Quito. 26.05.93. La tradición del tejido otavaleño viene de
lejos. Es que como en las zonas de la provincia de Imbabura
(Cahuasquí, Intag, Salinas, Tumbabiro, Urcuquí) se cultivaba
algodón, los otavaleños desde tiempos preincásicos estuvieron
familiarizados con la hilatura. Después, los españoles
introdujeron las ovejas y establecieron en Otavalo un obraje
en el que explotaron a los indios durante muchos años
obligándoles a trabajar en condiciones infrahumanas y
pagándoles salarios de miseria.

Entonces, que los otaveleños sepan tejer, no es novedad. La
novedad es que con sus tejidos y su comercialización en el
exterior estén levantando grandes fortunas, hasta el punto de
que, paulatinamente, vayan desplazando de la ciudad a los
mestizos y compren sus casas a cualquier precio, en unas
transacciones extrañas en que los mestizos sacan enorme
provecho de la plusvalía de sus viviendas mientras los
indígenas buscan reivindicar para sí la ciudad y sus espacios.

Hasta tal extremo va cambiando la estructuración social
otavaleña, que ahora son los propios indios ricos quienes
explotan con salarios bajos a los indios pobres que tejen para
ellos a destajo, y hasta a los propios mestizos, quienes
también trabajan para ellos ya sea en la confección de sacos o
como dependientes en las tiendas de artesanías. Y esto,
obviamente, crea unas fricciones que explotan cotidianamente
en cualquier instante y cuya manifestación más evidente está
dada por las continuas peleas entre adolescentes indios en
ascenso económico y mestizos en pleno descenso.

Entre los adolescentes también la discriminación se hace
evidente: las tres discotecas de Otavalo están abiertas de
lunes a sábado para los mestizos y solo los domingos
exclusivamente para los indios.

Pero los otavaleños van siendo cada vez más conscientes que en
un mundo capitalista como el que vivimos, el dinero es lo que
cuenta.

Y en pos de él van.

Y si para conseguirlo tienen que copiar diseños artesanales de
otras partes, los copian. Y si tienen en vez de lana que usar
orlón, usan. Y si tienen que poner cualquier color, ponen.
"La artesanía se ha deteriorado grandemente", dice Carlos
Alberto Coba, del Instituto Otavaleño de Antropología, quien
añade que "se han traído indiscriminadamente diseños de Perú,
Bolivia, México o Guatemala, sin ningún criterio ni otra
consideración que la económica".

Y es así. A los artesanos les da exactamente igual reproducir
en los tapices, sacos o bolsos de mano un dibujo de un vaso de
barro preincásico encontrado en su propia comunidad, que
copiar un diseño Salasaca o el de un calendario made in Japan
que se encuentra al paso. Lo único que cuenta es que el nuevo
producto que salga al mercado tenga éxito y guste al turista,
siempre dispuesto a pagar unos buenos dólares por él.

Como se han dado cuenta que el negocio verdadero no está en la
producción sino en la comercialización, se han formado ya 15
cooperativas que buscan eliminar los intermediarios en las
transacciones con el exterior. El gerente de una de ellas,
Rafael Maigua, tiene clara la película: "Los blancos no
quieren trabajar duro; ellos solo quieren lo fácil. Pero como
a nosotros no nos importa el trabajo duro que es el que
siempre hemos hecho, ¿por qué no hemos de poder hacer el fácil
también? Solo es cuestión de aprender un poco de inglés y
salir a ver dónde están los clientes".

Y claro que salen. Están regados por el mundo, siempre
ofreciendo algo en venta. Afuera iven en las condiciones más
precarias (hacinados en un cuarto, durmiendo en las estaciones
de metro, alimentándose una vez por día), pero así logran
ahorrar y regresan con dólares a su tierra para inciar el
nuevo ciclo de producción cada vez a mayor escala, hasta que,
en pocos años, tienen una capital considerable.

Las agencias de viajes de Otavalo no se dan abasto. Conceden
fácilmente crédito a los indígenas, que tienen fama de buenos
pagadores, aunque un 30% compra sus pasajes de ida y vuelta al
contado. Algunos ni siquiera saben con exactitud dónde
quieren ir o tienen confusiones geográficas evidentes:
Australia es lo mismo que Austria o Suiza que Suecia y el rato
de decidirse por uno de esos sitios lo hacen al azar. Antes
de efectuar cualquier transacción, sin embargo, se aseguran
bien -tras un largo y minucioso recorrido por todas las
agencias- de que el precio que van a pagar por un pasaje es el
más barato posible, y no tienen ninguna preocupación por las
comodidades que la compañía de aviación pueda ofrecerles.

POLITICA Y RELIGION

La política les tiene sin cuidado. El Concejo de Otavalo no
tiene autoridades indígenas; las relaciones con las
asociaciones indígenas son distantes y tal parece que, por el
momento, el único poder que buscan los otavaleños es el
económico.

La religión, también, en general, es mirada con cierta
indiferencia, sobre todo por las generaciones más jóvenes. El
catolicismo ha perdido hegemonía y su lugar han ido ocupando
las distintas sectas protestantes, que van ganando adeptos.
Por eso, los diezmos que la iglesia de Roma exigía
tradicionalmente, ahora van a manos de los pastores ya en
dinero, ya en especies.

A MEDIA VOZ

Los mestizos, profundamente resentidos por el desplazamiento
del que van siendo objeto, no pierden oportunidad de, a media
voz, hablar contra los indios, a quienes acusan, primero, de
eso: de ser indios, todavía un pecado capital en una sociedad
como la nuestra.

Después, comienzan, en tono aún más bajo, a decir que un auge
económico tan grande como el que se ha experimentado solo es
posible si hay droga de por medio y citan, sin precisar, uno o
dos casos de indígenas apresados bajo la acusación de
narcotráfico.

Esto, sin embargo, es desmentido categóricamente por los
indígenas que ven en esta acusación una ruin vindicta de los
blancos.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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