afecta a la esencia misma de la institución y sólo se podrá
superarla cuando se remedien esas debilidades estructurales.
Y, sin duda, el factor que más claramente se detecta como el
principal causante de la catástrofe es la politización
institucional. Y el remedio deberá comenzar entonces por
eliminar a rajatabla aquella forma viciada de considerar a los
municipios como un botín que los políticos intentan repartirse
en cada elección. Y que se lo reparten de hecho, como ha
quedado demostrado en forma dramática, precisamente en el
municipio guayaquileño.

Rescatar el carácter esencialmente cívico de la función
municipal, aunque estas palabras parezcan ahora propias de un
idealismo utópico, es entonces la condición sine qua non para
superar la catástrofe. Espíritu de servicio, honestidad
administrativa, eficiencia e imaginación, son los requisitos
que deben reunir quienes aspiran a una gestión en este ámbito.

O si se quiere, y en una sola palabra: amor a la ciudad. (4A)

EXPLORED
en Autor: Ernesto Albán - [email protected] Ciudad N/D

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